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Óxido de bronce |
Soy un observador, como todos, tengo una cámara en mano, como casi muchos, no sé porqué lo hago. En parte, la mayor de esta simple pero a la vez compleja actitud mía hacia el "otro" es porque amo lo extraño. Lo que muchos consideran que no debe estar cerca de la vida de uno. La calle y las personas que la viven, de diferente manera, en una privada y pública a la vez existencia, han atrapado mi imaginación. No lo entiendo a cabalidad todavía. Supongo que están más cercanos a la fantasía. Cuando capturo tal momento no busco mucho, sólo no olvidar algo que para mi fue un momento estético. Encontrar cierto orden, criterio, a pesar de lo absurdo que se resuelva este asunto, la fotografía, en esta era que la banalidad ha cubierto a todo con un manto vil, reluciente y prometedor, necesito sentir ese misticismo que me arroja la realidad desbordándose justo en mis narices. Congelo. Modifico. Dramatismo digital. Una instantánea de lo contemplado en las calles de cualquier ciudad, aunque como todo melancólico sienta que mi terruño es el sitio donde la Edad de Oro ha transcurrido.
Soy un vago más. Tal vez uno peor, con traje de santo, pero con instinto de hiena. La carroña es mi alimento.
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Cerrado |
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Cigarrito |
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El sueño del evengelista |
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Estado de sitio |
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Impartiendo cátedra |
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La muerte de un bromista |
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La respuesta está en el fuego |
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Nosferatu en Venecia |
GERARDO UGALDE (1989). Zapopan, Jalisco.
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