La
realidad, aquélla que existe y continúa su devenir con, sin o a pesar de
nosotros, se impone. De aquel momento en que puse el punto final del primer
texto de este ensayo personal, al día de hoy, el río de información se acumula
del mismo modo que se disemina el caos, entendido éste como la serie de
repeticiones, unas con más precisión que otras, inferencias, dislates y
descalificaciones que van quedando ahí, en la tan corta memoria de la señora inmediatez,
sea en una nota de periódico, en un tuit, en un post o que van perdiéndose en
el grito desesperado y ahogado, en diversos sectores de la población.
El
lapso entre el #QuieroFCEconTaibo a la #LeyTaibo ha sido apenas de seis días.
Lo que empezó como apoyo “inocente” a una figura como la que el autor y
promotor cultural ha construido a lo largo de décadas, al considerarse una
“prohibición absurda” que la ley exigiera ser mexicano por nacimiento para
dirigir el FCE, no sólo ha “provocado” una discusión y modificación de dicha
ley en las Cámaras (y no es un asunto menor, pero no es tema de este ensayo)
sino que ha puesto al descubierto, de manera caótica también, lo que será, si
es que así será, el “Nuevo Fondo”, fungiendo éste como un “elemento
concentrador” de las políticas del Estado en materia de publicación y
distribución de libros (¿sus libros?) así como de los programas de Fomento a la
Lectura, a través de la fusión con la Dirección General de Publicaciones (hasta
ahora a cargo de la Secretaría de Cultura), la red de librerías Educal y del
propio FCE (el cual forma parte del organigrama de la Secretaría de Educación
Pública).
Hablar
de un organismo “concentrador” no es sino hablar de “centralización”. Mencionar,
al hablar de “democratización del libro”, de “una sola red de librerías”, de “fusionar
programas de fomento a la lectura”, sumado a una serie de frases vertidas al
alimón y nunca iguales, según el foro y el micrófono, no puede sino alarmarnos
pues de fondo se está hablando de dominar y abaratar una industria. Y es a
propósito que no entrecomillo dominar y abaratar.
Sea,
quizá en el papel y sólo en el papel que, el Estado tenga como eje rector un
solo Programa de Fomento a la Lectura. Vamos a suponer sin conceder que esa
duplicidad, insisto, en el papel, existe. Sin embargo, en la realidad no es así
como opera, o como no ha venido operando. Por el otro lado, vamos también a
suponer, que la Red Educal de librerías está quebrada y que en la red de
librerías del FCE operan unas con mejor suerte que otras. ¿Qué tanta quiebra es
la quiebra? ¿Qué tan quebrado está lo quebrado?
El
proceso de esta decisión o este primer proyecto, y aunque ya lo había
mencionado en la primera parte de este artículo desde otro ángulo, lo transcribo
ahora a partir de las precisiones de PTII, en sus palabras, en el marco de su
presencia en el Espacio de Encuentro y
Diálogo: Letras e Industria Editorial, organizado por el equipo de
Transición de la Secretaría de Cultura el pasado miércoles 21 de noviembre: “Cuando
se formuló por primera vez la concentración y la nueva concepción para el FCE,
como elemento concentrador. Los supuestos obvios que estaban al frente, eran,
en el sector del libro, la duplicidad era tremenda. Tenías cruzados, sobre todo
en tres instituciones, los mismos objetos. Tenías Fomento a la lectura -en el
Fondo y en la DGP-, tenías Producción editorial en ambas, tenías distribución
comercial de libros en Educal y en el Fondo. Había una cadena de duplicidades y
eso permitía que, si se fusionaban las tres empresas, se pudieran racionalizar
las estructuras de trabajo, concentrar esfuerzos y resolver problemas. El punto
de partida fue, centralizamos estas tres instituciones en el más corto plazo
posible, y asumimos la rectoría del Programa Nacional de la Lectura. Hubo
conversaciones de si debíamos asumir o no Bibliotecas y nosotros dijimos, no,
es otro mundo, dejemos que tengan su autonomía, aunque evidentemente van a
estar combinadas e interrelacionadas. La fusión sería en el Fondo y por lo
tanto estaría como cabeza de sector la SEP… Estamos trabajando en este proceso.
Cuando anuncié que aceptaba la invitación de Andrés, dije: “sé mucho del libro.
He vivido en él durante muchos, muchos, muchos años, prácticamente en todos los
sectores: distribución, fomento, edición, contrataciones, trabajo personal,
dirección de colecciones, pero no tengo idea de qué es el Fondo (…) Las primeras
formulaciones a lo largo de estos días de un proyecto que todavía no hemos
hecho público ni mucho menos, ha causado las críticas más extrañas y
esotéricas.”
Y
es justo el manejo del lenguaje, la narración de propia boca de los hechos y su
cronología, lo que hace prender las alarmas de esta decisión. La difusión de
proyectos en proceso, dar información a cuentagotas, genera “trascendidos” de
lo que podría ser en el futuro un parteaguas, no necesariamente positivo en la
industria. La poca claridad genera caos. Y contrario a lo que pueda creerse, la
información proporcionada de manera caótica genera inestabilidad, desasosiego,
no diálogo ni intercambio.
El
FCE “funciona”, o al menos eso hemos creído, como una Editorial con un aparato
de comercialización mucho más complejo que el que pudiera explicarse en unas
cuantas líneas. La Dirección General de Publicaciones es en magnitud de
operación mucho más que editorial. No está en su naturaleza vital sólo editar
ni está como parte de sus ejes rectores “ganar” de la comercialización de los
libros que edita, aun cuando los comercialice.
A
pesar de la poca claridad y la ausencia de un proyecto analizable aún, pueden
generarse, a partir de lo “que vamos sabiendo”, preguntas que ojalá pudieran en
verdad transformarse en diálogo, en intercambio, pues si ya se nos ha de
imponer un “nuevo juego” dentro de estos “nuevos tiempos” pues que éstos
traigan consigo, de manera clara, contundente y transparente, las reglas del
juego. No saber, no entender, trae consigo incertidumbre y ésta facilita
narrativas de impulso que poco abonan a la construcción y solidificación de la
industria del libro.
¿Por
qué así? ¿Por qué tanta necesidad de “todo nuevo”? Intentaré volver al punto
central: a Paco Taibo II se le ofreció dirigir el Fondo de Cultura Económica.
Volteemos hacia allá. Ya que el hashtag inicial era #QuieroFCEconTaibo,
concedido. Pero se le concedió eso, el Fondo de Cultura Económica. Esa
institución es la que nos dijeron que iba a dirigir, desde el 3 de octubre, día
en que se dio a conocer la invitación a dirigirlo. Eso apoyó la comunidad
cultural, el lector, las redes. Su Dirección en el FCE, no el proyecto
“concentrador de la industria editorial del Estado” que comenzó a diseminar
cuando tuvo el foco sobre él.
DEL FCE AL NUEVO FONDO. PRECISAR
ESFUERZOS
La
fusión es inminente. Nos lo confirmen o no, el 01 de diciembre, o el 03 de
diciembre que será el primer día hábil del nuevo sexenio o cuando sea que
exista ese Proyecto definitivo. El discurso de PIT II ha sido el mismo desde el
primer instante. Sin embargo, una pregunta me martillea la cabeza
continuamente:
¿Por
qué, si Paco Taibo II tiene la experiencia, el talento, el equipo, para
revitalizar el fomento a la lectura, generar lectores, y democratizar el libro
en tanto producto final, no focaliza toda esa energía vital que lo caracteriza
en sanear una institución como el Fondo de Cultura Económica? ¿Por qué, por
qué?
Y
es que, desde la más elemental reingeniería empresarial, cuando se realizan
cambios de estructura en una empresa y se sugieren cambios después de un
análisis de mucho más que intensas “tres semanas” de análisis (sic), por
sanidad de ésta, el Director General no llega a la silla con la “espada
desenvainada” y a gritar a los cuatro vientos, “nada sirve”, “nuevos tiempos”
“¡ah, y por cierto, vamos a fusionarnos con la empresa de enfrente, porque hace
lo mismo que nosotros y para qué duplicar”. Casi siempre, sucede todo lo contrario
de lo que parece que está ocurriendo: se
sugieren cambios paulatinos, para ser capaces de reconocer las fortalezas con
las que sí cuenta la empresa en cuestión, antes de tomar cualquier decisión.
No
dudo que más allá de los malos manejos o malas decisiones o lo que sea que
ocurra en el FCE, la institución tenga fortalezas de las que puedan tenderse
puentes para trabajar sus debilidades y así solucionar las distinguibles
carencias -para quien tiene información de primera mano-.
Creo
que sería un trabajo encomiable transformar ese FCE, que él define como “un
cementerio de elefantes” , que pudiera refundarlo, constituir una nueva época, (sobre
todo si tomamos en cuenta que se habla de un catálogo vivo de poco más de 5300
títulos de un total de un poco más de 10 mil desde su fundación y que al mismo
tiempo, se mencionó en algún momento de esta transición, tendrá un recorte de
27 millones de pesos) y que pudiera alejarse de descalificaciones, a partir de
su reciente y continua exposición en los medios, así como de supuestos
argumentos que dice haber escuchado y que le parecen: “argumentos
verdaderamente esotéricos: como ‘El FCE forma parte de una tradición’. Bien.
Una tradición. ¿Y la palabra tradición tiene en sí misma elementos positivos
indiscutibles? ¿o forma parte de una multiplicidad de tradiciones, algunas de
ellas extremadamente negativas, como por ejemplo ser durante mucho tiempo y
muchas veces, un cementerio de elefantes para políticos priístas reciclados (…)
Entonces, ¿cuál de esas tradiciones? ¿Del oropel, la alfombra roja, del crear
librerías en el extranjero que económicamente no son sustentables por razones
de publicidad o la tradición de los breviarios de Orfila? ¿Y en qué estado se
encuentra la tradición? (sic)”.
Si
fuera así, si levantara el FCE sin “fusión” alguna, saneando y enriqueciendo la
industria editorial mexicana e impulsando programas de formación de lectores,
sí que se generarían transformaciones sociales tan necesarias en nuestro país. Quizá
así, empezaríamos a escuchar lo que tiene que decirnos de la institución, a
analizar qué ha sido del FCE a lo largo de los sexenios, quizá así, generaría
mucho más simpatías y alianzas.
Me
parece que el propio Taibo, tiene los argumentos suficientes para plantearse
esa renovación a fondo del FCE. Acciones afirmativas dentro de la propia
reingeniería empresarial, más cercanas a las alianzas estratégicas, a
engranajes colaborativos con delimitación de funciones, operatividad
compartida, entre otras, serían un recurso con mucha más prosperidad que una
fusión. Una fusión además como la que plantea, sin más datos que su análisis y
el de su equipo de transición que “conformó velozmente en dos semanas” (sic.).
Paco
Taibo, comentaba al respecto en el marco de su presencia en el Espacio de Encuentro y Diálogo: Letras e
Industria Editorial, “(..) De repente tiene uno la sensación de que vive en
el país de los marcianos, donde los marcianos traen boleto antes de saber con
quien pelean. Son como luchadores de lucha libre a lo pendejo. Donde te encuentras
disquisiciones sobre ‘las fusiones son malas per sé. Cualquier fusión, porque
desnaturalizan el objeto inicial de los fusionados’. Lo cual como definición
que sostiene un argumento, me parece absolutamente loca. ¿Por esa razón no
debería fusionarse la red de librerías en una sola? ¿Por qué las fusiones
desnaturalizan el objeto?”. Pero no, no se trata de descalificar una fusión per
sé, se trata de cómo ésta se ha “ido filtrando” y de las implicaciones que
tendrá directa e indirectamente en la industria editorial mexicana, una
industria que lo que menos necesita es un “organismo concentrador” que, lo
acepte o no el futuro director, la debilita. La precariza al hacerla operar
bajo un esquema de aun mayor riesgo. Sigamos con el análisis de estructura del
aún FCE.
LAS LIBRERÍAS DEL FCE
El
Fondo de Cultura Económica en su renovada página web, hoy en día, “cuenta con
una cadena de 28 librerías en México, en las siguientes ciudades:
Aguascalientes, Apatzingán, la Ciudad de México, Ciudad Nezahualcóyotl, Colima,
Durango, Guadalajara, León, Monterrey, Morelia, Saltillo, Tuxtla Gutiérrez,
Villahermosa y Toluca. Asimismo, tiene 8 filiales en el extranjero (Argentina,
Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Guatemala, Perú, pues aunque eran
10 y eso dice su página web, Brasil y Venezuela han cerrado) y desde las cuales
se atiende a la población hispanoparlante del Norte, Centro, Suramérica y el
Caribe.”
Las
librerías, por todo actor de la industria es sabido, son el último eslabón en
la cadena de valor del libro y, paradójicamente, apenas el primer espacio (y no
el único) en el que cobra vida o muere un libro. Basta con un breve recorrido
por éstas para darse cuenta de las diversas problemáticas de la industria y de
cómo cualquier escaparate (tomando en cuenta también que el libro es un
producto sensible) se rige por las ochenterísimas cuatro P´s de la
mercadotecnia Kotleriana: Producto, Precio, Plaza y Promoción ( y yo siempre
insisto independizar y agregar Publicidad). A partir de ahí, un análisis serio, nos
arrojaría al menos 28 resultados distintos en el área de “Plaza” (ése es el
número oficial que reporta el FCE de librerías activas) con numerosas variables
en el resto de las P´s dado que ni llegan los mismos productos ni se tienen los
mismos precios (Tenemos una Ley de Precio Único del Libro empantanada porque en
la praxis no se aplica) y desde luego, las promociones cambian.
Es
también en este punto, donde el discurso, las tres máximas taibianas, la cadena
de distribución y el interés lector se entremezclan. Sin embargo, no es la
librería, ese gran espacio de formación de lectores, ésta no es su naturaleza
ni objetivo aun cuando algunas de ellas se generan y plantean como espacios
participativos, de encuentro. Sí son espacios de promoción de la lectura, de
actividades culturales, espacios de encuentro lector-autor que, en consecuencia,
generan la compra, en el ultimísimo caso, del libro.
Cualquier
persona que haya visitado al menos dos librerías del FCE y de preferencia
alguna de ellas en algún estado, se dará cuenta de los escasos contenidos y los
altos precios y esto incluye no sólo al catálogo del FCE sino a la oferta de
anaquel en general.
No
dudo que, una de las razones de existencia de dos de las máximas taibianas: “no
cerramos librerías; no trituramos libros” vaya ligada al rescate de éstas a
partir de surtir cada una de las librerías con los tirajes de cientos de
títulos apilados en las bodegas del FCE. No nos metamos en el asunto de “qué
títulos están embodegados”, dejémoslo sólo en el punto de que, los almacenes
tienen un buen número de libros embodegados que, hoy se llama “excedente de
almacén”. Los almacenes llenos, en una empresa, son pérdida.
Así
que, hablar de “abaratar” libros, de poner títulos a “60 o 100 pesos”, me
parece que, más que referirse a nuevos productos culturales, se refiere a
saldar las bodegas. Si eso salva al FCE, pues que lo salve, o al menos contribuya
a ello. Pero ¿eso cómo va a afectar al mercado del libro? ¿Cuáles van a ser las
repercusiones de saldar, abaratar, poner en oferta, disfrazándolo de
“accesibilidad al libro” de “promoción al libro y la lectura”? No es
cuantificable en primera instancia.
Ahora
bien, el otro problema apenas esbozado es aquél que tiene que ver con las
adquisiciones a otras editoriales. Adquisiciones que atienden, en su mayoría,
al duopolio editorial más grande de habla hispana y en mayor o menor grado, a editoriales
medianas y pequeñas, éstas últimas las más castigadas en cuanto a precio y
espacio ya sea en mesa de novedades o en anaquel.
Es
probable que el lector común lo ignore, pero el PVP (Precio Venta Público) y el
PVL (Precio Venta Librería) no es el mismo. Una editorial común, sea cual sea
su tamaño, ofrece sus libros a los espacios para venta con porcentajes de
descuento estipulados por las propias librerías que van del 30% al 50%. Según
la editorial y la librería, los porcentajes. Si a esto se le suma que FCE tenga
un altero de “facturas por pagar” a otras editoriales, es entendible el líazo
de saneamiento que enfrenta quien esté a cargo de la instancia, sea quien sea.
Impulsar
asimismo la formación de lectores y transformar en espacio deseable, de
tránsito y de acceso a la lectura, las librerías del FCE, implicaría, por ende,
eficientar los mecanismos que faciliten a las editoriales independientes,
específicamente las más pequeñas, el colocar sus libros para venta en dichos
espacios; esto trae consigo una nueva arista a analizar, ¿cuántos ejemplares
puede imprimir una pequeña editorial para cubrir la “demanda” de su libro en
los espacios como los del FCE? Peor panorama: si la editorial pequeña invierte
en un tiraje mayor, ¿cuántos son los libros que le va a recibir “a
consignación” el FCE para en 30, 60 o 90 días, normalmente 90, generarle una
“nota de crédito” con la devolución íntegra de su material? Mientras escribo,
recuerdo las palabras de un director general de cierta editorial, durante la
junta mensual, cuando le daba resultados de colocación el vendedor que tenía a
cargo FCE: “¿Cómo que FCE sólo te aceptó 5 libros a consignación? ¡No me
chingues, para eso, mejor diles que se los mando de regalo!” La cara del mismo
director general era mucho peor, cuando veía las notas de crédito de esas
mismas consignaciones. Sí, los almacenes saturados, no es mérito propio del
FCE, es una constante en la industria editorial mexicana.
No
creo que corran mejor suerte las librerías Educal, pero lo que sí es seguro es
que en cuanto a red, es mucho mayor. En su página web se registran 90
librerías. Si es verdad, como el propio Paco Taibo II y Fritz Glockner han
comentado, la red de librerías Educal está quebrada, pues mencionan que 70 de ellas
lo están. ¿por qué resulta indispensable fusionarlas? ¿Por qué querría ser un
“organismo concentrador” el Nuevo Fondo no de 28 sino de 118 problemas (no de
126, ni de “entre 121 y 123”, como se ha mencionado, en diversos medios)? Algo en las cifras oficiales nada más no
cuadra.
Dicho
lo anterior, no perdamos de vista que, al hablar de industria editorial,
específicamente en el rubro librerías, las 28 librerías del FCE en la República
Mexicana no son competitivas pues no son las únicas. Sin contar a las librerías
locales, a las pequeñas librerías independientes, sólo para poner una cifra en
aparentemente igualdad de condiciones, Librerías Gandhi cuenta con 17 librerías
en la CDMX y 21 librerías en el interior de la República. A suma simple, hay
una diferencia entre una y otra de +10 para Gandhi.
La
discusión en el rubro librerías está también en el análisis de este sector
específico y va más allá pues Educal, FCE, entre otras, se evalúan y analizan a
partir de un concepto llamado “Librería de Editorial”, misma que puede estar
constituida, o no, de manera híbrida.
Por
lo antes expuesto, espero quede claro que, todo argumento, todo análisis, puede
ir analizándose desde una diversidad de aristas: Sin embargo caemos en
discutir, que no analizar, desde los vórtices.
Insisto.
¿Por qué no enfocar esfuerzos en sanear FCE? No es terquedad, es falta de
entendimiento. No es criticar la fusión per sé, es que no es transparente.
Ante
la declaracionitis, las rabietitits y en medio de un texto por acá otro texto
por allá, una cacallaca por aquí, una mentadita por acá, una verdad por acá,
una frasesita florida y simpática por acullá, perdemos el paso y la idea
central. Definitivamente es más sencillo enojarse que explicar. ¿No dicen que
la mejor defensa es el ataque?
La
gran incógnita de esta fusión no es tan incógnita pero no es clara: pasada la
#LeyTaibo la fusión va. Ahora bien: si el panorama del FCE es tan desalentador
como parece, la fusión es por tanto una gran pifia que se nos venderá como un
elefante de esos que tanto le molestan a Taibo, pues es la DGP la institución
que hoy por hoy, tiene una infraestructura
sana -con todas las inercias que seguro tiene-, con prestigio y reconocimiento
nacional e internacional, con un trabajo sistematizado, con un organigrama
perfectamente aceitado, funcionando, con otro presupuesto, con dinámicas y
experiencia en la organización de Ferias, con Programas sólidos de Fomento a la
Lectura, con trabajo en comunidades, con una labor importantísima con
Mediadores de Lectura, con un catálogo vivo, y resultados importantísimos este
sexenio de 1217 libros publicados. Es la DGP la que tiene el soporte, los
colaboradores, los Programas operando, así como la visibilidad mediática. Para
muestra un botón: ¿Cuántas Ferias como FILIJ, siquiera semejante a ese esquema,
con esa visión, desarrolla anualmente el FCE? ¿Cuántas ha generado a lo largo
de su historia? Con todo el respeto que me merece el FCE, lo más grande que
organiza año con año es su “Venta Nocturna” y de sucursal en sucursal, están
unas mejor coordinadas que otras. El FCE generalmente es participante, no
Organizador y eso puede dar un parámetro, otro, de lectura y análisis.
El
FCE hoy día no tiene esa infraestructura que Paco Taibo desea. Esa
infraestructura es la de la DGP. No hay tal duplicidad porque el FCE no ha
invertido en la comunidad. No es el Fondo de Cultura Económica el que ha
trabajado a las comunidades y ha generado lectores. Las actividades que
supuestamente generan en Fomento a lectura y formación de lectores han sido
intramuros, en espacios muy específicos y a partir de sus propios intereses y
sus autores. Estar inserto en el mismo Programa, no es hacer lo mismo. En
papel, puede estar duplicado cualquier cosa. En la realidad, el trabajo lo han
hecho otras personas.
No,
no se trata de criticar una fusión per sé. Detener la fusión no está en mis
manos, pero lo que es insoslayable es el reconocimiento al trabajo que, desde
la Secretaría de Cultura actual, se ha realizado a través de la Dirección
General de Publicaciones. Opacarlo, buscar invisibilizarlo, a partir de una
fusión, es un golpe bajo y de lo más vil. Aún así, el lector, tiene memoria,
por a corto plazo que ésta sea.
Tengo
unas preguntas más: ¿Por qué no cambiamos el discurso y que sea la Dirección
General de Publicaciones la que absorba al Fondo de Cultura Económica?
¿Por
qué no ponemos sobre la mesa, que sea el FCE un organismo descentralizado de la
Secretaría de Cultura, que dependa a su vez de la Dirección General de
Publicaciones?
Tengo
una propuesta mejor: ¿Por qué no, dirige y saca adelante como segura estoy que
podría hacerlo, el FCE y permite que la DGP continúe como ha venido funcionando
y que sea la Secretaría de Cultura la que se encargue de dicho nombramiento y
se generen sinergias? Lo que sirve, que sirva. Lo que no sirve, que se
transforme. Hasta aquí la segunda entrega.
▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁▁
ADRIANA BERNAL. Nació en la ciudad de México en 1976. Es licenciada en
periodismo por el CEU-PART, generación 2004. Estudió el Diplomado en Creación
Literaria en la SOGEM y el Diplomado en Género, justicia y cultura en la
Universidad Iberoamericana. Ha ejercido el periodismo desde hace 15 años,
especializándose en Entrevista, género que la hizo acreedora en 2003, al Premio
Nacional de Periodismo José Pagés Llergo, en dicha categoría, gracias a su
trabajo publicado en el suplemento cultura Arena, del antiguo Excélsior. Ha
colaborado para distintos medios a lo largo de su carrera. Es directora
editorial de et.alContenidos
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