ENTREVISTA Sara Uribe y Yolanda Segura | Ignacio Ballester Pardo


Del 7 al 9 de marzo se celebró el XXIV Congreso de Literatura Mexicana Contemporánea en The University of Texas at El Paso (UTEP), donde participaron Sara Uribe (Querétaro, 1978) y Yolanda Segura (Querétaro, 1989). Ambas, poetas y académicas, articulan un enriquecedor diálogo a dos voces a partir de algunas notas que podemos extraer de sus recientes libros: Abroche su cinturón mientras esté sentado (filodecaballos / Secretaría de Cultura, 2017) y estancias que por ahora tienen luz y se abren hacia el paisaje (Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, 2018).

Abroche su cinturón mientras esté sentado surge de otros textos mediante la intervención y la reescritura desde fragmentos de comentarios en al red a propósito de la famosa cadena de helados «Danesa 33» (8) hasta el ensamblaje de fragmentos sobre la reproductibilidad en la «licuadora-procesadora» (79) de The Lazarus Corporation, pasando por el hecho de «textificar el cuerpo» en un taller con Mónica Nepote o ideas de Cristina Rivera Garza, a quien estudia desde las «forajidas» (30) y la escritura «telegráfica, hecha de puntos de apoyo, de titubeos, pasos en firme y pasos en falso]» (24). La obra de Sara Uribe, con ilustraciones de León Plascencia Ñol, se sostiene por la acertada interacción de los elementos y el empleo de lo que aparentemente son residuos. Como apunta Agustín Fernández Mallo en Teoría general de la basura o Heriberto Yépez al referirse a la fisión de la frontera entre México y EUA, llega un momento en que el ser humano y el arte necesitan una máquina capaz de crear ese milagro que ahora la realidad (des)compone, cual deux ex machina generado por Jesús Arellano, Eugenio Tisselli o Rocío Cerón en la poesía mexicana contemporánea. El resultado es, por ejemplo, el poema que da título al libro, donde «Los pasajeros se truenan los dedos. Se mesan, impacientes, los cabellos. / Los pasajeros maldicen / su suerte / el tráfico / la vida / la puta / costumbre / de dejar todo / para el último / minuto // ¿El vuelo? Demorado» (40).


Con estancias que por ahora tienen luz y se abren hacia el paisaje Yolanda Segura recibió el Premio Nacional de Poesía Carmen Alardín 2018, con un jurado compuesto por Luigi Amara, Luis Felipe Fabre y Benjamín Valdivia. Segura reivindica la homosexualidad que vienen cultivando como tema Odette Alonso o César Cañedo con una fina ironía, a la manera de Rosario Castellanos o Nancy Cárdenas, sobre «el test de kinsey» (15), incluido en tablas que traen situaciones absurdas del tipo «¿Eres / Feminista que usa desodorante? SÍ/NO POR QUÉ» (24); o cuestionando la combinación aleatoria de palabras de la cuenta de twitter «@every_lesbian» (44) y la famosa máxima de Rimbaud: «yo es otra/ yo es otre» (47). Nos encontramos ante preguntas tan certeras como flexibles que se acercan a otros géneros como el ensayo e incluso el monólogo teatral. Los poemas breves, en verso más que libre, se asientan de manera independiente al retratar escenas cotidianas desde una filosofía que permite lecturas más profundas de lo que nos encontramos ahora mismo como sociedad, al tiempo que reconsideran el oficio poético por demás técnicas que de dentro a fuera permiten expresar una necesidad común: el lenguaje.


Acaba el congreso dedicado a la política por el cincuentenario del 68: el grupo de teatro de la UTEP leyó por primera vez Antígona González en inglés, con la dirección de Greg Beam y la traducción de John Pluecker; posteriormente intervino su autora, Sara Uribe, quien días después participó en la mesa «Cuatro aproximaciones a la poesía mexicana contemporánea escrita por mujeres», con Criseida Santos Guevara, Carolina Dávila y Sandra Garabano, como moderadora. Su ponencia, titulada «La poesía telegráfica o la poética enclítica, algorítmica, posautónoma y política de Cristina Rivera Garza en sus telegra/mapo/emas para dos increíblemente pequeñas forajidas», versó sobre el cuerpo y el lenguaje del que se reapropia la poesía contemporánea. Por su parte, Yolanda Segura intervino en la última sesión del sábado en la mesa «Género, representación y representatividad» con Claudia Sorais Castañeda, Liliana Pedroza y Sylvia Aguilar, como moderadora. Su ponencia, «Treinta veces, ocho escritoras: mujeres y tres premios de poesía en la última década», analizó los libros con los que las poetas habían recibido de 2008 a 2018 los premios Aguascalientes, Pellicer y Nandino.


Sara Uribe en el XXIV Congreso de Literatura Mexicana Contemporánea,
The University of Texas at El Paso

Criseida Santos Guevara, Sara Uribe, Carolina Dávila y Sandra Garabano

Claudia Sorais Castañeda, Yolanda Segura, Liliana Pedroza y Sylvia Aguilar

Está a punto de comenzar la recepción de clausura y generosamente ceden su tiempo para conversar de la labor que llevan a cabo desde Querétaro, la ciudad de México y, ahora, en El Paso, donde continuarán trabajando algunos días más.

Ignacio Ballester (IB): ¿Cómo compaginan la escritura creativa y la investigación? ¿Qué gana la poesía mexicana con el hecho de que existan poetas que también la leen y la critican? ¿Qué gana su obra y qué gana su investigación?

Sara Uribe (SU): Mi ingreso al ámbito académico es muy reciente. Estoy terminando la Maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana y esta es mi tercera participación en un congreso, mi tercera ponencia escrita. Hasta la fecha solo he publicado un artículo académico (en América sin Nombre) así que hablo desde esta experiencia incipiente. Para mí ha sido muy enriquecedor iniciarme como investigadora porque he trabajado mi tesis con una poeta y académica, Tania Favela, quien también tiene este perfil híbrido: combina la creación literaria con la academia. Entonces creo que he encontrado un ámbito muy favorable, dado que en mis procesos de escritura poética me es muy importante tener cerca fuentes documentales y teóricas. Las clases de teoría y crítica literaria me han servido, por una parte, para cuestionar mi propio ejercicio como escritora; y, por otra, me han permitido seguir haciendo mixturas entre abordajes textuales teóricos, que incluso podrían parecer muy áridos y lejanos a lo creativo, y mis ejercicios escriturales. ¿Qué gana la literatura? En mi caso no sé si gane algo o no, lo cierto es que me interesa, como escribí en el poema que presenté como parte de mi trabajo final al terminar la materia de Crítica literaria con Roberto Cruz Arzabal, la manera en que la crítica literaria finalmente opera como una maquinaria de construcción de prestigio; es decir, toda esta teoría que revisamos y aplicamos a los textos es una suerte de cartografía para que las demás personas se acerquen de maneras muy determinadas a ciertas obras. El ejercicio de la crítica literaria es un acto eminentemente estético, pero también, y sobre todo, uno que implica decisiones políticas: ¿a quién le construimos ese prestigio? Para mí, la respuesta está en ese artículo que escribí: me interesa construir caminos de lectura que conduzcan hacia las escritoras muy jóvenes de México. Quiero que mis investigaciones  aporten formas de promover la lectura de otras poetas o ensayistas. Además, estudiarlas me nutre a mí también porque muchas de estas autoras tienen poéticas relacionadas con lo hipervincular, con lo digital; y a mí, que me considero más bien análoga, me interesa muchísimo analizar cuáles son sus estructuras o estrategias de escritura. Quizá no pueda escribir como ellas, pero sus propuestas me permiten repensar mi propia escritura. En estos casi dos años de la maestría me ha resultado muy desafiante ir de lo académico a lo creativo y viceversa. Ahora mismo creo que me es fundamental seguir en ese camino.

Yolanda Segura (YS): En mi caso es a la inversa, pues llevo más tiempo en la academia que en el ámbito creativo. Mi formación empezó siendo primordial y casi exclusivamente académica. Lo que me parece más interesante es cuestionar los modos de lectura en ambas disciplinas, pensar en resarcir algo que considero un desfase entre la investigación y la literatura. La academia podría voltear mucho más a lo que se está produciendo ahora en México. Es algo con lo que no todo el mundo puede comulgar; sin embargo, considero necesario generar espacios en los que se pueda dialogar con autoras, especialmente con ellas, desde la investigación. En cuanto al ámbito creativo, existe cierta disciplina lectora y creativa que ofrece la academia. De otro modo, sin esta formación, no podría existir. Asimismo, hay un punto en el que se vuelve complicado oscilar entre ambos espacios, pues exigen mucho tiempo y atención. No obstante, en ellos existe cierta hostilidad hacia las mujeres; tal como lo platicábamos en la mesa del Congreso. Debemos de asumir que son espacios que nos corresponden. Ni estamos de okupas ni somos outsiders. Trabajamos plenamente en la academia y en la creación. Y eso no tiene que ver con nada más que con nuestra dedicación, con nuestra profesión. En ese sentido, resulta crucial reconocerla.

IB: Sus respuestas conectan con las ponencias que han presentado en el Congreso, amén de vincularse con las técnicas que llevan a cabo en sus poemarios. Premios Carmen Alardín, ambas, en 2004 y 2018, ¿cómo piensan que Abróchese el cinturón mientras esté sentado y estancias que por ahora tienen luz y se abren hacia el paisaje se «desapropian» (como diría Rivera Garza) de otros textos? ¿Cómo se dan dichos recursos en sus obras desde que recibieron el galardón?

YS: En mi caso tiene que ver con el cuestionamiento de las formas con las que se escribe cualquier cosa y, en ese sentido, no sólo con (des)apropiación, sino con reconocer los dispositivos de construcción ideológica. Me parece que la separación de tales discursos es artificial. Vivimos en un momento textual. Nunca se leyó tanto como ahora. La cultura digital, visual, lectora en la que nos encontramos propicia y genera un buen momento de aproximaciones críticas que funcionan a partir de la combinación de elementos que difícilmente convivirían en otro espacio más allá del poema. Esa combinatoria genera un dispositivo crítico al tiempo que nos obliga a repensar los mecanismos de legitimación: tanto del discurso poético como del lenguaje general. Me sorprendió obtener el Premio Carmen Alardín con un jurado compuesto únicamente por hombres. Esto es algo que en su momento señalé en una entrevista que nunca salió. Al recibir el galardón me preguntaron cómo lo recibía: muy bien, por supuesto, agradecida por un reconocimiento que lleva el nombre de una mujer. Por ello decidí enviar mi texto; y porque quienes lo han ganado previamente (Sara Uribe, Óscar David López…) presentan poéticas que me atraen y con las que me gustaría dialogar; sin embargo, insisto en la necesidad de que en los jurados de cualquier concurso haya presencia de mujeres, eso como un primer paso para resarcir las brechas de legitimación entre nosotras y los hombres.

SU: Pienso en la distancia que hay entre el libro con el que gané el Premio Carmen Alardín hace quince años, Lo que no imaginas, y Abroche su cinturón mientras esté sentado, y advierto que los ejercicios que tienen que ver con la escritura que se constituye mediante partituras, procedimientos, algoritmos o máquinas que procesan textos y que cuestionan el tema de la autoría son resultado del trabajo documental que hice con Antígona González en torno a la originalidad, el plagio o la desapropiación. Abroche su cinturón mientras esté sentado es un viaje. Tales escrituras están yendo hacia algún lado. Todavía no llegan. No las considero estables aún como estrategia, sino que más bien me parecen pequeños vuelos, ejercicios. Por su parte, lo que estoy escribiendo actualmente, deriva de nuevo en una escritura desde el yo, pero un yo que se cuestiona quién habla. Me molesta el término sujeto lírico, que es un término masculino. Hay otras maneras de referirse a ello…

YS: Subjetividad…

SU: Así es. Más que de sujeto lírico hablo de la enunciante para referirme a mí misma o a cualquier otra escritora. Abordo ese tema en un libro futuro para replantearme ¿cómo regresar a una escritura que parte de la enunciación, en este caso, del cuerpo femenino, con todas mis características, sin hacerlo con esas prácticas convencionales? Es un camino hacia el cuestionamiento.

YS: Estamos en un momento similar: ¿cómo articular desde la primera persona sin que por ello exista el yo tan seguro de sí mismo que caracterizó o caracteriza todavía a ciertas prácticas de la poesía mexicana?

SU: En ese sujeto lírico grandilocuente, estable…

YS: Que dice cómo ver y cómo sentir. Me gusta pensar en los poemas como dispositivos que fallan. Asumir la precariedad de los discursos que trabajo en estancias que por ahora tienen luz y se abren hacia el paisaje demuestra que existen textos inacabados e inestables. No querría entregar un libro cerrado sobre sí mismo. La idea de dejar hilos sueltos (algo que en un taller literario siempre nos piden que no hagamos: no dejes cabos, no abras ventanas que no vas a cerrar, que en narrativa los personajes no se pierdan a la mitad…) es un gesto político. Queremos cosas inacabadas, ya que pueden conectar con otras comunidades y otros mundos. No busco una escritura solipsista como las que me da flojera leer. Evito las certezas tan bien plantadas. No me interesan.

IB: Han hablado de la enunciante, de una escritura (y quizá ahí este la politización) telegramática, donde a la hora de expresarnos con un número limitado de palabras lógicamente el discurso se rompe, la sintaxis no existe (al menos como la veníamos entendiendo), priman términos con los que expresar el cuerpo (pensando en la ponencia de Sara Uribe) y reconocer los premios (a propósito del estudio de Yolanda Segura). Además de atender a los jurados y a las escritoras (como se mostrará próximamente en un libro sobre el Premio Aguascalientes en su cincuentenario), ¿podríamos fijarnos en quiénes leen; por ejemplo, con el archivo de PoesíaMexa lanzando una pequeña encuesta donde viéramos quiénes están leyendo qué libros? Pienso en ello a propósito de las lecturas que ha motivado Antígona González o la liberación de archivos de la editorial Sur+, la cual puede entenderse desde una perspectiva de género como hace en su tesis de Doctorado María Andrea Giovine Yáñez. ¿Pueden estudiarse los trabajos que presentan desde la otra cara, la del público lector?

SU: Para hablar del público lector tendríamos que referirnos a dos actores fundamentales: por un lado, las políticas públicas de difusión de la lectura; y, por otro, el mercado, que además conecta con aquellas. ¿Qué llega a quienes leen? Y esto lo vinculo con la crítica y la academia: desde los artículos o las reseñas, desde las revistas de divulgación, el mercado neoliberal plantea una estructura de lo que se vende y de lo que llega al público. Evidentemente se basa en objetivos e intereses económicos, de venta. Justamente la poesía, en esta última encuesta que recuerdo de Conaculta sobre el consumo lector, equivalía a menos del 5%. A la poesía le ronda un aire de ininteligibilidad. Algo que también tiene que ver con las políticas públicas. ¿Cómo se acerca el texto al lector, incluso al más joven? Cuando trabajé en el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes había dos concursos dirigidos a niños y niñas: uno de cuento y otro de poesía. Cada año se lanzaba la convocatoria y llegaban unos ochocientos cuentos y tres poemas. Pensaba al respecto que quizá no necesitamos convocar concursos para escribir poemas, necesitamos que desde una edad temprana conozcan qué es un poema. Cuando he formado parte del jurado de concursos para adolescentes, de bachillerato o universidad, etc., los poemas que leo están hechos con rima, hablan de temas muy romantizados, con formas arcaicas, con lugares comunes. Esa es la idea que desde jóvenes tenemos de la poesía. Para hablar de público lector habría que pensar (y lo hago ahora que se está replanteando el Plan de Fomento de la Lectura en México) en cómo se va a acercar la poesía al público. Y es un acto político decidir qué autores incluir (varones o mujeres, libros de la tradición o recientes, que cuestionan, experimentales). Son políticas complejas que requieren una discusión. Hay que generar esos caminos para la poesía. Sí, Antígona González circuló muy bien con creative commons, pero tampoco creo que el fomento de la lectura únicamente tenga que ver con que los libros sean gratuitos. No basta el aspecto económico. Se trata también de un tema de posibilidades económicas y de tiempo ¿quién puede leer ahora? ¿Quién dispone de tiempo para la lectura? Siempre he pensado que poder leer es un privilegio, por tener acceso a los libros (incluso de una biblioteca)…

YS: Y, antes, el privilegio de reconocer los signos…

SU: El privilegio de saber leer. Para empezar. Tienes toda la razón. Luego el privilegio de poder acceder a libros, pues no todas las personas tienen el tiempo y el dinero para llegar a la biblioteca. Si trabajas de 9 de la mañana a 10 de la noche, ¿a qué hora vas a la biblioteca? Requieres tiempo y formación, a las que deberían de orientarse también las políticas públicas.

YS: Además de esta idea del privilegio de la lectura, es importante pensar que es una tarea conjunta. Por otro lado, conviene desromantizar la idea de que leer te hace mejor persona. Te genera una visión crítica y te puede llevar a cuestionar el mundo, pero la asociación (algo que veo mucho últimamente) entre cultura y bienestar deja de lado necesidades mucho más urgentes. No quiero decir que no sea importantísima, pero solo mediante la lectura no se cambia un país. Es complicado pensar en esos mecanismos que estudien al público lector porque nosotras, donde estamos, no tenemos herramientas metodológicas para hacerlo. Por lo que respecta a los premios, antes de servir como legitimación hacia las y los lectores, son útiles dentro del campo cultural. No necesariamente generan interés sobre la obra. Incluso: diría que esta es la intención menor ya que, por ejemplo, los libros publicados por premios suelen tener muy mala distribución.

SU: Algo distinto en los premios convocados por editoriales o grandes librerías. Ahí existe un punto de venta comercial.

YS: En general los premios convocados por el Estado se encuentran ante el problema de la distribución.

SU: Salvo el Aguascalientes, tal vez.

YS: Porque se edita en Fondo de Cultura Económica, una editorial grande y consolidada. La relevancia de los premios es menor si la comparamos con todo lo demás. Lo que sí existe en tales reconocimientos es mucho dinero público y, en ese sentido, hay que insistir en la crítica para los mecanismos que legitiman la premiación de los textos. No podemos dejar de pensar que están supeditados a otros mecanismos, como decíamos con Claudia Castañeda: es contundente el empleo de las estadísticas para algo que venimos sospechando desde hace años. En el momento en que podemos emplear estas herramientas para generar lecturas y posicionamientos críticos nos damos cuenta de que no se trata de una simple opinión, sino que realmente estamos excluidas de muchos sistemas. En eso consiste el camino de ida y vuelta entre la academia y la creación: recordar que hay múltiples presencias (que ni siquiera son las nuestras), son las voces que no conocemos y que no llegan todavía. No tiene que ver con la calidad literaria: tiene que ver con lo que se nos posibilita leer y con lo que se nos posibilita escribir.

Agradezco a las poetas y académicas el tiempo que dedican a estas preguntas. Próximamente podremos leer a Sara Uribe en la editorial Dharma Books y a Yolanda Segura en Per/So/Na, Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal.


IGNACIO BALLESTER PARDO (Villena, Alicante, 1990). Es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Alicante, con una tesis sobre poesía mexicana que dirige Carmen Alemany Bay. Es miembro del Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos Mario Benedetti y del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea. Con Alejandro Higashi coordina el número 23 de la revista América sin Nombre (2018), dedicado a la «Madurez de la joven poesía mexicana». Actualmente lleva a cabo una estancia posdoctoral sobre experimentalidad poética con Alejandro Palma Castro en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Comparte sus líneas de investigación en el blog Poesía mexicana contemporánea.

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