Antes de pasar a la reseña, quiero contar una pequeña anécdota que tuve con el señor Enrigue al respecto. Cuando la escribí, tuve la idea (ingenua) de localizar al ganador del Herralde en Twitter, seguirlo y mostrarle mi opinión, ya que su novela me había gustado. Así lo hice, y para mi asombro, también empezó a seguirme y además prometió leerla. Aluciné. Donde la publicaron primero (Revista Buriñón de Uruguay) había una semblanza mía de la que ni me acordaba y que acompañaba al texto. La semblanza iba, más o menos, de que mi primer trabajo literario fue publicado en la sección infantil del periódico local de Cancún. ¿En qué momento se me ocurrió poner tal cosa? Me lo sigo preguntando.
Aquí viene lo bueno: resultó que Enrigue no solo leyó la reseña, le hizo la mar de gracia mi semblanza y se la tomó a cachondeo: me tuiteó que hasta había derramado el café de la risa. Al principio me apené de verdad, entre enfadado y avergonzado conmigo mismo, y solicité con buen modo a la revista que se retirara esa semblanza, pero conforme pasaron los días, no tuve más que reírme y agradecer a Álvaro Enrigue el puntazo. Por cierto, si le gustó o no la semblanza, ya no supe (ni quise preguntar); aunque siempre fue muy amable, y dejamos pendiente un desayuno para reparar ese café derramado. Hasta ahora que escribo esta entrada, sigue pendiente el desayuno, y me sigo riendo de todo esto.
Aquí viene lo bueno: resultó que Enrigue no solo leyó la reseña, le hizo la mar de gracia mi semblanza y se la tomó a cachondeo: me tuiteó que hasta había derramado el café de la risa. Al principio me apené de verdad, entre enfadado y avergonzado conmigo mismo, y solicité con buen modo a la revista que se retirara esa semblanza, pero conforme pasaron los días, no tuve más que reírme y agradecer a Álvaro Enrigue el puntazo. Por cierto, si le gustó o no la semblanza, ya no supe (ni quise preguntar); aunque siempre fue muy amable, y dejamos pendiente un desayuno para reparar ese café derramado. Hasta ahora que escribo esta entrada, sigue pendiente el desayuno, y me sigo riendo de todo esto.
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Premiada con el Herralde 2013, Muerte súbita nos narra de una forma rica y diversa las situaciones que llevaron a conformar lo que sería la Nueva España contra una Europa que no podía encontrarse a sí misma; también nos mete en un partido de tenis imposible donde se juegan dos visiones de un mundo que empezaba a reconstruirse a trompicones. Estamos en 1599.
Álvaro nos habla directamente y refleja su sentir en momentos álgidos de la narración mezclada inteligentemente con los datos históricos crudos y nos sacude un poco la lectura con sus pensamientos, analogías y metáforas que dan siempre en el clavo; y es que el escritor nunca nos deja en la travesía: su narración siempre está ahí mientras avanzamos en el partido, y su magia radica en podernos transportar. Cada párrafo une los hechos y muestra a las personas desnudas, sin victorias, sin derrotas, nos define como seres humanos: entes de fluidos, de hedores y errores que pintan obras maestras o escriben palabras que les dicta Dios, no somos idealizaciones ni auras en un fresco, somos de cabellos, sudores y sangre, y podemos coger y xingar; nos emborrachamos hasta perder la razón y dejamos de ser lo que comúnmente somos y permitimos con toda parsimonia que nuestros múltiples demonios tomen el control.
Leyendas como Caravaggio, Quevedo y Cortés tienen la calidad de hombres y en Muerte súbita nos encontramos con los choques constantes de visiones decadentes y utópicas, de hombres —no personajes— escupidos del mundo y descalificados de permanecer en el futuro.
Esta novela se convierte en tratados, en ensayo y manual, en historias que conviven y jadean acercándose hasta abrazarse en el acto final que las confluye a todas, una novela redonda que se define en una partida, y que corre paralela a las culturas que participan, sin saberlo, en el juego. Sin diálogos, nos dejamos envolver y llegar al final, hasta el último golpe de raqueta, con una grandiosa culminación de una novela con una base investigativa de excelencia. Muchos, sin saberlo, nos jugamos una muerte súbita en un presente constante.
Álvaro nos habla directamente y refleja su sentir en momentos álgidos de la narración mezclada inteligentemente con los datos históricos crudos y nos sacude un poco la lectura con sus pensamientos, analogías y metáforas que dan siempre en el clavo; y es que el escritor nunca nos deja en la travesía: su narración siempre está ahí mientras avanzamos en el partido, y su magia radica en podernos transportar. Cada párrafo une los hechos y muestra a las personas desnudas, sin victorias, sin derrotas, nos define como seres humanos: entes de fluidos, de hedores y errores que pintan obras maestras o escriben palabras que les dicta Dios, no somos idealizaciones ni auras en un fresco, somos de cabellos, sudores y sangre, y podemos coger y xingar; nos emborrachamos hasta perder la razón y dejamos de ser lo que comúnmente somos y permitimos con toda parsimonia que nuestros múltiples demonios tomen el control.
Leyendas como Caravaggio, Quevedo y Cortés tienen la calidad de hombres y en Muerte súbita nos encontramos con los choques constantes de visiones decadentes y utópicas, de hombres —no personajes— escupidos del mundo y descalificados de permanecer en el futuro.
Esta novela se convierte en tratados, en ensayo y manual, en historias que conviven y jadean acercándose hasta abrazarse en el acto final que las confluye a todas, una novela redonda que se define en una partida, y que corre paralela a las culturas que participan, sin saberlo, en el juego. Sin diálogos, nos dejamos envolver y llegar al final, hasta el último golpe de raqueta, con una grandiosa culminación de una novela con una base investigativa de excelencia. Muchos, sin saberlo, nos jugamos una muerte súbita en un presente constante.
MAURO BAREA (Cancún, 1981). Estudió la Maestría en Creación y Apreciación Literaria en el IEU Puebla. Finalista en el I Premio Hispania de Novela Histórica de Madrid y consultor del documental sobre Gonzalo Guerrero Entre dos mundos; publicado en la antología infantil Mi mejor amigo (Editorial Verbum, Madrid, 2015). Fue articulista para la Revista Pioneros, publicación historiográfica de Quintana Roo (2011-2015). Estuvo a cargo de la columna Desde Ninguna Parte para el periódico Quintana Roo Hoy, con temas culturales y sociopolíticos (2015-2016). Finalista y antologado en el Certamen Relats d' amor del Adjuntament de Constantí (Tarragona, 2017) y finalista del V Concurso de Microrrelatos del Ateneo de Mairena (Sevilla, 2017).
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