Podemos
imaginar a una mujer hace miles de años contando sueños a sus hijos en la noche
o tratando de calmar a sus hijas ante el ruido de muerte y de batallas, allí
donde las palabras pueden ser un consuelo con un discurso imaginativo donde
todos estén a salvo. En
la historia escrita por los vencedores la poesía dicha por las mujeres fue un
género menor, relacionada a una subcultura que tenía que ver con los cuentos o
con las canciones de cuna.
Sin embargo, si vamos al
Génesis, donde se le prohibió a la primera pareja, comer del árbol del
conocimiento. Eva fue la que desobedeció, por suerte ella tampoco le hizo caso
a Adán y comió de la primera manzana de la historia, la más famosa. Y como
saben, ese primer bocado nos convirtió a todos en personas, la humanidad, seres
mortales, continuamente en crisis, pero seres imaginativos, capaces de crear,
de levantar y hundir imperios, de filosofar, y también de inventar palabras, de
construir lenguajes.
Porque lo que Eva y Adán
adquirieron al acceder al conocimiento no fue sólo la conciencia de la
desnudez, fueron precisamente las palabras para decirla.
Así es, el lenguaje
nacido de la desobediencia, por suerte, no es neutro ni es andrógino, porque
las palabras no son nunca inocentes.
La existencia de los
géneros gramaticales en el lenguaje nos está diciendo que la diferencia sexual
constituye una dimensión fundamental de nuestra experiencia y de nuestra vida.
Digo esto, porque en este
libro, Esther M. García va más allá de la unidad temática sobre la mujer:
madre, hija, abuela, esposa, o amante, intuyo que el eje profundo es la defensa
del lenguaje, de la palabra de mujer.
En estos poemas hay una
reflexión sobre el cómo nombrar el cuerpo de mujer: ensalzarlo, degradarlo,
revestirlo con palabras, con la valentía de Esther para jugar, seducir y
desenmascarar conceptos y tabúes, a veces con ternura y otras con crudeza.
Nos demuestra a través
del poemario que la única regla respecto al nombrar las cosas, es no tener
ninguna, que el lenguaje es un instrumento de poder y que basta con trabajar
des-signándolo para revertirlo, que ella está lejos de las construcciones del
lenguaje que muchas mujeres usan y que perpetúan un sistema patriarcal obsoleto
y denigrante para todos, para decirlo más claramente, de aquellas que reproducen
el baluarte del patriarcado capitalista.
García escribe con
placer, con deseo, con desgarro, desde su condición de género, cultura, lo que
ella decide.
Elabora verdadera poesía
y conjura así todo el sexismo, todas las batallas y les dice a otras mujeres que
el pecado es una farsa, un límite que mandó a la hoguera a sus predecesoras y
que hizo quemar a Sor Juana sus escritos, que pretendían acabar con la
imaginación.
Esther nos recuerda que
la mujer ha sobrevivido a las cuevas, al derecho, a la pernada, las barbaries,
las hogueras, las dictaduras, la discriminación, diciendo el viejo conjuro para
soñar, resguardar la memoria, revivir y recrear el mundo, sin trabas de género,
con la poesía que salve al ser humano, en la cueva, en el castillo o en una
ciudad, en un mundo patriarcal que se derrumba, gracias a poemas dichos hace
siglos, una poesía auténtica.
Este es uno de los modos
de recuperar la voz, la garganta, a través de las cuerdas vibrantes de las
mujeres., así lo señala Esther:
La enfermedad
se abre como una flor
se abre como
una interrogante
cuya respuesta
no existe.
Porque
la enfermedad verdadera, es de la garganta, es no poder expresarse, no poder
decir, habitar la mudez. Podemos señalar que las mujeres no tenían voz, que
habían sido colonizadas por el lenguaje dominante.
La enfermedad
se abre como una
flor de sangre
enllagada de vida
flor
pasionaria cuyos pétalos
ulceran la
nívea piel.
Así,
ellas, herederas de esas primeras palabras que dijeron en el Edén, antes de que
las corrieran, es la tarea que las enferma, por la hostilidad, el rechazo, han
hecho del lenguaje de las mujeres una desviación de la norma: murmullo,
susurro, chisme, tontería, frivolidad, palabrería, vacuidad, falta de
inteligencia.
La enfermedad
se abre en mí
mostrando su
único ojo
en medio de
mis piernas.
Esther
nos muestra que las mujeres hoy están escribiendo con la palabra desobediente,
como cuando salieron del Edén, la palabra que también les pertenece.
Hubo idas y venidas,
progresos y retrocesos, hay mujeres que escriben lo que siempre y algunas que
desentonaron; ahora hay voces que son incómodas para la moral establecida,
voces como la de Esther que ayudan a pensar, con responsabilidad estética, con
pasión, buceando, animándose a bajar a las profundidades de la condición humana
y mirar y descifrar, allí donde se esconde lo más secreto, lo que tiene relación con lo que no se nombra, por buscar
la infinita energía que la diferencia
puede desarrollar, si no es ocultada, negada o humillada, como lo ha sido
durante siglos.
No hablo yo,
habla mi cuerpo
mi cuerpo
interrogante
cuya única
respuesta es la enfermedad.
Pasión
necesaria, presente en las palabras de las mujeres, como el dolor del vientre
abierto y la garganta lacerada, cuya historia es aquella saga de la mitad del
mundo que escribe y reescribe a lo largo de la historia de carencias y que
todavía muchos no son capaces de leer.
Mamá es un animal negro que va de largo por las alcobas blancas, Esther M. García, Ed. Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, México, 2017.
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PEDRO SALVADOR
ALE. Poeta. Estudió Filosofía y Letras en
Córdoba, Argentina. Jefe del departamento editorial y director de la Revista de la UAEM. Colaborador de El Sol de Toluca, La Voz del Interior y Revista de la UAEM. Actualmente dirige
la revista y editorial Norte/Sur.
Premio Estatal de Poesía 1983, Toluca, por Manuscritos de la memoria del sueño. Premio Nacional de Poesía Joven de México Elías Nandino 1985 por De monstruos, biografías y pájaros. Premio Nacional de Poesía Clemente López Trujillo 1986, Mérida, por El alucinante viaje del afilador de cuchillos. Premio de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 1991 por Navegaciones. En el año 2000 la Sociedad Argentina de Escritores y la Municipalidad de Córdoba, Argentina lo nombraron Visitante distinguido. En el año 2001, el H. Ayuntamiento de Toluca le realizó un homenaje con una serie de conferencias y exposición de su obra.
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