- Una lectura crítica de El plano oblicuo y Estaciones de Francia recopilan y analizan la obra el escritor mexicano al tiempo de invitar a su relectura
Alfonso Reyes es una
especie de caracol, en cuya concha se puede escuchar el rumor del mar en la
literatura mexicana… Va desde la curiosidad por el teatro indígena, hasta la
literatura del siglo XX”, aseguró el escritor Adolfo Castañón, en el marco de
las celebraciones por el 129 aniversario del natalicio del intelectual llevadas
a cabo en la Capilla Alfonsina.
La Coordinación Nacional de Literatura del INBA presentó Una
lectura crítica de El plano oblicuo y Estaciones de Francia de
Adolfo Castañón, obras que giran en torno a la obra de uno de los intelectuales
más prolíficos de nuestro país, quien además de ser escritor, traductor y
diplomático, impulsó e influenció la obra de autores en ese momento poco
conocidos como Octavio Paz, Juan Rulfo y Jorge Luis Borges.
En la presentación editorial, llevada a cabo en la Casa Museo
Alfonso Reyes, participaron el poeta y ensayista, Adolfo Castañón; el escritor
Armando González Torres, y el poeta José Javier Villarreal, quienes ahondaron
en la obra del llamado “regio universal”, cuya balanza se mueve entre las
aventuras literarias e intelectuales, en lo que fue una cálida invitación a
conocer más de este mexicano considerado un historiador de nuestra literatura.
Alfonso Reyes hace un redescubrimiento de lo que llamaría el
Virreinato de filigrana, los siglos de la Nueva España, y además es muy
conocido por la entrada al mundo precortesiano. Según Adolfo Castañón,
“tiene una visión muy clara de la unión, de ese cemento social discernido en
nuestras tradiciones y en nuestras formas de convivencia”.
Estaciones de Francia, es una antología, publicada
por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), que recoge más de 70 textos
haciendo una reconstrucción de la historia de las letras y la historia de
Francia, en la obra del intelectual mexicano, iniciando con cartas que cuentan
cómo llega al país europeo en 1913, hasta llegar a sus escritos sobre la
Segunda Guerra Mundial y el resurgimiento francés después de la misma.
Su familiaridad y dominio de la cultura francesa, lo acompañó
toda la vida y sus diálogos con esa cultura fueron paralelos a los que sostuvo
con la mexicana. “Para Alfonso Reyes, Francia y París, representaban no sólo lugares,
sino puntos de vista; no sólo un país y una ciudad tentacular, sino un paisaje,
y no sólo un paisaje, sino un forma de habitarlo de cierto modo, una coordenada
íntima, un lugar de la memoria”, escribe en su libro Adolfo Castañón.
El plano oblicuo, de Alfonso Reyes, se reeditó
mediante un convenio entre la UANL y el Fondo de Cultura Económica, en esta
ocasión seguido de un segundo volumen, Una lectura crítica de El plano
oblicuo, conformado por 21 ensayos sobre la colección de prosas del
escritor.
El dossier crítico cuenta con trabajos de especialistas como
Georgina García Gutiérrez Vélez, Margarita Villarreal, Antonio Colinas, Gabriel
Trujillo, Ernesto Lumbreras y Armando González Torres, Ernesto Lumbreras, entre
otros.
Esta doble publicación contiene en su primer volumen, 11 textos
en prosa escritos entre 1910 y 1914, destacando el cuento “La cena”,
considerado el más rico, perfecto y certero de toda la obra.
El plano oblicuo, publicado por primera vez en
Madrid, en 1920, “es un conjunto de relatos que en algunos casos son muy
sintomáticos de su época y, en otros, precedentes de insólita modernidad, que
muestran las diversas inquietudes virtudes y hasta debilidades de Reyes”,
comentó el crítico Armando González Torres.
“Contra lo que parecería indicar, esta obra no fue sistemática
sino azarosa, derivada de sus obsesiones más profundas. El relato se entrecruza
frecuentemente con el ensayo y se vuelve un autor muy exigente, a ratos se
convierte en un escritor para escritores”, finalizó González Torres.
Nacido en 17 de mayo de 1889 en Monterrey, Nuevo León, Alfonso
Reyes Ochoa fue, junto con figuras tan prominentes como Antonio Caso, José
Vasconcelos, uno de los fundadores del Ateneo de la Juventud. A la muerte de su
padre, el general Bernardo Reyes durante la “Decena trágica”, se exilió a
España de 1914 a 1924, periodo en el que destacó como escritor y maestro de la
investigación literaria, colaborando en el Centro de Estudios Históricos de
Madrid y en la distintas publicaciones españolas.
Se desempeñó como diplomático mexicano en España, Francia,
Argentina y Brasil. Como académico presidió la Casa de España en México, hoy el
Colegio de México, fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, docente y
fundador del Colegio Nacional, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes
en Literatura y Lingüística en México.
Alfonso Reyes recibió doctorados Honoris Causa de las
universidades de Princeton, California y Berkeley en los Estados Unidos de América,
y de la Sorbona de París. Falleció el 27 de diciembre de 1959, en la Ciudad de
México.
Imagen | FSM
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