De
origen incierto, la palabra Marabunta significa: “Población masiva de ciertas
hormigas migratorias, que devoran a su paso todo lo comestible que encuentran” (RAE)
o bien: “Cada año, miles de indocumentados centroamericanos se internan en
territorio nacional con el fin de alcanzar la frontera con Estados Unidos. De
ellos, tres cuartas partes no llegarán a ver cumplido el sueño americano, pues
los esperan miles de kilómetros de peligroso y difícil camino” (Diario del Sur).
Una Marabunta es un libro que enfoca su poder y su palabra en la evidencia del
miedo. Una Marabunta fechada en el año 2017 que divide su voracidad en siete
términos: Los ceiberos trashumantes, El cíclope de Dios, Lengua de dos filos,
Siglos de tinta fantasma, Marabunta, Insomnio de Centroamérica y Las orillas del
mundo.
Padre
e hijo atraviesan el Río Suchiate con el fin vender su mercancía: río ya sin memoria: no es agua la que corre
hacia el mar, / es la sangre de niños, mujeres y hombres / migrantes, de historias de dolor,
incertidumbre y muerte. Marabunta es la historia de los labrados de hambre, sed
y frío.
Figuran escenarios entre aguas y
rieles, los ojos de un Yo que mira terriblemente empático el sufrimiento de los
otros. Podríamos decir que los migrantes en este libro personifican y alimentan
la figura de un Migrante Total, de un Hombre de Paso que deja tras de sí jirones
de carne, a veces jirones de miedo.
Bajo una noche apátrida, reitera constantemente el poeta, una noche que tiende
a morir, los hombres caminan, los que en palabras de Roque Dalton están cosidos
a balazos y son eternos indocumentados, pero sobre todo son los mejores
artesanos del mundo.
La dureza de estos poemas surge
cuando la certeza de la muerte se vuelve en realidad la única certeza: los bastardos de la muerte / (migras,
narcos, policías, malandros) / me tocan al hombro y mutilan mis sueños: / mejor
lanzarse a la guillotina de la noche y morir bajo las ruedas de La Bestia, / que
pesan menos que el odio. Pero la Marabunta del camino no lo es todo: existe
también la comunión del pan que surge cuando dos mitades de un francés se
llenan de virutas, sílabas de pollo, lascas de milanesa y las cosas olvidadas y
restantes. Basta pues el fuego del comal para sanar el hambre a
cuentagotas. La Marabunta habla: más de
120,000 centroamericanos han muerto o desaparecido en la frontera. La Marabunta
habla y deja huesos, algunas ropas y familias en la miseria y en la lucha. La
Marabunta es tierra de todas partes.
La crudeza de algunos pasajes de
este libro es incontenible. En el apartado Siglos de tinta fantasma, Balam
Rodrigo retoma una anécdota donde el peso de la bandera, el ser mexicano y
comerciante en Centroamérica significa: ser funambulista entre los que nada
tienen: Mi padre me enseñó este duro pero
hermoso oficio: / la acrobacia del mercader ambulante, / la venta de mercancías
de marchante en marchante: / el comercio de sueños entre aquellos / que poco
tienen para soñar.
Mara Salvatrucha o MS13 es el nombre
de una maldición. Uno de los personajes que aparecen en estos poemas, Juan
López, apóstol del cemento y el alcohol, camina por las calles y lleva en su
cuerpo un tatuaje bajo la consigna Mara –cuatro letras solamente– y como por
cuestión de un azar pero destino, lleva la camisa de un equipo de futbol: tiene
el dorsal número trece. Es albañil y camina como todos los hombres con un
agujero en el estómago. Tres calles arriba, las Fuerzas Especiales Antimara lo
acechan y lo detienen: es cuestionado por su número y tatuaje. Recibe un golpe
seco y Juan López trae a su memoria otras escenas. Sonríe: Juan siente que flota y se hunde en un mar de algodones de ceiba, / en
un infinito mar de granos de café, / en el inmenso y verde mar de la noche en
Tapachula. Presagio brutal, Juan López es encerrado y acusado de pertenecer
a la Mara Salvatrucha o MS13. Versos después se nos revela: Juan López lleva
tatuada la maldición de cuatro letras: Mara, es decir, el nombre de su esposa:
Mara Noemí Hernández Sántiz. La mujer de Juan entonces recupera a su esposo a
medio morir. Abre la biblia y lee: No me
llaméis Noemí, sino llamadme Mara, / porque en grande amargura / me ha puesto
el Todopoderoso. Juan López no fue
un Mara pero fue devorado por la Marabunta.
La forma en que se desenvuelve este
libro no puede ser otra: narrativo, ágil y de lenguaje natural. Balam Rodrigo
afirma que estas páginas fueron escritas con el propósito de que al menos un
par de libros le gustaran a su padre, y que fueran entendidos tanto por él como
por cualquier otra persona, particularmente quienes puedan reflejarse en los
poemas de carácter testimonial. La Marabunta habla y es testimonio de los
120,000 desaparecidos y muertos, de los que esperan a sus seres queridos con la
poca fe que el hambre permite sostener, con el poco amor que pueda quedar por
el aire.
La obra de Balam Rodrigo responde a las inquietudes estéticas e ideológicas de aquél que aparentemente pertenece a Norteamérica y es mexicano, pero en el fondo pertenece a Centroamérica, a Chiapas y es habitante del mundo. Poeta apátrida quien escribe, de sombra mutilada por los hermanos también mutilados, el presente libro, Marabunta, es la inauguración de la trilogía centroamericana que reza el testimonio de los muertos de pobreza y de sueños. Las raíces de la barbarie han comenzado / a agigantar su terco paso y el poeta lucha con el arma que le corresponde: el lenguaje.
Las orillas del mundo, nombre del
apartado final, es una elegía al padre cuyo fin es revelar a la figura paterna
como parte fundamental del arraigo de la voz lírica para con Centroamérica: Levantabas el machete de tu entereza para
segar el miedo […] Nunca bajaste la mirada para arrojar al
suelo los signos de la duda, ni habitó en tu boca el insecto cruel de la
desesperanza., más adelante, nos dice: En
el aire de Guatemala y Soconusco permanece tu voz, padre, partiendo en dos la
frontera y las aguas muertas del río Suchiate. En el espacio de Marabunta,
este último apartado regresa a las primeras líneas del volumen: El rio y el
viaje padre e hijo, la función del movimiento como actividad empática y humana.
Líneas atrás hemos recordado que el mismo autor afirma que este libro es por y
para su padre (hombre que a su vez es todos los centroamericanos del mundo), y
las últimas palabras de este libro, el último poema, nos dice: Padre, tu libro
ha sido escrito por un hombre roto y vencido por la interminable hondura de tu
partida, causada por las invisibles tenazas del cangrejo solar que devoró tu
hígado y lo encadenó a la montaña del dolor. Efigies del águila y del quetzal grabadas en las monedas de las dos
patrias que mi madre puso en tus ojos y en tu boca, para que el balsero pudiese
llevar tu cuerpo al otro lado del mundo.
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DANIEL MEDINA
(Mérida, Yucatán; 1996) es autor del libro de poemas Una extraña música/A
strange music (Ofi Press, 2017). Obtuvo el Premio INBA-CEDART de Poesía 100
Años de letras mexicanas 2014, el Premio Nacional de Poesía Joven Jorge Lara
2014, Mención Honorífica en el Premio Internacional Caribe-Isla Mujeres de
Poesía 2015 y el Premio Peninsular de Poesía José Díaz Bolio 2017. Becario del
PECDA Jóvenes Creadores (2017-2018) en el área de poesía. Poemas suyos han sido
traducidos al inglés, albanés e italiano. Dirige Ediciones O.
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