Hace muchos años, cuando las
artes plásticas podían en mí más que la literatura, me enamoré de un libro por
su portada; un libro negro y rechoncho de muchos capítulos y muchas páginas,
con el dibujo de un “bebeleche” en la
portada. Ese libro es la primera edición de Rayuela
de Julio Cortázar.
Visitaba
regularmente la casa de unas amigas que se daban el lujo de tener una
biblioteca, modesta, pero biblioteca al fin, no sé si de libros reunidos por su
madre o por ellas, que es lo más seguro, ya que las cuatro hermanas leían y
eran de ideas sociales e intelectuales de vanguardia. Ese libro me llamaba la
atención en ese entonces más por el dibujo de la portada que por el autor, a
quién conocía por una entrevista en la revista “LIFE”.
El
dibujo me recordaba los graffitis y la pintura del español Antoni Tápies,
pintor aformalista que dibujaba y pintaba signos y grafismos inconscientes y
sensibles en su obra y que en ese entonces lo utilizaba como disco rayado en mi
discurso para explicarme la pintura posterior a Picasso. Años después, en una
librería de “viejos” encontré la primera edición de Rayuela, la misma edición de la portada de la que me había
enamorado en casa de mis amigas, la publicada por Editorial Sudamericana.
Muy
ácido y desojado lo compré y lo restauré con cinta transparente para luego
leerlo. Nunca lo he leído completo, aunque he seguido las instrucciones del
autor al inicio de la novela, leerlo de manera corriente y terminar en el
capítulo 56 como se indica o de la otra forma, que da principio en el capítulo
73, siguiendo el orden que se indica en cada capítulo, es decir, medio
salteado. Por fortuna encontré una tercera forma de leerlo: lo abro como decía
mi abuela que se debieran leer los salmos en la Biblia, “donde pongas tu dedo y
el corazón te diga que esta la respuesta” y vaya que he encontrado muchas
respuestas leyéndolo de esta forma, aunque reitero, nunca lo he leído completo
y eso me avergüenza. Me justifica el que esté ante un libro perpetuo, donde se
crea y recrea la literatura reinventándose para encontrar siempre algo nuevo.
He
descubierto que Rayuela tuvo muchas portadas diferentes a las del libro negro
de la primera edición que tanto me gustaba y me sigue gustando, y las seguirá
teniendo mientras se siga publicando, particularmente en las ediciones que
surgen en otros países. Tengo la última, la conmemorativa de los cincuenta años
de su publicación, la de Alfaguara; el libro es más alto, pero aun así, no
adelgaza y ahora es blanco con letras negras en forma de cruz, buscando siempre
la forma del “bebeleche”.
He leído
otros libros de Cortázar y hablar de otros libros, es hablar sobre todo de sus
cuentos; los compre como libros sueltos, hasta que me hice de los tres tomos de
la colección Cuentos completos, eso
me da la libertad de leerlos igual que Rayuela, al azar, donde mi mano abra una
página. Siempre me ha dado la impresión de que Julio Cortázar jugaba a escribir
o jugaba a inventar que escribía. Hablando de los cuentos, me quedo con algunos
para leer siempre, como “Continuidad de los parques”, muy cortito por cierto;
“El Perseguidor” es otro; y una historia de amor maravillosa: “Graffiti”. Por
cierto, éste último, fue una petición que el pintor Antoni Tápies le hizo a
Cortázar para que escribiera un texto para su catálogo de pintura y como el
escritor consideraba que no era crítico de arte “(ni de nada)” le escribió un
cuento que le dedicó.
Me he
enterado más de su vida en una publicación biográfica reciente, titulada Cortázar de la A a la Z, en donde uno
entiende más su obra por el contexto en que se desarrolló su vida entre
Argentina y París; es un libro que se realizó con todos los archivos guardados
amorosa y meticulosamente por Aurora Bernárdez. En fin, Rayuela sigue viva y lo
seguirá, es infinita, llena de historias que se entretejen o se saltean entre
sí, más cercana a la poesía, llena de acertijos y de mensajes que nos dejan una
amplia posibilidad para la escritura, como cuando Julio Cortázar escribe en el
capítulo 71: ¿Qué es en el fondo esa
historia de encontrar un reino milenario, un edén, un otro mundo? Todo lo que
se escribe en estos tiempos y que vale la pena leer está orientado hacia la
nostalgia.
0 Comentarios
Recordamos a nuestros lectores que todo mensaje de crítica, opinión o cuestionamiento sobre notas publicadas en la revista, debe estar firmado e identificado con su nombre completo, correo electrónico o enlace a redes sociales. NO PERMITIMOS MENSAJES ANÓNIMOS. ¡Queremos saber quién eres! Todos los comentarios se moderan y luego se publican. Gracias.