No
le importaba si moría ahogada. Había llegado al mar… El agua se cerró sobre su
cabeza y la meció. Los pulmones le estallaban. Abrió la boca para gritar… El
agua que tragó le inundó el pecho. Era como aire fresco y salado.
Auliya
Identificar detalles que parecen comunes en la vida diaria
permite que observemos un espacio anulado en muchos casos por el trabajo
científico, además deja que el panorama social se amplíe hacia otros horizontes
antes ocultos para exponer la realidad. Lo que quedaba aún por definir se
apertura con la firme convicción de que no todo lo que se parece es igual; en
la sociedad confluyen mujeres y hombres en diversos espacios y territorios,
dando como resultado una bifurcación de sentidos y caminos. Virginia Wolf decía
que era mucho más difícil matar a un fantasma que a una realidad, se entiende, ya
que el ojo analítico de los que investigan ha dado pauta para entender que los
seres humanos son elementos importantes de estudio y no sólo objetos
cuantificables. Cada uno mantiene su propia identidad y proyecto, aún cuando
éste se encuentre influido por otro que busca reflejar su imagen.
El ser mujer es determinado por el
constructo social y éste se fija con base a las características biológicas que
se poseen, determinando decisiones y actitudes. Sin duda, son diversos los
factores que van moldeando esa identidad (culturales, sociales, políticos,
religiosos) esto provoca que a pesar de convivir en el mismo territorio cada
una afinque su vida de diversa forma. En Auliya[1],
novela de Verónica Murguía, podemos leer cómo las mujeres ven permeada esa
existencia.
Cuando uno nace también nace con las
creencias de aquellos que nos engendraron, Auliya encuentra que la religión se
ha encargado de sentar las bases de una ideología de recogimiento y salvación; en
el sentido religioso se dice de la abstracción espiritual y de la separación
del mundo terrenal para entregarse a las leyes y mandatos divinos. Con éstos
estructura identidades que van arraigándose en tiempo y espacio en un
territorio. Resulta muy interesante percibir que es la religión uno de los
factores que incide en el proceso identitario de las personas, ya sean
practicantes o no de un credo religioso.
Nuestra mirada se orienta hacia diversos
espacios, pequeños rincones, instantes, roles diarios que por mucho tiempo
fueron excluidos del análisis científico debido a que se consideraron elementos
del ámbito privado y que no representaban veracidad en el estudio. Sin embargo,
se fue recuperando la dimensión de lo privado ya que “…la vida cotidiana es
histórica… no puede pensarse al margen de las estructuras que la producen y que
son simultáneamente producidas… por ella”.
Es entonces una amalgama entre lo público y lo privado; inciden uno en
el otro, en tiempo y espacio. Auliya es todo eso, se guarda en lo privado pero
busca lo público y la literatura se lo permite, le brinda ser a aquello inimaginable,
metaforiza la identidad del deber pero sobre todo del querer ser.
La vida cotidiana muestra cómo los seres
humanos se desprenden de etiquetas y rompen clichés asignados por la sociedad,
del mismo modo enseña que la constante reproducción de habitus hace que aquello
que se realiza de manera cotidiana no cambie, porque todo el tiempo se ha
realizado de esa forma. Lo cotidiano se explora a través de las vivencias
diarias cargadas de significados e intereses, se pregunta por qué un aspecto
representa para un grupo social de vital importancia y para otro sencillamente es
una nimiedad.
— Auliya, regresa a la casa, llena el cántaro y ayuda a tu madre con la ordeña.
El culto religioso expone la obediencia de las mujeres a
los mandatos establecidos; si alguna de ellas lo transgrede puede afectar a la
colectividad, pero al mismo tiempo permite observar que existen otras formas de
ver y actuar. Cotidianamente los habitantes de un espacio social portan ropas
porque los identifican y conforman sus identidades, los hace “diferentes” en
clase, cultura, actividad, creencia. Hay en la novela de Murguía una
transgresión corporal, porque Auliya no es como todos, es coja, pero sobre todo
es aquella que avizora, que siente, que medita todo aquello que a simple viste
no se ve pero existe, es por lo tanto una extraña en su cuerpo. El cuerpo o diremos
los cuerpos, no deberían comprenderse como objetos ni tampoco como ahistóricos,
porque no sólo están inscritos en las presiones culturales sino que son el
resultante de la naturaleza.
Ella se iba a su casa, comía con su madre, se bañaba, llenaba el cántaro. Comenzó a acicalarse: a peinarse con cuidado, con la pasta de sebo y canela que usaban las mujeres para trenzarse el pelo, a teñir sus palmas con alheña.
El cuerpo representa la materialidad en el espacio y el
tiempo, su construcción social ha modificado sus usos en la vida cotidiana.
Para algunas esferas representa lo incorrupto y lo venerado, para otras es
placer y desencanto, frustración y descontento, en otras más, rebelión, lucha y
protesta. A través de él podemos identificar cómo la vida cotidiana ha permeado
en su transformación; como seres individuales no se pueden excluir del entorno
social y se enrolan en las exigencias y mandatos de una sociedad que regula el
“cómo” conducirlo.
Auliya es una transgresora, rompe el
mandato cultural que no dice que todos los cuerpos (a pesar de sus diferencias)
son iguales, pero conforme se va explorando
en la vida cotidiana se ha ido entendiendo que cada cuerpo es un universo único
e irrepetible. Las mujeres han librado una fuerte lucha para que se le
reconozca su libertad corpórea:
- Derecho a decidir sobre
la maternidad
- Tatuar su cuerpo
- Relaciones
prematrimoniales
- Cirugías estéticas
- Autosatisfacción
- Celibato
La novela de Verónica Murguía se inscribe en la Literatura
Fantástica, pero bien puede verse como la analogía de todo aquellos que las
mujeres quieren ser. Permitir que el constructo social se vea transgredido por
las diversas cotidianidades que viven las mujeres en los diversos estratos sociales
y espacios geográficos y transformar los hechos socioculturales frecuentemente
resulta mucho más complicado que modificar los hechos naturales; será a través
de esa revisión de las cotidianidades que se irá transformando el cómo, por
qué, cuándo y el quién de las evoluciones corporales, entendiendo que lo
público y lo privado se encuentran más cerca de lo que se piensa. Auliya no
sólo se transforma en un ser de agua, sino se logra mujer, una mujer que decide
emerger a la superficie como la voz de todas.
Para leer
* Murguía, Verónica. Auliya.
Era, México. 2005.
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Correo electrónico: itasavi1@hotmail.com
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Vazquez
[1] Verónica Murguía. Auliya. México: ERA, 1997.
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