YO, QUIZÁ IRITH
Variación del poema “La
Mujer de Lot”,
de Wislawa
Szymborska
Tal
vez fue curioso mirar hacia atrás
y al
mismo tiempo pensar en otras cosas:
en
la tristeza de dejar nuestras miradas dormidas en el espejo de plata
o
por diversión querer desamarrar las sandalias
y
así desesperar a Lot mi marido
siempre justo
Cuando
la serpiente cristalina me dijo que no me detuviera
quise
aprender a desobedecer yo la sumisa
sabiendo
que me seguía la noche
y en
el pedregoso camino
pacientes
me arañaban los animales del desierto
Entendí
por fin que no había dios que me ayudara en la huida
Extraviadas
en la lejanía mis hijas
supe
del abandono irrevocable
Cuál
sería el futuro de la memoria
si
con cada paso el suelo se volvía antiguo
La
vida estaba ahí tan cercana y ajena
bullendo
exuberante y yo con miedo
Si
siempre estuve sola qué sería
diferente –me dije–
Ahora
que me hacían escapar avergonzada
como
culpable de algo
desear
mi regreso era una herejía contra mí misma
Fue
entonces que el viento aflojó mi túnica
que
cayó sin titubeos
Ya
sin vestido me sentí redimida
no
me importó la desnudez frente a los muros:
mis
senos besaron el viento
mis
cabellos libres se enredaron en la luz de la tarde
Reí
y la risa reverberó en el desierto
como
un oasis repentino
Mi
liberación fue súbitamente divertida
el
ayer, quimera resuelta
La
discrepancia me templó un tatuaje en las rodillas
y no
hubo razón para mantener la pesadumbre
Cuando
desaparecí el atrás
fue
que mis pies tropezaron en el negro umbral del páramo
se
confundieron en las hendiduras de la arena seca
y en
la orilla de la ciudad me encontré mirando otra vez
hacia
sus puertas
Sus
luces me tendían trampas
giré
traspasando arroyos malolientes y árboles adversos
caí
oscuramente con la cara al cielo
Vi
llegar la lava y me supe muerta
tratando
de salvarme me incorporé con un leve trastabilleo
como
paso de baile en la noche iluminada
Abiertos
sin fe los ojos al fuego sostenido
sentí
la nube escarlata llegar al borde de mi hombro
Entre
el humo nauseabundo levanté el rostro
en ese momento ya no había para mí
más que la sal del mar consumiendo mi cuerpo.
HIJAS
DE UN HOMBRE JUSTO
Crecimos en las colinas de Sodoma y
Gomorra
llanuras con olor a mar antes de la lluvia de azufre
Madre y nosotras innombradas
Sólo de Lot queda,
naturalmente, el registro masculino
Una noche él nos ofreció vírgenes a la plebe:
era un hombre
justo escogido por dios
Luego magnánimo nos conminó a irnos
En la huida impuesta
leves en nuestros pies descalzos
íbamos delante
La juventud fue la culpable
y no nos dimos cuenta de que madre
faltaba
hasta llegar a una caverna
sofocante y oscura
guarida del incesto
Fuimos nosotras según la tradición siempre contada por
varones
quienes embriagamos a padre
el sin culpa y único que tiene
nombre en esta historia
Así, de pecaminosos vientres
femeninos
dos tribus nacieron
repoblando aquel mundo en mala hora
para gloria de un dios
inmisericorde.
MARIENA PADILLA (Monterrey, N.L.,
México). Cuenta con licenciatura y maestría en matemáticas, área en la que
trabajó en la UANL hasta su jubilación. Después de ello incursionó en la
literatura, a finales de 2012. Ha participado en talleres de escritura creativa
con Ana Romero, Eduardo Zambrano, Dulce María González, Carolina Olguín, Luis
Aguilar, Patricia Laurent Kullick entre otros, y en diversas lecturas
literarias. En 2014 escritos de su autoría aparecieron en la Memoria del IV encuentro de Escritores
Marcianos. En 2015 participó en el Encuentro de Mujeres Poetas en el País
de las Nubes y en su antología Poesía en
Rojo. Participó en Feipol 2016. Otras publicaciones: Plaquettes de la UMM, Papeles
de la Mancuspia, en revistas en línea (Factum,
Gealittera), y en revista Pluma Libre.
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