Pero entonces la sangre fue escondida
detrás de las raíces, fue lavada
y negada
(fue tan lejos), la lluvia del Sur la borró
de la
tierra.
Las Masacres
Pablo
Neruda
Alfred Adler mencionaba que el
primer recuerdo que tiene un ser humano es la llave que le brinda la
oportunidad de conocer y definir su presente. Sabía Adler que no podía
confirmar la autenticidad de los recuerdos de las personas que llegaban a él,
pero aún así, consiguió llegar a la conclusión de que cada individuo vive la vida
basándose en sus recuerdos; recuerdos que al mismo tiempo, están siendo
continuamente reinterpretados desde los pensamientos y sentimientos presentes.
¿Qué une a Gelman,
Vallejo y Neruda? Podríamos decir que el acto de escribir, pero eso sería una
simpleza. Hay en ellos eso que plasmaba Eliseo Diego “…una conversación en la
penumbra…”[1], que va hilvanando a
aquellos presurosos lectores ávidos de sentir, siempre, siempre sentir. Porque
todos los tiempos van siendo convulsos, van apretujando las entrañas y el alma,
luego viene la poesía y con ella la resiliencia. Son vanguardistas que fueron
transitando sus espacios para ir conformando sus estéticas que ya no los hacen
de sus patrias sino de todas las patrias que se han visto ultrajadas. ¿Acaso
queda un espacio geográfico no mancillado?
Sentado al borde de una silla
desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.[2]
Compartir la poesía de estos tres
latinoamericanos me llevó por el sendero del recuerdo, por el cual, la crítica
literaria considera nuevos estudios y análisis a través de la Teoría del
Recuerdo. La poesía es también un recorrido cronológico en la que el yo poético
nos introduce en su lóbulo frontal y de manera aleatoria nos empuja de un
recuerdo a otro. Sí, sí hay una secuencia periódica, pero al mismo tiempo se
traslapan eventos, sitios, cafés, personajes del pasado y del presente.
Oye a tu masa, a tu cometa,
escúchalos; no gimas
de memoria, gravísimo cetáceo;
oye a la túnica en que estás
dormido,
oye a tu desnudez, dueña del sueño.
Relátate agarrándote
de la cola del fuego y a los
cuernos
en que acaba la crin su atroz
carrera;
rómpete, pero en círculos;
fórmate, pero en columnas combas;
descríbete atmosférico, ser de
humo,
a paso redoblado de esqueleto.[3]
Hay en la poesía un reto
interesante, hace que el lector establezca sus pautas sintácticas y por qué no
semánticas, ya que los autores crean su propia atmósfera y estética que los
hace disímiles pero que los conjunta la “imaginatio
lectora”. Lo vivido es importante, pero más lo es el proceso de
interpretación porque produce una significación emocional. Buscar dentro de nuestros
recuerdos también nos lleva a concentramos en uno o en varios, estableciendo qué
es lo que pasó, quiénes estaban allí, o cuándo ocurrió. Esos recuerdos pueden
ser muy nítidos o aparecen como manchas confusas y casi veladas. Pareciera que nuestros
recuerdos son la narración precisa de una situación que vivimos y que se
encuentran íntegros en nuestra memoria, pero no es así, eso a los que nos
referimos, ese pasado, se forma o conforma desde el presente con nuestras creencias
y actitudes que hoy mantenemos. Nuestros recuerdos son las palabras de nuestra
vida.
Innecesario, viéndome en los
espejos
con un gusto a semanas, a
biógrafos, a papeles,
arranco de mi corazón al capitán
del infierno,
establezco cláusulas
indefinidamente tristes.[4]
La poesía nos remite a observar la
obra literaria y saber qué y cómo lo expresa; sus acontecimientos, sus voces
poéticas, sus dimensiones, su ambiente, el tiempo y el espacio. Neruda, Vallejo
y Gelman trajeron a mí varias situaciones: una ciudad lastimada que no en
dictadura, pero como si lo estuviera, dolor constante ante la frustración del
saber qué hacer siendo escritora, una soledad colectiva que se vivió en
aquellos años.
Marcel
Proust sitúa a la memoria o el recuerdo como un elemento involuntario provocado
por eventos objetos situados en el exterior del individuo, mientras que Sigmund
Freud menciona que lo que estimula el recuerdo está dentro de él, en lo más
profundo; para la literatura el recuerdo es un elemento esencial, así como lo
es para la vida cotidiana.
El espacio y el
territorio no son neutros, mantienen significaciones que aluden al proceso del
recuerdo. Los poetas transitan por diversos escenarios de la palabra, la
intelectualidad y la vida social, así como el espacio íntimo donde se riega el
escepticismo, la vida o el amor. Y en ese mismo recorrido las ciudades cobran
savia cuando mujeres y hombres intervienen con sus poéticas
y las comparten, cuando se convierten en palabras que nos acompañan en momentos
tan sórdidos que sólo la poesía puede amainarlos.
*Esperamos puedan buscar entre sus
libros o acudir a una biblioteca y leer poesía. Luego, ustedes nos mandan sus
opiniones y lo que ésta les hizo sentir.
itasavi1@hotmail.com
[1] Diego, Eliseo. No es más.
[2] Gelman, Juan. Mi Buenos Aires
querido.
[3] Vallejo, César. Oye a tu
masa, a tu cometa, escúchalos; no gimas...
[4] Neruda, Pablo. Caballo de los
sueños.
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