La política, es decir la democracia occidental
actual, necesita ser tratada desde una perspectiva de la genitalidad, al menos
semántica, para deconstruir el falogocentrismo que señalaba Derrida, y que ello
devenga, en una suerte de invaginación o lectura de la vulva de lo democrático.
Arribaremos a la conclusión de que la sociedad disciplinar que describió paso a
ser una sociedad prostibularia, de intercambio por el intercambio mismo en
donde lo democrático es la regla que funge para su estricto cumplimiento.
En los tiempos
“foucaultianos” la mayoría de los países occidentales, salían de las
experiencias bélicas, por intermedio de procesos políticos, con ingentes dosis
totalitarias y la idea de libertad, asociado a una suerte de “revival” de lo
democrático clásico, se imponía como una suerte de imposible a alcanzar o
consumar. De hecho, en la definición de manual, la básica, la tradicional, la
de a grandes rasgos, podríamos citar las siguientes líneas como las más
representativas del pensamiento nodal de Michael Foucault que entre tantos
conceptos referenciales entronizo la de Sociedad disciplinaria: “Es aquella
sociedad en la cual el comando social se construye a través de una difusa red
de dispositifs o aparatos que producen y regulan costumbres, hábitos y
prácticas productivas. La puesta en marcha de esta sociedad, asegurando la
obediencia a sus reglas y a sus mecanismos de inclusión y / o exclusión, es
lograda por medio de instituciones disciplinarias (la prisión, la fábrica, el
asilo, el hospital, la universidad, la escuela, etc.) que estructuran el
terreno social y presentan lógicas adecuadas a la razón de la disciplina. El
poder disciplinario gobierna, en efecto, estructurando los parámetros y límites
del pensamiento y la práctica, sancionando y prescribiendo los comportamientos
normales y / o desviados”.
Desde la propia muerte
del citado, que alcanzaba de tal manera la consecución de hacer de su propia
vida, como la propondría para todos, una obra de arte, la enfermedad que lo
devasto, tomó un significado bajo los propios términos que también utilizó para
definir y describir la sociedad en la que había sido arrojado a la existencia.
La estructura de su sistema inmunológico no encontraba mecanismo para combatir,
y en tal tiempo la ciencia tampoco llegaba a una respuesta que otorgara ayuda
cierta, a lo que se empezaba a conocer como el HIV, que, culturalmente, se
replicaba, confusa como maquinalmente, como una suerte de castigo pecaminoso a
quiénes no tuvieran comportamientos sexuales, permitidos por las estructuras no
solo dominantes, sino reinantes o existentes.
El duelo de los
padecientes de tal sociedad disciplinaria (es decir el tiempo que
necesariamente les debe llevar el asimilar los dolores que les han sido
propinados por vivir bajo tales términos), como las generaciones herederas de
la misma, no debe obliterar, ocluir o imposibilitar que vislumbremos, todos
juntos, como de esta forma, de este tipo, de esta escenografía compleja en
donde fluctúan las latencias del poder, las manifestaciones individuales que
pretenden confluir en un colectivo, comprendamos que estamos forjando, casi
como un sucedáneo, como una relación de causa-consecuencia, un nuevo estadio,
el pase de tal sociedad disciplinaria a una sociedad prostibularia.
La mercantilización no solo del tiempo y del espacio,
sino, la ilimitación del intercambio, la anarquía que difumina la escisión de
bienes de uso y de cambio, el raleo que como interdicto, hace estrechar el
derecho con la libertad, y en donde el concepto, no ya el lenguaje, esta
articulado, como inscripto en otro lugar de lo político.
Como
elemento teórico sostendremos que la sociedad disciplinaria, tenía como
elemento ontológico, espiritual o subyacente, el deseo arquetípico humano de
controlar la anarquía del azar, a partir de tal axioma, se constituyó, como
bien lo describió Foucault, en un andamiaje, a decir de Bentham en un
panóptico, que, de un tiempo a esta parte, nos regula, de otra forma, bajo
otros mecanismos, tras la máscara de lo prostibulario y que posee como
principio activo, no ya una suerte de deseo de control de lo incierto, dado que
esto mismo se logró mediante la
conquista de lo democrático, la victoria de lo libertario por sobre lo azaroso,
sino la multiplicación, ad infinitum, del intercambio, de la traducibilidad de
la traducción, la subdivisión en partículas elementales de la individualidad y
la individuación.
Esto es lo prostibulario.
La mercantilización no solo del tiempo y del espacio, sino, la ilimitación del
intercambio, la anarquía que difumina la escisión de bienes de uso y de cambio,
el raleo que como interdicto, hace estrechar el derecho con la libertad, y en
donde el concepto, no ya el lenguaje, esta articulado, como inscripto en otro
lugar de lo político.
La
democracia prostibularia (somos las prostitutas del Café Photo de San Pablo).
“En
tal lugar, son las prostitutas quiénes escogen a sus clientes. Los hombres (los
posibles clientes) entran, se sientan a una mesa, piden una copa y esperan
mientras las mujeres los observan. Si una mujer encuentra a alguno aceptable,
se sienta a su mesa, deja que le invita a una copa y entabla conversación sobre
algún tema intelectual, generalmente relacionado con la vida cultural, a veces
incluso teoría del arte. Sí el hombre le parece lo bastante brillante y
atractivo, le pregunta si le gustaría acostarse con ella y le comunica el
precio” (Zizek, S. Problemas en el paraíso. Pág 26. Anagrama. Barcelona. 2016).
En este prostíbulo
democrático, no por casualidad, también en Brasil y en San Pablo, se dio en los
ochenta la experiencia futbolística de la “Democracia Corinthiana”, liderada
por Sócrates, un modelo de autogestión dirigencial como deportiva, se garantiza
la liberta de la puta, del gato (Zizek relata, que le han comentado que es una
experiencia clasista, de allí que usemos la categoría gato que sí bien hasta no
hace mucho en Argentina se usaba para señalar a la prostituta de nivel, la
caracterización gato, devino en señalar al más débil, al más dependiente o
sirviente de una población carcelaria, en la actualidad es usado incluso como
insulto político) una libertad, a todas luces, ficta, por no declararla
perversa. Puertas afuera del prostíbulo, la prostituta no ganará ni el diez por
ciento de lo que ganaría adentro, en cualquier otro trabajo. Por tanto esa
libertad, más que relativa, esta conculcada. Lo mismo les ocurre a las
comunidades occidentales, cuando se le dice que cada dos años, es libre de
votar a quién desee. No sólo que están condicionadas por las propias leyes (el
poder legislativo otorgando el monopolio de la representación a los partidos, o
estableciendo sistemas de elecciones internas que no se cumplen o que devienen
en última instancia en la elección de un todopoderoso que unge a los que desea)
por las ejecuciones de las mismas (el poder ejecutivo que en tiempos
electorales otorga más publicidad a los que medios que se muestran como sus
partidarios, mayores recursos en contante y sonante para sus adeptos) sino
también por el principal de los poderes que sostiene este andamiaje de la
democracia prostibularia. En el mismo libro citado, el esloveno Zizek, narra
que en su país el Tribunal Constitucional en diciembre de 2012, frenó un
referéndum para que la población se expresara acerca de una política económica
clave. El crítico de cine, tal como venimos sosteniendo, sin advertir que es el
eje principal, señala la limitación que el poder realiza desde el judicial a la
ficción democrática. Sí el día de mañana los ciudadanos de cualquier país,
deciden acudir a sus tribunales en forma masiva y sincronizada, para enjuiciar
a los políticos que no cumplen sus promesas, a cuestionar la brecha entre la
teoría y la práctica, entre la letra de la ley y su traducción con la realidad,
por no decir que cuestione fundamentos que damos por hecho como naturales que
no son tales: por ejemplo la supuesta igualdad en el número del voto para un
ciudadano en el que el estado estuvo presente en su educación, en su salud en
brindarle posibilidades laborales y para quiénes no, o en el patrimonio
exclusivo y excluyente de los graduados en leyes, para litigar o reclamar ese
servicio público de justicia, los resultados serían a todas luces,
escandalosos. El judicial, correría su velo y se mostraría tal cual es, un
poder, el principal poder que sostiene los privilegios de unos pocos, para
someter a derecho al resto y disciplinarlos con la posibilidad de castigo o
penalidad en caso de que lo desafíen, subvirtiéndolo o intentándolo.
La democracia, funge, en
lo prostibulario, como la fachada libertaria, que hace funcionar en perspectiva
prostitucional a la dimensión de lo colectivo. La democracia como sistema
prostituido y prostituyente, se sostiene en el recuerdo que lo anterior (las
dictaduras o guerras en los tiempos de la sociedad disciplinaria) será siempre
peor, como si la situación tuviese un obligado regreso en el tiempo (es decir como
la falsa opción que bien podría tener una prostituta o un prostituto de
expresar que se prostituye no sólo en uso de su libertad, sino porque su
anterior trabajo era peor y que en el caso de no prostituirse, deberá regresar
a aquello pasado oprobioso).
“La suerte es la
divinidad propiamente democrática; vale decir la divinidad de los iguales o más
precisamente de los pobres-si entendemos democracia en sentido griego, esto es
como dominio de los pobres sobre los ricos. Divinidad que preside el régimen que
resulta del arrebato del poder a los ricos por los pobres-pues la institución
democrática es por lo general de procedencia revolucionaria: surge de las armas
y, cuando no, del miedo-, una vez que ese arrebato ha logrado prosperar
encomienda su organización al imperio de la suerte. (Tatián, D. “La conjura de
los justos”. Editorial Las Cuarenta.
2009. Buenos Aires. Pág. 108.)
Lo bueno de lo
democrático, es lo excelsamente narrado por Tatián. Lo prostibulario, a
diferencia de lo disciplinario, nos permite cierta reconciliación con lo
azaroso, con nuestra naturaleza incierta. La democracia nos aleja por
definición a regímenes en donde se establezcan mandatos específicos y
puntuales, por más que estos, tengan como fin, por ejemplo, vencer o reducir la
pobreza. La esencia de lo prostibulario es precisamente, que prefiere
entregarlo todo, a cambio de esa supuesta sensación de libertad, que como si
fuese poco, al final de la relación, obtiene un premio, o un resultante. Un
producto, un número, un intercambio. Cualquiera entonces, puede tener la
suerte, de encontrar un “cliente” que le dé mucho más que lo qué uno, en
condición de prostituta/o supone que le ha brindado. La perspectiva es que la
suerte podría estar de nuestro lado y no necesariamente en contra.
La complexión tanto
teórica como práctica de lo democrático se define por lo prostibulario. Lo que
habla, como lo que calla, lo que cuenta como lo que oculta la democracia, está
inscripto en un intercambio de intercambio, en donde lo único que vale es el
interés, material que se cree tener, ilusamente, por la traducibilidad de las
traducciones de las diversas relaciones, en donde sólo impera la perversidad de
intercambiar, sin ton ni son, aviesa como sobre todo, acumulativamente.
El banco en donde
finalmente se depositan las ganancias de todos y cada uno de los intercambios,
no es ni más ni menos, el sistema económico-financiero, que vuelve a traducir
en contante y sonante, aquello que en un comienzo fue el fluido del trabajador
transpirado, el flujo del amante, la saliva del profesional de la palabra, y
todo lo que salga del cuerpo, biopolítico, del humano, que no escapara sino
hasta después de su olvido (un paso más allá de la muerte física) a la
atracción generada por el magnetismo irredento, de la vulva prostibularia de la
que ha salido y a la que volverá el humano.
La democracia no puede mantener lealtad con lo
azaroso, o se somete a sus dictados, o busca arroparlo bajo sus
consideraciones.
El
problema de lo democrático, en todo caso, la no resolución, o la no
satisfacción que le genera al humano que el azar puede estar siempre de su lado
(un imposible por otro lado), implica finalmente al azar, en su maridaje, en su
complicidad con lo democrático. Lo observamos en la siguiente cita, del texto
de Ranciére, J. El odio a la democracia: “La Democracia es, ante todo, esa condición
paradójica de la política, ese punto en el que toda legitimidad se confronta con
su ausencia de legitimidad última, con la contingencia igualitaria que sostiene
a la contingencia desigualitaria misma”, (o.c. pag.134).
La democracia no puede
mantener lealtad con lo azaroso, o se somete a sus dictados, o busca arroparlo
bajo sus consideraciones. Sin embargo, en la condición prostibularia la
democracia, sustentada en el capitalismo-liberal, articula, en cada
circunstancia propicia, una suerte de negociación de partes, las relaciones que
quiere librar, mantener, y el precio se regula en ese libre juego de oferta y
demanda, en donde los que pierden perpetuamente, no creen que siempre y
sempiternamente tal situación seguirá así y los que ganan no temen que las
cosas se modifiquen en nombre de la libertad o consagrando tal conservadurismo
bajo el manto protector del libre albedrío.
Conminados
a lo que sucederá con cada uno de nosotros, en nuestro próximo intercambio, en
nuestra próxima cita prostibularia, que será en tanto y en cuanto la queramos
ver, como un dictado de una necesidad que nos trasciende, como la imposición de
un sistema que se nos ha montado o como una libre elección, el número nos dirá
a cuenta hemos llegado.
No nos podemos quejar, al
menos en términos psicoanalíticos podríamos decir que hemos pasado de la
palabra al número. “Si he intentado elaborar algo no es una metafísica o una
nueva lingüística sino una teoría de la intersubjetividad, una teoría del
sujeto. En ella el lenguaje es fundamental, pero hay que precisar que desde
Freud, el centro del hombre no está ya allí dónde se lo creía, sino en Otro
escenario, y hay que construir de nuevo a partir de allí” (Entrevista,
realizada por Madeleine Chapsal a Jacques Lacan, periódico L’Express, el 31 de
mayo de 1957, en su número 310. pp. 20-22). Desde la sociedad prostibularia,
podamos constituir tal vez una teoría de la subjetividad o psicoanalítica, que
tenga que ver con el número como eje y con la vagina como lugar.
________
FRANCISCO TOMÁS GONZÁLEZ CABAÑAS. Nivel
Secundario Completo (1993-1997), Licenciatura en Filosofía (USAL) (1998-2001),
Licenciatura en Psicología (UP) (1998-1999), Licenciatura en Ciencias Política
(UCA)(1999-2000), y Licenciatura en Comunicación (UCES) (2000-2001). Desistió
de culminar los mismos y continúo formación autodidacta. Ha publicado los
libros: El Macabro fundamento (Editorial
Dunken, 1999); El hijo del Pecado (Editorial
Moglia, 2013); El voto Compensatorio
(Editorial Ediciones Académicas Españolas, Alemania, 2015); La Democracia Incierta (Editorial SB, 2015);
El acabose democrático (Ápeiron
Ediciones, 2017). Blog:
chaufeudales.blogspot.com.ar
0 Comentarios
Recordamos a nuestros lectores que todo mensaje de crítica, opinión o cuestionamiento sobre notas publicadas en la revista, debe estar firmado e identificado con su nombre completo, correo electrónico o enlace a redes sociales. NO PERMITIMOS MENSAJES ANÓNIMOS. ¡Queremos saber quién eres! Todos los comentarios se moderan y luego se publican. Gracias.