Procura tú que
tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.
Que, al fundir
el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad
Manuel Machado
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad
Manuel Machado
Es complicado ver los
desastres del terremoto desde aquí, lejos de los esfuerzos físicos y el miedo
encarnado. Hay una sensación de impotencia que nos recorre a todos y que no se
marcha tras donativos y rezos. Nada nos importa más que superar este nuevo episodio
trágico. Es por eso que resulta difícil comprender las polémicas baratas, las
preocupaciones de otros que parecen encerrados
en sí mismos y sin escapatoria alguna.
El 22 de septiembre, Juan Villoro publicó “El puño en alto”, un poema cuya intención es dar aliento a quienes están con las manos
sobre la piedra, a aquellos que perdieron a sus seres queridos o que luchan por
encontrarlos. Villoro no es un poeta. No lo pretende. Su texto circuló en redes
sociales y se hizo viral, fue reproducido en voz de varias personas,
pronunciado por muchos: fue aceptado y recibido como verdadera ayuda.
Los círculos literarios, los críticos que ahora yacen
tras el escritorio y el cuaderno, están divididos inexplicablemente. Vivimos,
es cierto, en un país que muere de sí mismo y al que le quedan fuerzas todavía;
en un país donde los feminicidios son un simple juego para la justicia y la
desgracia ajena no compete a ciertos “intelectuales”, los verdaderos
desgraciados.
Villoro
no es un poeta. No lo pretende, ni ahora ni nunca. Qué importa la calidad de
ese poema, su cuidado. Villoro aportó a este país una gran dosis de fuerza con
palabras. Se preocupó verdaderamente por abrazar y celebrar la unión que a
todos nos hizo repensarnos. No movió un país: celebró un país con su oficio y
le entregó palabras a su pueblo. Es extraño, terrible y tristemente extraño
juzgar este poema, este donativo, con la frialdad de un análisis técnico;
tildar su fuerza (porque la tiene) de oportunismo poético cuando es un bien
absoluto. Incómodos están los incómodos de siempre. Lo que menos importa en
este largo instante es el fanatismo partidista, la crítica estética, el
llenarse la boca de los traumas literarios de toda la vida. Hay poemas por y
para el pueblo que está con El puño en alto. Esta gente que ataca el poema y al
mismo Villoro, parece no pensar en la función y el papel que habita en el
texto; pretenden saber algo que todos desconocemos en materia de literatura.
Villoro
no es un poeta. No pretende serlo en el desastre. No importa ahora el
endecasílabo, la experimentación formal, el ritmo. Parece una broma pero hay
que aclararlo. Todas las personas que piensan en lo oportunista que es este
autor, son las mismas personas que a su manera se han alejado de los intereses
colectivos, que se han desprendido del cuerpo social sin mayor problema.
Ahora no importas tú, tampoco Villoro. Estás rotundamente equivocado.
DANIEL MEDINA (Mérida, 1996).
Imagen | Palabras claras
Ahora no importas tú, tampoco Villoro. Estás rotundamente equivocado.
DANIEL MEDINA (Mérida, 1996).
Imagen | Palabras claras
2 Comentarios
Daniel Medina, tú eres el que se equivoca rotundamente. Que a ti te guste el poema de Villoro, o el mismo Villoro (su obra, digo), no significa que conviertas ese gusto en un argumento a favor suyo. Oportunista, sí lo fue. Pero no por primera vez.
ResponderEliminarTambién te equivocas, y esto es importante, lo anterior es irrelevante en medio de la tragedia (pero dejará de serlo en unos meses), cuando dices que todos los que llamamos oportunista a Villoro somos los mismos que nos hemos alejado de los intereses colectivos. Eso quieres creer para mantener una imagen de superioridad moral pese a que te haya gustada ese poema y hayas defendido a un oportunista, con todo lo que ello conlleva. Tal parece que necesitas menoscabar a quienes no piensan igual que tú para sentirte bien con lo qu e piensas, como los seguidores de Abel en Demian, de Herman Hesse, al llamar "malo" a Caín, sólo para adjudicar a su propia cobardía y debilidad, el ser los buenos, el estar del lado de dios y la verdad.
Muchas personas críticas del poema y de la carrera oportunista de Juan Villoro están ahí afuera removiendo escombros, preparando comida, difundiendo información, luchando por mantener a México con vida. Villoro yace tras el escritorio y el papel y escribe un puñado de palabras sin oficio (no es poeta, no pretende ser lo, pero gana premios de poesía de 200,000 pesos) y se sienta satisfecho consigo mismo por su gran labor y lucha social. Izquierda perredista, le llaman.
Jorge, en primer lugar te agradezco montones la lectura del texto.
EliminarAclaro rápidamente dos puntos: cuando hablo de los que critican el poema me refiero sobre todo a los que se limitan a descalificarlo desde el griterío y la burla sin remedio, no a los críticos reales que pocos tenemos. Publicar el poema de este señor y decir "me dio ganas de vomitar" no es precisamente oficio ni rigor crítico.
¿Te parece que Villoro no tiene oficio como escritor? Bueno, quizá no lo tenga en absoluto.
Finalmente, ese argumento tuyo del Premio Ramón López Velarde, hombre, te invito a revisar un poco más para aclarar el asunto.
En este texto digo cosas que quizá no quedan claras, y que son totalmente mi problema; de antemano, me disculpo por ello.
Te abrazo y te agradezco nuevamente.
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