Uno
de estos días por la tarde, me senté al televisor a ver canales culturales. No
recuerdo muy bien si fue el canal 22 donde Silvia Lemus hacía una entrevista a
una escritora muy joven, casi jovencita diría yo. En ese momento apareció la
portada de su libro: Como piensan las
piedras.
Después de terminada la
entrevista, regresé de nuevo a mi trabajo en la computadora, pero no lo
continué. Entre a Google buscando el nombre de Brenda Lozano para saber de
ella, pues no salía de mi asombro de que hubiese una escritora tan joven en México.
Encontré información sobre su vida y sus obras ya publicadas: Todo nada, Cuaderno ideal y Cómo piensan
las piedras. Lo más asombroso fue que a la edad de 23 y 24 años publicó su
primera novela. Acto seguido, solicité sus libros y a los tres días me llegaron.
Comencé a leer Todo nada, la cual
terminé hace apenas unos días.
Así pues, hoy hablaremos
de esta novela de la cual no salgo también de mi asombro por su admirable
precocidad. Una novela muy decidida, fresca, escrita sin miedo. Leí todas las
reseñas que pude encontrar sobre ella y la mayoría se centraban en el guion de
la historia; un abuelo y su nieta y la convivencia entre ambos en el último año
de vida del primero. Definitivamente una novela emotiva y muy libre, pues
parece que se le hubiese escapado de los dedos al teclado como un diario muy
serio de esa convivencia en la adolescencia.
Cuando
decidí reseñar este libro, recordé a A. Oriol Anguera quién escribió un libro
interesante: Para entender a Picasso
(Costa Amic, 1973), en el que, en la justificación de mismo, hace una cita de
Santiago Ramón y Cajal aparecida en el libro Tónicos de la Voluntad. En él da consejos y reglas para publicar y
dice: “1. Tener algo nuevo que contar. 2. Decirlo. 3. Callarse en cuanto quede
dicho.” Haciendo mención de ello porque de Picasso ya se había dicho mucho y
nada nuevo.
“Me encanta sentir el peso de los
libros” le contestó a Silvia Lemus cuando ésta le pregunto si leía libros
electrónicos.
Después de la
lectura del libro de Brenda Lozano, descubrí que en él había mensajes “ocultos”;
mensajes que saltan cada tanto de la lectura. Uno de estos mensajes lo descubrí
en la entrevista con Silvia Lemus y me quedó muy presente. Casi diría que por
esa opinión, sin aun haberla leído, me ganó la autora. Mensaje que también por
ahí aparecen en varias de sus entrevistas. “Me encanta sentir el peso de los
libros” le contestó a Silvia Lemus cuando ésta le pregunto si leía libros
electrónicos. La respuesta fue contundente.
Ya
en la novela, hay un párrafo donde escribe “Mi padre hizo lo posible para que
abandonara la lectura (…) para mí la lectura fue una adversidad y un placer. Mi
padre no sabía que allí, en mi cuarto, con la lamparita de noche encendida, con
letras delante de los ojos, estaba el placer.” ¡Qué manera de describir su
gusto por la lectura y los libros desde la infancia!
Muchos de los
párrafos, al describir al abuelo de la novela, tienen que ver con los libros: “Entra
a la biblioteca. Toma un libro. Se sienta en su sillón de piel. Hojea”. Otra
más del abuelo que era médico: “Me honra tanto atender un paciente como atender
a un libro”. Y otras dos: “leía palabras más interesantes que las que mi padre
decía en la mesa”; “más de alguna vez nos hemos regalado libros”. Desconozco si
hay algo de autobiográfico en la novela, quiero suponer que sí, pues esa
referencia a los libros y la lectura se refleja en las opiniones de Brenda
Lozano en sus entrevistas, donde además aparece casi siempre detrás de ella
como fondo, un librero repleto de libros.
Ya
casi al final de la novela en la página 117 de la edición de Tusquets el abuelo
da la clave de la función de la lectura: “Soy médico y lector. Ser lector es
más natural que ser escritor. No me gusta complicarme. Salvo vidas y los libros
me salvan”.
Quiero
decir que la pasión de Brenda Lozano es mi pasión también, por esa razón fueron
tan significativos esos párrafos donde alude a tan íntimo placer, la lectura.
Ahora, como recomienda Santiago Ramón y Cajal, hay que “callarse en cuanto
quede dicho”, cuando suponemos que hemos dicho algo nuevo.
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RAMÓN VENTURA
ESQUEDA (Colima,
1955). Arquitecto de formación por la Universidad Autónoma del Estado de
México. Miembro de los talleres literarios de la Casa de la Cultura coordinados
por Víctor Manuel Cárdenas 1981/82. Museógrafo diplomado en Arte Mexicano, con
un master en Diseño Bioclimático. Ha publicado en los periódicos
colimenses Diario de Colima, Ecos de la Costa, El Comentario y
la revista Palapa en su primera época. Coautor en el libro Carlos
Mijares Bracho Maestro Universitario distinguido, en los volúmenes I, II,
III y IV de la colección Puntal. Ha participado con crónica en los volúmenes
II, III, IV y VI de los coloquios regionales de Crónica, historia y narrativa.
Actualmente publica en el suplemento “El Comentario Semanal” del periódico el
Comentario de la Universidad de Colima, la columna “De ocio y arquitectura”.
1 Comentarios
AMENO,
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