Somos
poetas, escritores y artistas. No todos, pero muchos de los que navegamos por
estas páginas webs y sitios de literatura somo unos verdaderos fanáticos de las
letras. Hemos leído centenares de libros, de todas las épocas y siglos, y
seguimos leyendo, las nuevas voces que emergen de revistas como la nuestra. Tal
vez seas más lector que escritor, lo que no evita que seas un artista también.
Incluso puede que te limites a leer porque crees que no tienes ese 'don' que
tienen los poetas que tanto te gustan. Bueno, yo tampoco tengo ese 'don' mágico
y sumamente abstracto que se les concede a los verdaderos artistas. No. De
hecho, ninguno lo tiene. Nadie tiene un jodido 'don', a nadie la ha tocado Dios
con su dedo índice refulgente. No, joder, ninguno ha sido agraciado con algo
desconocido para la ciencia y ajeno a toda lógica en su cerebro. Simplemente,
escribe porque le gusta escribir. De pequeño le gustaba tanto escribir que no
hacía otra cosa. Esa es la historia de todos los grandes escritores. ¿Crees que
al principio de todo, su primer texto, era una maravilla? Ni de coña. Estaría
lleno de erratas y carecería de estructura. Escribió y mejoró. Si quieres verlo
desde otro punto de vistas: Pintó y mejoró, compuso y mejoró, practicó al piano
y mejoró, revisó libros y mejoró. Es así de sencillo: algo le gustaba,
desarrolló dicha actividad hasta la saciedad y, ¡sorpresa!, mejoró. No metamos
por medio el talento conocido popularmente ni demás hechizos.
Pero
antes, analicemos qué es el talento realmente. A menudo se refiere a él como
dominar una actividad o arte incluso antes de su desarrollo, como si fuese
innato y tuvieses las horas de práctica que todos los demás le han dedicado a
esa actividad por tu sangre. Bueno, miremos directamente lo que dice la RAE al
respecto. Según la RAE que, como sabemos todos, jamás se equivoca y es una
interminable fuente de conocimientos, el talento tiene estas cuatro acepciones:
- Inteligencia
(capacidad de entender).
- Aptitud (capacidad
para el desempeño de algo).
- Persona inteligente
o apta para determinada ocupación.
- Moneda de cuenta de los griegos y de los romanos.
Sin
duda, la más acertada es la cuarta. No tengo nada que objetarle. Las otras
tres...bueno, paso a paso. La primera no está del todo mal. Capacidad de
entender...No dista demasiado de lo que opino. Una persona con talento,
a la hora de aprender cualquier punto relacionado con su arte u oficio,
lógicamente lo pilla todo. ¿Pero es por inteligencia? A ver, me gusta eso de inteligencia
porque denota que no solo hay un tipo de inteligencia, es decir, abre la
puerta a que eliminemos de nuestra memoria eso de “yo soy muy inteligente, en general”. Nos permite preguntarnos “pero... ¿en qué soy inteligente?”
Porque, amigo o amiga mía, no puedes ser inteligente y punto, debe haber algo
más. Ponle un apellido a tu inteligencia, por favor. A su vez, remontándonos al
principio del párrafo, no lo adjudiques todo a la inteligencia. Si a ti te
gusta algo, a poder ser, que te apasione, inevitablemente vas a aprender sobre
ello. Es un proceso que pasa desapercibido porque, claro, no estamos
acostumbrados a aprender divirtiéndonos, pasándolo en grande. En el colegio, en
el instituto, incluso en la universidad, nos acostumbraron a permanecer
callados e inertes, analizando con sumo detalle cada movimiento de las agujas
del reloj. Si no estás pasando un mal rato, si no te estás aburriendo ni
tratando desentrañas qué hiciste mal en tu vida para acabar donde estás ahora
mismo sentado, no somos capaces de catalogarlo como proceso de aprendizaje.
No, has estado toda la tarde escribiendo, o pintando, o jugando al ajedrez. Es
de noches y ni te has dado cuenta. Hacía más de dos horas que deberías haber
cenado. Puede que hasta hayas visto amanecer cuando, en tu mente, apenas hacía
unos minutos que habías desayunado. No te has percatado de todos los cambios
que han habido a tu alrededor y luego, como ha sido un proceso ameno y
entretenido, ¡tienes los santos cojones de decir que has desperdiciado un día
de tu vida! Temes admitir que has hecho algo, has aprendido, has mejorado como
ser humano más de lo que podrías mejorar en dos años de carrera. Lo de hoy ha
sido gratis, ha sido fructífero, ha sido tranquilizador, ¡HA SIDO LA OSTIA!
Tienes la cara dura de menospreciar esas horas solo porque te han venido bien
anímicamente. ¡Vete a la mierda!
Luego
viene la aptitud. Sí, seguimos con la RAE. Se puede enlazar con todo lo dicho
anteriormente. Claro que eres apto ¡Te vuelve jodidamente loco! Faltaría solo
eso; te gusta una actividad, la amas, y resulta que no eres apto... Eso queda
fuera. Luego vienen los que dicen “está
bien que te guste este deporte (por ejemplo), pero no tienes… ya sabes… la chispa, el duende, el TALENTO...”
Toda esta sarta de patrañas se podría simplificar como que no es más que un eufemismo.
En realidad, el entrenador en este caso, dice eso por no decir: “A ver, todos en fila. Sé que todos queréis
entrar en el equipo, pero no es posible. Las plazas son limitadas, por lo que
ahora mismo, yo y mi polla (si es que no sabe ni hablar correctamente) vamos a designar quién tiene talento y
quién no. A quién me pregunte qué es el talento le parto el alma en dos, primer
aviso.”
El
tercer punto no es más que los dos primeros juntos, no me jodas. Ahora se trata
de una persona, ya no solo inteligente, sino que, además, apta. Nos vamos a lo
mismo; ¡PORQUE TE GUSTA! Una persona no puede ser inteligente y apta para
determinada ocupación sin algo de pasión. No talento; pasión. Me repito más
que el Papa: el talento no es más que el impulso, el resorte que te mete de
lleno en el mundo que te apasiona. O si quieres lo convertimos en sinónimos:
talento-pasión. Los nombres, a estas alturas del artículo, me la sudan
notablemente.
El
cuarto punto es intachable.
¿Y
a qué viene semejante tocho introductorio? Mierda, espera. ¿Todo lo anterior era la introducción? Pues sí,
y cabe la ligera posibilidad de que se me haya ido de las manos. Todo esto
viene a que estoy HAAARTO de encontrarme con todo tipo de individuos ataviados
con sombreros, bufandas, camisas eclécticas, y qué decir de su actitud. Todos
ellos gritando por las calles ¡Miradme, soy un artista! Todos conocemos
a gente así. Que si me tiño el pelo de un color algo extraño, que si camino
como un idiota, que si, cuando hablo, intento decir las palabras más
jodidamente ilógicas con el solo fin de extrañar a los demás, llamar la
atención. Luego se justifican.
-Oiga,
señora, ¿por qué lleva un chupete colgando de su oreja?
-Bueno,
es que soy poeta.
-Claro,
tiene sentido. Disculpe las molestias, siga cambiando el mundo.
Le he dado miles de vueltas a la cabeza, buscando una razón lógica de que vayan así. He llegado a la conclusión de que intentan decirnos algo, un mensaje subliminal, para que todos, al mirarla, pensemos “Miradla, es tan creativa que exterioriza toda su creatividad. Tiene tanta que emana por todos los poros de su piel.” Encima, la propia persona se lo cree. Cree que, de verdad, tiene algo inusual y genuino, algo que nadie tiene en todo el puto mundo. Lo llaman talento, don, lo que sea, con tal de que intentar distinguirse del resto. Dicen ser unos iluminados, unos privilegiados, que han tenido suerte por nacer así, con aquella cosa amorfa dentro. Los más artísticos a veces lo intentan llevar un poco más lejos y dicen: En realidad, todo esto es una maldición. ¿Por qué no pude nacer normal? Lo vería todo como vosotros, simples mortales, y no tendría que soportar la carga de mi más que envidiable cerebro. Os envidio yo a vosotros, en realidad, por no ver la realidad como la veo yo. ¡Claro que sí! ¡Eres la viva imagen del futuro de nuestra raza! El eslabón perdido de la cadena evolutiva. Están los Homo Antecessor, el Sapiens, luego el Sapiens Sapiens, nosotros, y después vas tú, el Gilipollas. ¡El Gilipollas es nuestro futuro! Enhorabuena, humanos.
Le he dado miles de vueltas a la cabeza, buscando una razón lógica de que vayan así. He llegado a la conclusión de que intentan decirnos algo, un mensaje subliminal, para que todos, al mirarla, pensemos “Miradla, es tan creativa que exterioriza toda su creatividad. Tiene tanta que emana por todos los poros de su piel.” Encima, la propia persona se lo cree. Cree que, de verdad, tiene algo inusual y genuino, algo que nadie tiene en todo el puto mundo. Lo llaman talento, don, lo que sea, con tal de que intentar distinguirse del resto. Dicen ser unos iluminados, unos privilegiados, que han tenido suerte por nacer así, con aquella cosa amorfa dentro. Los más artísticos a veces lo intentan llevar un poco más lejos y dicen: En realidad, todo esto es una maldición. ¿Por qué no pude nacer normal? Lo vería todo como vosotros, simples mortales, y no tendría que soportar la carga de mi más que envidiable cerebro. Os envidio yo a vosotros, en realidad, por no ver la realidad como la veo yo. ¡Claro que sí! ¡Eres la viva imagen del futuro de nuestra raza! El eslabón perdido de la cadena evolutiva. Están los Homo Antecessor, el Sapiens, luego el Sapiens Sapiens, nosotros, y después vas tú, el Gilipollas. ¡El Gilipollas es nuestro futuro! Enhorabuena, humanos.
Luego
está cuando les entrevistan porque, encima de todo, les hacen entrevistas para
que puedan extender su plumaje. Que qué es el arte, que qué es la vida, que
cómo ve el mundo...Y hay que ver sus respuestas:
-El
arte es un misterio. Nadie es capaz de entenderlo ni analizarlo. Yo solo (aquí
se sitúan no como artista, sino como el arte mismo) pinto/escribo/compongo/toco/dirijo/actúo
según me mueve el alma. No sabes describirlo pero sí ponerle un precio, eh,
cabronazo. Ahora el arte solo es arte si tiene más de cinco ceros.
-La
vida es un instante en el abismo, un punto de luz en la oscuridad infinita. ¿A
ti te ha quedado claro? A mí tampoco. Pero… ¿y lo bonito que queda? Solo un
verdadero artista, tocado por la vara del Señor Divino del Arte y la
Inmortalidad sería capaz de decir semejantes palabras.
-El
mundo es un suspiro, un órgano más de nuestro cuerpo. A veces es un lienzo;
otras, un calvario. Vamos, que ni puta idea de lo que es el mundo, pero
queda claro lo que eres tú: un verdadero subnormal.
Siempre
van de ese palo, comentando lo que todos, pero TODOS, hemos escuchado más de un
millón de veces. Pero ellos o ellas vienen, sueltan su bombazo insípido, y se
van con las cabezas bien altas y rígidas. De ahí nació eso del talento,
esa concepción que se tiene de él como algo que, simplemente, se tiene o no se
tiene. Volvemos a lo mismo de siempre: ¿quién se encarga de seleccionar a los
que tienen talento y a los que no? Casi siempre, los mismos artistas, para
desmarcarse. Si admitiesen que no es nada especial, que no es único, que es
mentira, desmontaríamos sus vidas enteras. Ten en cuenta que han desarrollado
su personalidad, incluso su autoestima, en hacer lo posible para sobresalir del
resto. Para ellos no existe la descripción como: alto, delgado, aficionado a la
pesca, al billar, celoso, amigable, carismático, nervioso, infatigable,
deportista, valerosos, tímido… Y tú, ¿cómo te describirías?
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ARTURO
ZAFRA MORENO (1996,
Caravaca de la Cruz, Murcia). Finalista en I Antología Internacional de
Poesía Contemporánea de Estudios Universitarios, finalista en I
Premio Internacional de Poesía Experimental Barco Ebrio, finalista en
el II Concurso de Poesía ¿Versamos?, seleccionado en Por
Amor a la Poesía, y seleccionado para aparecer en la antología
poética V.E.R.S.O.S, promovida por el concurso +Poesía de
Ediciones DeLetras. Ha colaborado con varias revistas y sitios web: Letralia, Almiar,
la antología universal de poesía Arte Poética: Rostros y Versos, Resonancias, Poesi.as, Espacio
Luke, La poesía alcanza, El Humo, Lengua
Suelta, Poesía Cuatro, Bitácora de vuelos, Letras
Salvajes y artículos en Opulix. Autor de los
poemarios Réquiem del licor (2015), Viento embriagado (2015),
y Delirios y ataduras con el nudo mal hecho (En Huida, 2018).
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