Lo más lógico es iniciar este texto, felicitando a los maestros. Lo hago, porque muchos de ellos se merecen los mejores deseos y esas cosas maravillosas que ofrece la vida. Otros, sinceramente, no entran en este grupo.
Creo que la escuela en México está por los suelos no porque sus planes y eso que llaman reforma, estén mal planteados. Tal vez es porque quienes están a cargo de implementarla en los salones, no estén en la mejor disposición de hacerlo. Los cambios comienzan en el interior de las personas, es lo que pienso, entonces, una forma nueva de enseñar no modifica nada si no es el maestro, docente, facilitador quien decida aplicarse a esos nuevos rumbos.
Digo también que las leyes y el marco legal que nos rige como sociedad no es malo; sí quienes lo tergiversan, lo alteran, lo amañan para su propio beneficio. Recuerdo que uno de mis maestros decía que las leyes se hicieron para que pudiéramos vivir armónicamente junto con el otro. Aquí lo armónico, en repetidas ocasiones sale sobrando porque al aplicar las leyes se piensa en unos pocos y se olvida a la gran mayoría.
Hay maestros, como dije, que dejan el corazón en cada unos de sus alumnos. Otros no y por ellos digo que la escuela no es un buen lugar para ser feliz. Enumero las razones:
- No enseñan y las clases libres o las clases de "como que hacemos" están de moda.
- El chisme es el mejor ingrediente de las conversaciones en los pasillos, la tiendita o cafetería.
- Poca o nula creatividad y aún en contra de la tecnología dentro del salón de clase. Sorpréndanse: maestros también muy jóvenes negados al uso de esas herramientas.
- No hay confianza, no hay complicidad.
- Odian a determinados alumnos y muchas veces porque se les pregunta o cuestiona un punto de la materia. Y ya no sueltan. El resto del año te siguen odiando.
- No pueden cerrar sus redes sociales estén en la computadora o en el celular.
- Se olvidan de enseñar con el ejemplo.
- Nos piden que leamos pero nunca se les ve con un libro.
- Tienen récord de faltas. Y por ello, no hay continuidad en la materia. No sabemos ni en dónde vamos.
- Se olvidan de ser guía, de mostrarnos el camino, sus alcances y sus orillas.
- No cumplen con los acuerdos entre alumno y profesor. Por ejemplo, apoyo, trabajo para regularizarnos, etc.
- Tienen mal carácter y no hay forma de cambiarlo.
- No son felices.
Y en este último punto está la clave. ¿Pretenden que la escuela nos guste cuando a muchos de mis queridos docentes no les agrada en lo mínimo porque el azar los puso frente a un grupo de treinta o cuarenta niños? ¿Los alumnos tenemos la culpa de que su sueldo sea cada vez más mísero y tengan entonces que dividir su jornada de trabajo en dos o tres escuelas más? Sí, es injusto y un tema pendiente en las políticas del país pero insisto ¿tengo la culpa?
Maestros, mañana, cuando regresen al aula de clase, pueden comenzar si se proponen, junto con sus alumnos, la mejor aventura de su vida.
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