Dormir en cama ajena es el método más sencillo de
despersonalización. Cuando lo que te rodea no es algo familiar, puedes ser
cualquier persona. Puedes ser algo distinto de lo que eres.
El sillón de la abuela: demasiado frío.
Dedos oprimidos
por un despótico calcetín.
Libertad encontrada
en dos centímetros de valentía.
La valentía de no cortarse las uñas.
Los carros y su necedad
de no trasnochar de puntitas.
Dos respiraciones:
la mía y la del asesino.
La tía
que no fue madre,
La muerta,
Mi tía,
A la que hicieron muerta,
Mi muerta
Nos escuchaba a tres casas de distancia.
Los hijos viven cerca de los padres para poder
enterrarlos sin prisa. Los hijos se entierran a sí mismos como las uñas de los
dedos de los pies de dos centímetros de largo que no pueden liberarse del
veinticinco por ciento de poliéster de los calcetines.
El sillón caliente de la abuela.
Mi respiración y la del esposo de la muerta:
incómodas.
Los carros burlándose a tres casas de distancia.
Venas penetradas,
jeringa vacía,
Los brazos de la que no fue madre,
A la que hicieron muerta,
de mi muerta,
con lunares de Propofol.
Los brazos del asesino,
del esposo de la muerta,
Y las rendijas que ocultaba
bajo una camisa roja.
Dormir en cama ajena es el método más sencillo de
personalización. Cuando lo que te rodea no es algo familiar, puedes ser
cualquier persona. Puedes ser quien realmente eres. Cuando el esposo de mi
muerta la mató, me alejé de mi cama y realmente creí que no amanecería de
nuevo.
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