DESTREZA
Nada se compara al modo sagaz de
mover y rasgar con sus dedos, a la manera de acomodar su barbilla en el lugar
preciso y el roce de su joven cabellera cuando me inclinaba para obtener la
posición adecuada. Le adivinaba su intención de concentrarse, de evitar
distracción alguna y ver la forma de alcanzar su mayor disfrute. Sentía la
precisión con la que acercaba su varilla, el diestro arco en la mano, a la vez
que la tensión era manejada con una gran maestría y toda expectación, entre
nosotros, se convertía en armónica realidad. Era en ese momento en que iniciaba
su partita de Bach y era como tocar el cielo con las manos. Afortunadamente,
siempre se reconoció su particular destreza. Ser su instrumento ha sido mi
mayor satisfacción. Ser su violín, ha sido mi mayor orgullo.
PRÁCTICAS
PRIVADAS
Usted se detiene en sí mismo. Se
libera por unos instantes y comienza un trayecto que va desde el cerebro reptil
a los extremos subcutáneos de sus pies (no digamos hasta la punta de sus uñas
porque eso está muy trillado y esto es otra cosa). Va encontrando sorpresas.
Algunas le agradan, otras no. Hay momentos adiposos y otros laxos. Algunos
hallazgos emocionan por su estado de conservación. Otros acongojan, pero son
disimulables. Después de un tiempo prudencial de recorrido, junta todo y vuelve
a colocarlo en el envoltorio original. Limpia los enseres del desayuno y, como
buen hombre que es, se marcha a su trabajo.
LOS
JUEGOS DEL TIEMPO
Cuando se es chico, uno se
entretiene con cualquier cosa. Seguir el camino de las hormigas, raspar paredes
con los dedos para comer trozos de revoque, cazar arañas con moscas o desflorar
las ramas de acacia para jugar a producir nieve perfumada sobre las cabezas
ajenas. Cuando se es grande, la cosa va cambiando. Uno se esfuerza en ir tolerando
los kilos de más y los pelos de menos, anotando las visitas a médicos y
conociendo dolores nuevos, dejando de lado algunos excesos, perdiendo el sueño
más fácilmente y se comienza a hablar del tiempo, del reuma y otros escasos
entretenimientos. Cuando se es viejo, solo se espera. Y la espera es larga y lo
que viene parece que nuca llega. Cada generación tiene su tiempo y modo de
jugar sobre el tablero. Ya tenemos todo dispuesto: dados, barajas, piezas de
ajedrez, lo que deseen. Y para los impacientes, para los que todo lo quieren
ya, como a pedir de boca, preparada también está la ruleta rusa.
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RICARDO ALBERTO BUGARÍN (General Alvear, Mendoza, Argentina, 1962). Escritor, investigador, promotor cultural. Publicó Bagaje (poesía,
1981). En microficciones ha publicado: Bonsai en compota (Macedonia,
Buenos Aires, 2014), Inés se turba sola (Macedonia, Buenos
Aires, 2015), Benignas insanias (Sherezade, Santiago de Chile,
2016) y Ficcionario (La tinta del silencio, México, 2017).
Diversas publicaciones periódicas y revistas especializadas han publicado
trabajos suyos tanto en Argentina como en Ecuador, España, Italia, USA,
Venezuela, Chile, México, Perú, Colombia, Bolivia y Uruguay. Textos de su
libro Bonsai en compota han sido traducidos al francés y
publicados por la Universidad de Poitiers (Francia).
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