Abrir este viejo libro, de una antología
con viejos poemas, cuyo título es contundente: Tarde o temprano, es descubrir un enigma. Publicado por allá en
1980 por el Fondo de Cultura Económica, es una de las primeras antologías del
gran poeta mexicano José Emilio Pacheco, que reúne sus poemas escritos entre
1958 y 1978. El libro recopila los poemas de Los elementos de la noche, El reposo del fuego, No me preguntes como
pasa el tiempo, Irás y no volverás, Islas a la deriva y Desde entonces.
Esta
antología es un libro invaluable para mí, pues le cabe la fortuna de tener
escrita una dedicatoria de puño y letra del autor, el poeta José Emilio Pacheco,
además de algunas correcciones a algunos errores de imprenta en algunos poemas,
también de su puño y letra. Es un libro que por diversas circunstancias he
leído y vuelto a leer y está subrayado sutilmente por el que esto escribe. Es
un libro casi de cabecera que siempre, o casi siempre abro, para encontrar en
la página 61, el segundo poema del poemario No
me preguntes como pasa el tiempo (1964-1968): “Transparencia de los Enigmas”.
El poema
fue escrito en octubre de 1966 cuando José Emilio Pacheco tenía apenas 27 años
cumplidos y está considerado como de los más densos, pero para mí, es claro
históricamente hablando. “Transparencia de los Enigmas”, se publicó como parte
del libro, en 1969.
Transparencia
de los enigmas, es decir, clarificar y ver lo oculto de los misterios, los
extraños misterios de nuestra historia, de nuestro pasado, de nuestro presente
y sin ninguna duda de nuestro futuro. Es un poema donde desde su inicio, el
autor nos invita a su lectura y lo hace casi con una advertencia: En serio pensemos en todas las cosas que se
avecinan. Una advertencia que poco a poco va dando de qué hablar, porque la historia sabe, recuerda su deber
de trastornar las profecías.
Habla de que ya no existen
misterios, ni pensamientos mágicos;
la rueda de la historia es indetenible, avasalladora, e inevitable su profunda
huella en los hechos, porque se …convierten
en palabras las figuras atrapadas en cartas.
Todos
esos símbolos que flotan en el aire son muy claros, basta mirar lo que hoy ocurre. Es suficiente leer el periódico, donde
la realidad es tan precisa como abrir un libro y encontrar la página buscada
sin buscarla, desvelando paulatinamente el secreto de la realidad que se
avecina, que se profetiza entre las líneas de los catorce versos que componen
el poema. Aunque en el mismo, el autor diga que el mundo está harto de
profetas.
¿Qué
cosas se avecinaban según José Emilio Pacheco? No lo sabemos, acaso ni siquiera
el poeta: “…podríamos lamentar…” o “…nos pesará…”, escribe. Nunca queda claro qué. Hay que adivinarlo
entonces, hay que descífralo y para ello abona en todos los versos sobre lo que
ahora se ve y sucede, y que algo diferente e inesperado sucederá en el futuro.
La
realidad destruye la ficción nuevamente, una
frase más para señalar que algo sigue sucediendo en el poema y sucederá en la
realidad. Y entra de lleno al verso donde se lava las manos cuando señala: Y dispongan de mi según mis culpas. (…) nada
me ampara sino la lealtad a mi confusión. Yo también tengo dudas, yo también no se
que pasa y estoy confundido y no sé lo que se avecina.
Finalmente,
el poeta se despide Será mejor, entonces
que detengamos el festín (…) y olvidemos (…) todas nuestras teorías sobre el
mal y lo absurdo y la serpiente mordiéndose
la cola, repite la frase con la que inició el poema para cerrarlo: y pensemos en serio en todas las cosas que
ya se avecinan.
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