Prólogo [Fragmento]
Uno de los aspectos más llamativos de la
escritura aforística de Kullick Lackner es su capacidad para extraer significados ocultos de sus propias
vivencias, develando su magia intrínseca gracias a una mirada tierna y
acogedora. Ella misma lo admite al escribir: “Amo profundamente lo que veo y
desconozco. Temo en cambio a lo que conozco y no puedo ver”. Esa inquietud
respecto a la venda que el discurrir de los días nos pone ante los ojos, y que
cualquiera que cultive la escritura debe desgarrar para poder acceder a lo que
siempre está ahí, se traduce en un denodado esfuerzo por captar las
imperceptibles señales que emiten las cosas y personas que nos rodean.
José
Luis Trullo
La peor cerveza sigue superando a la mejor de las
aguas.
¿Cómo estar abiertos al misterio de la muerte, si
nuestros sentidos permanecen cerrados al misterio de la vida?
Dejen que cada hombre practique el sexo que
conozca. A la mujer, déjenle hacer lo que quiera.
No hay conciencia más poderosa que los ojos de tu
hijo mirándote desde el abismo.
Cuando he terminado de reír, respiro hondo. Logré
burlar al destino por un instante.
No encuentro mi lugar en este mundo. En tanto,
colecciono casas como intentando estar en ellas: fachadas, réplicas en yeso,
dibujos… Todas son miniaturas.
El mar es uno para todos. Su misterio y seducción
radica en que es capaz de contestarle a cada uno con su propia voz.
Mi niño me besa. Deja el azúcar de su boca sobre
el hielo de mi nariz. La hogaza de pan humea bajo una escarcha de nieve.
En mi etapa adulta, la felicidad es una antología
de los no’s de la infancia, traducidos a los sí’s de la vejez.
El punto final de un poema: el orgasmo.
La sola idea de morir, viviendo me contiene.
Solo, pero sin deudas.
Mi sola edad me produce soledad.
Después de tu beso, la fruta me sabe a sangre.
Enamorarse de hombres que escriben poemas de amor
es el franco sendero hacia el aburrimiento.
La jaula ha heredado la algarabía de mis sueños.
Los pájaros que puse adentro, no.
Yo viajo en las personas. Jamás me quedo.
Los pliegues de la piel son fieles: copulan sólo
con el tiempo.
Callo
para aprender a hablar.
Se vacían
las arcas del deseo. En cambio, con recuerdos, se van colmando las del olvido.
Hay una sola vocación genuina: el sendero del espíritu.
Cuánta soledad cabe en la retórica.
Dios está a punto de renunciar.
De:
Annaforismos (1996-2018), prólogo de
José Luis Trullo.
México: Naveluz-UNAM,
2018, 144 pp.
Disponible
en Librerías UNAM.
ANNA KULLICK LACKNER (Monterrey, Nuevo León, 1960). Ha publicado Annaforismos (1996), Háblame en la lengua de la ausencia (1996), Las palabras no nacidas (1999) y Annaforismos II (2015). Sus poemas han sido publicados en varias revistas y diarios del país y del extranjero. Incluida en las antologías International Poetry festival (1999), Maratones de Poesía (2002 y 2003), Versos Veraniegos (2004), Verso Norte 2010 (2011) y Lapidario. Antología del aforismo mexicano (2014). Sus aforismos se han traducido al italiano.
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