A
alguien se le «prendió el foco» en la SEP, y en concreto, en la
Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos. Desde abril de 2017,
se pueden consultar en línea los libros que nos educaron de primero
a sexto año de primaria, libros que algunos recordaremos con un dejo
de nostalgia entre imágenes, aromas a libros nuevos que llegaban con
el inicio de cada año escolar y que obligatoriamente teníamos que
forrar y etiquetar como niños buenos. Podemos consultar el histórico
desde 1960, pero, lastimosamente, solo puedo hablar por mi
experiencia, que en este caso comprende de 1987 a 1992. Subamos a la
máquina del tiempo y buceemos dentro de los recuerdos de ese olor
tan particular que tenían estos libros, imágenes graciosas y
permanentes, que reviven al voltear las páginas digitales. ¿Listos?
Hay
que empezar por decir que fue un gran esfuerzo, titánico. Sin duda,
están todos los libros en la base de datos; un trabajo de escaneo,
de facilitar archivos, con el conocimiento que se hace con documentos
que cambiaban generacional o administrativamente, un cambio de
natural de las épocas. Todo está ahí. Una de mis primeras
curiosidades al repasar los libros, era saber si su diseño realmente
había disminuido en calidad con los años. No es tan fácil de
evaluar, puesto que en la comparación personal (1987-2016) hay un
mundo de tiempo, aunque me cueste admitirlo. Soy parte de una
generación que ya tiene sus propios hijos —no necesariamente—
pero ya lo dije, los tiempos cambian, y estos libros también lo
hicieron. Veamos cuánto.
No quise extenderme en mi análisis, así que me fui a lo básico, el primer año de primaria, ese curso tan crucial donde se refuerza el aprendizaje más básico: leer, escribir, contar, y el conocimiento del entorno. De primera mano, los libros nuevos tienen indudablemente ese «toque» moderno de los manuales de actividades, lo que da la impresión del avance en la enseñanza de todo lo anterior: leer, escribir, contar, y el medio.
No quise extenderme en mi análisis, así que me fui a lo básico, el primer año de primaria, ese curso tan crucial donde se refuerza el aprendizaje más básico: leer, escribir, contar, y el conocimiento del entorno. De primera mano, los libros nuevos tienen indudablemente ese «toque» moderno de los manuales de actividades, lo que da la impresión del avance en la enseñanza de todo lo anterior: leer, escribir, contar, y el medio.
Reitero,
es cuestión de gusto personal, pero las ilustraciones de 2016 son
muy distintas en
cuanto a diseño y paleta de color. Hay algunas sobresalientes,
claro, pero a veces no sé qué pensar. Ignoro el proceso de
convocatoria y selección de ilustradores (no encontré nada al
respecto) pero hay algunos trabajos lamentables en el Libro de
Lecturas, como el caso de Alain
Espinosa: figuras excesivamente
geométricas y colores estridentes sin ninguna armonía, y algunos
trazos que parecen estar hechos en paint.
Da la impresión de que el libro ya no se hizo con el procedimiento
artesanal de los libros ochenteros, y todo salió con lo primero que
tenían a la mano en cuestión de diseño gráfico. La tipografía
redujo su tamaño, hay mucho más texto en las páginas de 2016 y por
consiguiente más ejercicios con muchas rayas; a mí en lo particular
me cansa, así que no quiero pensar en cómo les fastidiará a niños
de seis años.
En la edición de 1987 Mi Libro de Primero lleva mucho menos texto, y cuando lo lleva, es en pequeñas cantidades que gradualmente aumentan conforme avanza el curso, pero se le da más valor a lo visual y a las ilustraciones, mucho más consistentes e incluso fotos, cosa que no tienen los de 2016.
Ahora
bien, me topé con algo que me gustó mucho en las ediciones de 2016:
la importancia que se le da al cuento, a
las historias y a sus elementos, con
ejercicios que estimulan el potencial creativo literario. El tema
siguiente se dedica a estudiar rimas y juegos de la poesía. Fue una
grata sorpresa, es algo que no tiene ni por asomo la edición de
1987, donde se toman las cosas con más calma, y si cabe decirlo,
ingenuidad, ya que en el libro actual los niños saben
lo que están haciendo desde la teoría
(algo que a mí me parecería muy rápido, pero repito, las épocas
son distantes, y hoy los niños seguro que son más despiertos y con
más malicia que cuando yo tenía seis). Son procesos cognitivos
abismalmente diferentes, y aquí queda de manifiesto (a pesar de
algunos puristas ochenteros) que las generaciones que nos siguen
jamás podrán aprender como lo hicimos en 1980.
Sabemos
que los libros dependen en mayor medida del profesor en turno, y de
nada sirven los avances o retrocesos cuando se tiene un maestro
sobresaliente o malo. Me alegro de los libros que me tocaron en su
momento, sus ilustraciones que me invitaban a imaginar sin que
realmente supiera exactamente lo que estuviera haciendo (de eso se
encargaban los grados posteriores, lentamente) y que mi educación
pública fuese tan feliz y memorable.
¿Cuál
es tu apreciación, una vez que has mirado y rememorado los libros de
tu infancia y los de ahora?
MAURO
BAREA (Cancún,
1981). Estudió la Maestría en Creación y Apreciación Literaria en
el IEU Puebla. Finalista en el I Premio Hispania de Novela Histórica
de Madrid y consultor del documental sobre Gonzalo Guerrero Entre
dos mundos;
publicado en la antología infantil Mi
mejor
amigo (Editorial
Verbum, Madrid, 2015). Fue articulista para la Revista Pioneros,
publicación historiográfica de Quintana Roo (2011-2015). Estuvo a
cargo de la columna Desde Ninguna Parte para el periódico Quintana
Roo
Hoy,
con temas culturales y sociopolíticos (2015-2016). Finalista y
antologado en el Certamen Relats
d' amor del
Adjuntament de Constantí (Tarragona, 2017) y finalista del V
Concurso de Microrrelatos del Ateneo de Mairena (Sevilla, 2017).
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