Mientras
más leo a Carlos Martín
Briceño más me convenzo de que es un gran estudioso del
comportamiento humano, en especial del arquetipo del mexicano contemporáneo. Sin
realmente saberlo, se dedicó a ello desde su niñez, navegando las lecturas de
la Familia Burrón de Gabriel Vargas. Además, lector inquieto desde temprana
edad, ya se identificaba con personajes tan complejos como los de La
ciudad y los perros de Vargas Llosa y se preguntaba si podían ser
reales. Llegó a tal punto de analizarse a sí mismo mientras los cambios en la
adolescencia hacían mella en él, a través de las obras de Cecilia Eudave.
Carlos
es un ciudadano consciente de la problemática ecológica que atraviesa su ciudad
Mérida, y crítico incisivo de sus vialidades y carnavales; incluso la política
no deja indiferente a sus múltiples análisis que van más allá de la ficción, y
además celebra la poesía en sus múltiples vertientes. Es un férreo defensor de
la lectura como regocijo individual y como vía para obtener elementos
intelectuales para reaccionar ante situaciones adversas. Muchas de estas cosas
le identifican como un escritor consciente de la tierra que pisa. Todo esto nos
hace pensar que nos encontramos ante un observador cotidiano de primer nivel,
que lleva lo mejor y más intenso de la naturaleza humana a cada uno de los
cuentos que conforman su colección, en especial Montezuma’s Revenge y otros deleites (Ficticia, 2014).
Digo que Carlos es un observador
cotidiano porque el escritor debe ser capaz de captar los sucesos cotidianos, esos que
aparentemente no tienen cabida en el ajetreado mundo que vivimos, pero que de
alguna forma nos marcan y permanecen ahí en la mente, cocinándose. Y hay que
recalcarlo: Carlos es un cuentista nato y obstinado; la literatura es su medio
válido para acercar a la gente a la lectura, como lo refiere en sus
entrevistas.
¿Qué se puede decir de este compendio
de cuentos? Todas las historias se
salen con la suya, nos hacen sufrir, revuelcan la narrativa de tal
forma que, inconscientemente, deseamos un final idóneo, y me sorprendió que no
solo llegara ese final que el lector desea con toda la fuerza en casi todos
los deleites—así denomina Carlos a los demás cuentos—, sino que
sobrepasa la expectativa lectora y el golpe de efecto es crucial en cada uno de
los relatos. Relaciones que se llevan con la tensión de cuerdas de violín a
punto de reventarse, pleitos de pareja cotidianos que se salen de control al
ritmo de acusaciones avinagradas, deslinde de culpas y estribillos de las
canciones de Timbiriche chirriando en nuestros oídos. Conflictos políticos,
empresariales y de doble moral impregnan el ambiente de personajes que juegan a
ser morales, pero son inevitables: somos nosotros, con necesidades básicas e
innegables.
Pero Montezuma es un
caso aparte.
Montezuma’s
Revenge
es el cuento ganador del prestigioso certamen Max Aub en su versión 2012, y es
una historia que lleva la venganza implícita desde el título, un delicioso
desquite entre personajes que manipulan la realidad y que no deberían tener
la razón en sus actos, pero los personajes se convierten en personas, las
personas en nosotros, y es cuando llevan actos cotidianos hasta sus últimas
consecuencias, convirtiéndolos en actos moralmente condenables, pero soportados
por el lector: el escritor nos hace cómplices sin necesidad de ponernos una
pistola en la sien.
Lo raro de leer a Carlos es que
encontramos un placer malsano en los actos que no saben de leyes ni moralidades,
es un juego de temperamentos, de la sangre que gobierna a cada uno de esos
espectros con piel humana y toman el control de la narración; la sangre que
sube y baja cuando se le antoja. Debo decir que sucumbí al placer malsano: me
sorprendí placenteramente satisfecho al terminar de leer este cuento.
La Venganza de Moctezuma es
en el llano concepto una vulgar diarrea, sí, pero Carlos la lleva más allá:
sacó adelante una idea, y la colocó como el desquite definitivo del mexicano
ante los extranjeros, inexpertos y desconocedores de nuestro imaginario
popular. Nos lleva a la venganza rápida, trepidante. Es esa rara situación que
se da cuando Goliat es vencido por David, en un juego donde el ingenio nacional
sale a relucir y se muestra como algo de orgullo, y atrae por sí mismo al
vulgo. Es en ese imaginario donde la venganza mexicana se regodea, se cocina en
apariencia lenta mientras juega sus hilos invisibles; cuando nos damos cuenta,
incluso la aplaudimos, porque nuestra idiosincrasia lo reclama: somos mexicanos,
nos gusta ganar y a veces la obsesión de «ser más chingón» y el terror
constante de que puedan vernos la ‘cara de pendejos’ es un llamado de guerra
que nos incendia y obliga a triunfar ante los extranjeros —sobre todo ante los
gringos y españoles por antonomasia histórica—, en cualquier tipo de
competencia en que la vida nos encuentre. Y más si esta competencia trae
consigo una rubia «insoportablemente antojable», un ingrediente explosivo
que desde el inicio nos indica problemas, y de los grandes.
Carlos comprendió excelentemente la
idea de esta venganza en particular, y terminó esculpiendo un cuento
disfrutable de principio a fin, situaciones cuyos escenarios son el Sureste, el
Caribe mexicano, sitios con los que nos vamos a identificar plenamente como
quintanarroenses. El escenario es inigualable: el juego es en casa, jugamos de
locales y queremos que el mexicano gane, y que no solo gane, humille, aplaste
la Historia y la hegemonía implícita de las naciones poderosas. ¿Los medios
cuentan? ¡Claro que no! México
tiene que ganar, (a huevo). Para concluir: la venganza de Moctezuma no
se sirve fría, y menos en el trepidante cuento de Carlos.
Más
del autor en:
MAURO BAREA (Cancún, 1981). Estudió la Maestría en Creación y Apreciación Literaria en el IEU Puebla. Finalista en el I Premio Hispania de Novela Histórica de Madrid y consultor del documental sobre Gonzalo Guerrero Entre dos mundos; publicado en la antología infantil Mi mejor amigo (Editorial Verbum, Madrid, 2015). Fue articulista para la Revista Pioneros, publicación historiográfica de Quintana Roo (2011-2015). Estuvo a cargo de la columna Desde Ninguna Parte para el periódico Quintana Roo Hoy, con temas culturales y sociopolíticos (2015-2016). Finalista y antologado en el Certamen Relats d' amor del Adjuntament de Constantí (Tarragona, 2017) y finalista del V Concurso de Microrrelatos del Ateneo de Mairena (Sevilla, 2017).
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