XHEVDET BAJRAJ (Kosovo, antigua Yugoslavia, 1960) nos concede una entrevista en la ciudad de México durante Diótima, II Encuentro Nacional de Poesía. Hablamos de sus veinte años ya como parte de la poesía mexicana contemporánea, desde su llegada a la Casa Refugio Citlatépetl, del dolor al que todavía puede acercarse el arte y de su reciente publicación, Cuando lloran las vides (Armagedoni, 2019).
Ignacio
Ballester (IB): Qué gusto saludarte, después de varios años leyéndote. Soy de
Alicante, de la tierra de Miguel Hernández…
Xhevdet
Bajraj (XB):
Ahí va. Te cuento mi historia con Miguel Hernández. Cuando era joven leí dos
textos de Baudelaire, Himno a la belleza
y El albatros. Eso fue algo que me
arrancó del mundo. Sabía a qué me iba a dedicar. Yugoslavia era un país
socialista. No había censura, solo cuando hablabas del partido comunista,
contra el gobierno. Existía, pues, una propuesta estética en la que reinaban
las vanguardias. Los poetas transmitían un mensaje político. Yo era un «revolucionario».
Me gustaba el rock, la música. Sin
embargo, lo único que terminó quedándome para expresarme fue la poesía. Solo
existían editoriales del gobierno. Tenías que instruir lo que reinaba. Así
escribí mi primer poemario. Después, emborrachándome con cuates y todo ese
rollo… un día agarré un libro de poetas de España, traducidos al albanés o al
serbio… Desde mi infancia soy bilingüe. Tenía bastante información, pero no
conocía a Miguel Hernández. Di con sus «Nanas de la cebolla». La emoción se
debía al puro ritmo y a la fuerza de la palabra. Me detuve. Lo leí dos, tres
veces y pensé en lo que entendía. Del mismo modo que sabía que me iba a dedicar
a esto cuando me acerqué a Baudelaire, con Hernández mi poesía cambió para
siempre. Entonces la poesía sale de entrañas, comunica, testifica. Miguel
Hernández era fundamental. No son mis poetas favoritos, pero me lo enseñaron
todo.
IB:
Le influyen pues…
XB:
Sí. Luego mi siguiente libro ganó un premio de poesía allá. Pero el tercer libro
no tuvo la misma suerte, aunque ha quedado entre tres mejores libros, vivía en
una ciudad pequeña y el jurado no me lo dio porque no me conocían. ¿Quién
carajo soy yo para cambiar el rumbo de la poesía albanesa?
IB:
¿Cuál es el nombre de la ciudad?
XB:
Rahovec.
IB:
La tiene presente…
XB:
Sí.
IB:
¿Podemos decir entonces que Charles Baudelaire o Miguel Hernández, aunque no
sean poetas de su predilección, le influyen por su manera precisa y coloquial
de transmitir el dolor y la pesadumbre en el caso de este último?
XB:
Sí, en el caso de Hernández porque él pasó por una tragedia. Y las palabras que
la gente usaba en España durante aquellos años, o en la Generación del 27,
reencuentran el sentido de la palabra. Al usarse se pierde, ya no significa
nada. Diría Julio Cortázar que las palabras tienen alma. Las utilizan, la gente
funciona, pero se pierde el sentido. Y con Hernández aprendí que la palabra
recupera el sentido.
Sucedió
lo que sucedió en la guerra de Belgrado. Llegamos a México en 1999 y escribí
parte importante de lo que más tarde formaría parte de El tamaño del dolor (2005), en el idioma de Kosovo (albanés). Era
un país hermoso, pero fue horrible. Las guerras civiles españolas, y también en
México, tienen experiencia en eso. Nadie podía traducir del albanés. Buscaron a
Ramón Sánchez Lizarralde, un español que en tiempo de dictadura de Enver Hoxha
iba en unas brigadas internacionales para este tipo de labores. Tuvimos suerte
de conocerlo. Falleció. Sin embargo, muy buena onda, fue el único de las
brigadas internacionales que aprendió albanés. Luego era maestro, vivía en
Madrid, daba clase en una de sus universidades y tradujo a Ismail Kadaré. Como
tenía mucho dolor, le pedí el favor a Violeta, mi esposa, para que le enviara
unos poemas. Ella en su juventud era muy buena declamadora de poesía. Había
ganado varios premios en la federación yugoslava. Sabía algo de poesía, pues.
Así como ella había escogido los poemas, se los hicimos llegar en ese orden a
Ramón. De tal modo quedó Ruego albanés.
Se había vendido muy bien. Luego decidimos quedarnos en México. Le debo a este
país un gran trabajo. Fue pensado en albanés. Me atreví entonces a escribir una
obra directamente en español: Temporada
de las flores tristes (Tezcatlipoca blues) (2010). Es un poema largo. A mí
no me gustan los poemas largos. Para evitar broncas, mi yo lírico está medio
loco. Habla de estupideces; no obstante, de vez en cuando parece que acierta.
Lo pusieron en novedades en la librería Rosario Castellanos, en el Fondo de
Cultura Económica. Se vendía en el Péndulo. Un muchacho argentino hizo una obra
de teatro de títeres a partir de fragmentos de este libro. Me dio la idea:
agregué algunas didascalias, con un personaje, una mesa… y lo traduje al
albanés. Es la obra de un loco, pero combina la experiencia albanesa con la
tradición mexicana.
IB:
¿Se representó como obra de teatro, con títeres?
XB:
Sí, en Argentina, el güey vino a presentarlo. Me dio esa idea y lo traduje al
albanés. Ganó varios premios. Se convirtió en monólogo. Llegó al serbio, al
inglés y, de ahí, al turco. Posteriormente, la editora que publica nada más
obras de teatro hizo una excepción y lo sacó. Publicó un poemario mío en
Estados Unidos y ahora trabajan en otro proyecto sobre toda mi poesía. Lo tengo
en mi biblioteca, pero no me atrevo a dárselo a la gente. Eso me ocurre con
buena parte de mi obra. Es una experiencia maravillosa para mí. Si un barco va
de un puerto a otro con buen tiempo no tiene chiste si lo comparamos con el
viaje durante una tormenta. En todos los idiomas funcionó de poca madre excepto
en español, pero fue mi primer libro escrito directamente en esta lengua, Es
una propuesta estética diferente en comparación con la que actualmente gobierna
México. Más tarde, dejé pasar ocho años sin hacer nada en albanés; solo en
español. Preparé una antología de la poesía albanesa al español. Luego publiqué
Cenizas de una flor; Sueños, además, gracias a la beca del
Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA); saqué Cuatro patrias, Los años que no trajeron primavera y Cuando lloran las
vides, los dos últimos fueron publicados en ediciones bilingües (albanés –
español) en Prishtina, la capital de Kosovo.
IB:
Sorprende que el primer libro que escribes directamente en español, pese a no
gustarte los poemas largos, se construya de esa manera. Igualmente, llama la
atención cómo el dolor y el extrañamiento de un objeto cotidiano (pensemos, por
ejemplo, en el enchufe) conecta con una serie de imágenes que empatizan desde
lo individual.
XB:
Todo eso fue a propósito. Esa era mi intención. Si no logré expresarme al cien
por cien, entre renglones soy yo: es mi manera de ver el mundo. Con la beca del
SNCA surgió la trilogía entre ambos países, México y Kosovo, donde saldrá en
edición bilingüe. Mi penúltimo libro todavía no está en México, pero sí en
Kosovo, se titula Los años que no
trajeron primavera. El segundo se llama Cuando
lloran las vides, precisamente porque la figura remite a ese espacio en el
que se cultivan las vides, las cepas del vino. Se cortan cada temporada. Allá
donde hay cuatro estaciones marcadas, se tajan. En ese proceso, al caer las
hojas, parece que están muertas. Ahora bien, en la primavera, antes de brotar
de nuevo, gotean. Sale una savia. Es la pinche primavera pese a la guerra. Con
el frío, exhala y augura el avance.
IB:
Es un augurio…
XB:
Si no ocurre, está muerto. Despierta. Y lo hace con lágrimas.
IB:
Hermosísima imagen. A partir del detalle mínimo, con el poema preciso, de no
más de una página, construye la atmósfera.
XB:
En español puse una nota para aclararlo. Un chilango quizá no ha visto la
planta. ¿Quién sabe si el tomate nace como la papa dentro de la tierra? La
violencia al llegar aquí aumentó. La globalización: es más importante de cara a
los intereses que sufren en Honduras o Guatemala. Como diría Gilles Deleuze:
¿acaso no es suficiente razón para escribir la vergüenza de ser hombre? Ante
situaciones tan difíciles en Kosovo, ¿qué hacemos? Recientemente leí que un
niño chiquito en Siria le va a contar todo a Dios antes de morir. Ante la
estupidez humana me siento como aquel niño que se lo hará saber todo a Dios. He
ahí la ingenuidad entre tanta historia. Un personaje aparece dos veces en mi
obra porque lo pusieron ante el paredón de fusilamiento. Con dos años el niño,
con su papá y su mamá, escuchaba todo lo que ocurría. Le cortaron con un
machete el brazo. El niño se lo agarró y le gritó: «el señor me robó la mano».
IB:
No sabe verbalizar la violencia... Distinguir la gravedad…
XB:
No tiene idea. Por no hablar de otras situaciones más desagradables aún como el
corte de la cabeza con una sierra. Al desangrar a otra persona, ocurren escenas
difíciles de testimoniar en la poesía.
A
menudo pienso en la policía que entró en mi casa para deportarme… entre cinco y
siete… ante un espacio rodeado como si yo fuera un terrorista; por supuesto,
eran serbios y estoy bastante seguro que yo conocía su historia, literatura,
música, cine, deporte… más que todos los que me echaban de ahí. Cuando sueltan los
demonios, todo es…
IB:
¿Qué sentido tiene ahora el concepto «patria»? ¿Cómo se recuperan los símbolos
precolombinos para construir tal identidad en México?
XB:
Es algo que se ha perdido. No podemos meternos dos veces en las mismas aguas
del río. Una vez que se pierde la patria para una generación, llega el dolor,
luego el vacío, el vacío que desesperadamente pide llenarse de poesía. Me
apapachó la vida, pero no le busqué nada a la vida. Solo quería escribir bien,
pero no para ganar dinero. Ni sabía que existían becas. Cuando el parlamento me
invitó, no era consciente… La patria es algo que llevé en una bolsa de
plástico, en una maleta, de aquí a allá. Y no lo puedes sacar, ni cuando estás
allá ni cuando andas acá. Lo llevé como un niño en las primeras horas. Luego me
pierdo. Sé que dejé algo. Siempre quiero regresar, pero una vez allá estoy
incompleto. Patria es una imagen poética. Para conectar con mi obra, para resolver
problemas, porque no quiero escribir buscando rimas, no quiero ser un anciano
en pañales que cuenta sílabas; o un adolescente. Un hombre tiene que decir algo,
debería intentar responder a las preguntas que impone el tiempo al que
pertenece. En Kosovo los críticos me llamaban cantante de poesía albanesa, pues
le había dedicado un libro a Violeta, mi mujer. Decían que era la mejor poesía
de amor. Ahora soy el cantante del dolor.
IB:
Etiquetas…
XB:
Cuando yo escribo, soy humano. Con la memoria. Se da en estos momentos un
choque mediterráneo, albanés, con el español. En la poesía mexicana
contemporánea hay autores, instantes. Me late Octavio Paz. Me gusta a mi manera
la imagen poética que también desarrollaba Luis Cernuda. En el mejor Octavio
Paz la lengua parece innecesaria: utiliza palabras precisas, adecuadas, para
construir tal efecto. En mi nueva poesía coinciden aspectos de este tipo. El
mundo ha cambiado por internet, ves videoclips o cine cuyas imágenes ya no se
adscriben necesariamente a esta autonomía del lenguaje, como en el caso del ya
mencionado Miguel Hernández. Para mí no hay otra manera de escribir poesía. Me
aburro mucho en festivales de poesía cuando la gente lee y habla de asuntos sin
sentido. No era el papel de las vanguardias para abrir las puertas de los
ignorantes; era un grito humano para sacudir la conciencia. No hablamos de
futurismo o estridentismo para la belleza industrial, sino como expresión
humana. Así ocurre con el dadaísmo, que no es mi movimiento preferido. Si hubo
tanta sangre, tantas derrotas, debe de estar presente en la poesía. La gente se
identifica con la poesía, pero no con la sociedad. Existe un escudo. ¿Qué
querías decir? La respuesta será: lee, güey. Debemos de tener algo que decir.
La historia de la literatura nos enseña que lo que sobrevive es bueno. Las
señales son claras.
Vivimos
en tiempos antiheroicos. El héroe es ese niño que le dijo: le voy a contar todo
a Dios. El mundo, cada ciudad, necesita un Quijote, un idealista; alguien que
luche con los molinos de viento, que no parecen tan destructivos. Hay algo que
está chingándose el mundo. Hay una rueda sangrienta de la historia. Nunca se
detuvo. Desde la infancia de la humanidad hasta nuestros días. Si hubiera dos
tipos de poetas, de acuerdo con quien lee, sabríamos que el holocausto fue un
crimen. Por un lado, hablarían de ello; por otro, un poeta se asomaría a la
ventana y escribiría sobre cualquier otra cosa. Los primeros pueden evitar que
sucedan guerras civiles. No tienen por qué estar de acuerdo con quien lee. Yo
me siento libre. Tal vez patria es poesía. Por ejemplo, México tiene una élite.
Y la ambición de un poeta joven es alcanzar esa élite. Y todos «apestan» igual,
piensan del mismo modo, es decir, es una situación cómoda. Cada uno debe estar
un instante ahí, pero la poesía es atravesar ese medio: crear significa salir
de un círculo y pisar donde nadie puso un pie. Alguien vendrá detrás y el
proceso se acumulará como movimiento.
En
mi primera clase le digo a mis estudiantes: poeta es guerrero de luz. Pongamos
por caso, ese es un cuadro de luz. Está en la orilla. La luz le queda en la
espalda. Todo lo que ve es oscuridad. La sociedad no debe dejar empequeñecer
ese círculo, ese cuadro de luz. Si tiene oportunidad, hay que morder la
oscuridad. En lugar de la miel, en ese caso, la luz expande la vida. Tal vez
porque tengo una formación marxista, socialista, el papel de la sociedad era
importante. Al ser poeta tenías una responsabilidad. Me siento libre y sucede
la parte aburrida del oficio, también la otra. Finalmente somos humanos.
IB:
Octavio Paz decía en Poesía en movimiento
(1966) que no existe poesía mexicana o venezolana. A propósito de las vanguardias
que no murieron con el surrealismo en Francia, con su continuación en las
neovanguardias hispanoamericanas y la ligazón al contexto, a la política, a la
sociedad, a las dictaduras… tal comunicación, con la poesía coloquial y, por
otro lado, con la obra hermética, tiene lugar en la poesía mexicana
contemporánea, de la que sin duda formas parte.
XB:
Sí. Lo agradezco. Pedro Serrano y Carlos López Beltrán me incluyeron en 359 delicados (con filtro): antología de la
poesía actual en México (2012). Cómo voy a negar yo a Octavio Paz. Sin
embargo, uno de los grandes errores en la literatura universal fue el
estancamiento. El modernismo hispanoamericano fue un logro que aportó a la
historia universal. Me atrae Rubén Darío como individuo, pero para un mexicano
es importante que su obra se publique en España. Siendo así, está
automáticamente en toda América Latina. Él fue el primero aceptado en España.
Por esa puerta querían entrar todos. Hicieron grandes páginas de poesía
latinoamericana. Desde Contemporáneos. O antes, que me gustan más: Ramón López
Velarde, Amado Nervo, Manuel Acuña, Manuel José Othón. La poesía universal de
Contemporáneos es buena, pero como albanés pido cerveza mexicana y quiero el
alma mexicana en el arte. Lo tenemos en pintura, pero en la poesía de
Contemporáneos no hallo a México. Soy mexicano por naturalización, no tengo
derecho. No puedo ser más mexicano que los mexicanos. A mis chamacos les digo:
la presencia prehispánica que se ve en la comida, en la vida, en la música… ¿cómo
es posible que no se reconozca en la poesía? En Yugoslavia, Kosovo, Croacia,
Macedonia, Serbia, Bosnia, Eslovenia tenían su poesía, su narrativa, su música.
Es decir, eso no separa, no debilita lo que se llamaba literatura yugoslava;
sino que lo enriquecía. Un chavo de Iztapalapa no puede ver el mundo de la
misma manera que uno de Polanco. ¿Quién tiene ventaja? Pues ninguno, pero
enriquece lo que entendemos como poesía chilanga. Con la playa, el desierto,
Chiapas… no se fragmenta: al contrario, forma un rico mosaico. Recordemos a Tolstoi:
«describe tu aldea y así alcanzarás a conocer el mundo».
IB:
Sé coherente….
XB:
Porque todo lo demás para mí es muy fácil. Al principio queríamos a través del
cine acercarnos al alma mexicana. Entonces Sexo,
pudor y lágrimas (1999) es un ejemplo de ello. Si México está tan lejos de
Estados Unidos como de Guatemala, ¿cómo es posible ocultar lo que somos? No es
normal que un poeta de Chiapas, sin el nombre, pase por un poeta de cualquier
parte del mundo. Eso va contra mi concepto de arte. Debe de representar la
época y el lugar en el que vive. Partimos de aquí con la información que nos
dan hoy día. Si utilizamos esos datos, hablaremos siempre desde la época que
nos tocó vivir, por lo que más nos vale ser conscientes de ello. A alguien le
puede parecer mi libro muy mexicano, pero yo sobreviví a una guerra en los
Balcanes y eso también está presente.
IB:
No se puede negar entonces en el arte el compromiso, el derecho que tiene quien
escribe para reflejar lo que le envuelve.
XB:
El arte por el arte, por ejemplo, de un poema erótico, de amor, que tengo en el
nuevo libro:
TRINO
Una
calurosa noche de verano
dentro
de una casa en la cima de una montaña
un
hombre penetra a una mujer
ambos
olvidan su nombre para siempre
toman
una copa más de vino
trinan
un verso cada uno
y
salen por la ventana abierta
volando
como pájaros.
Es decir, un acontecimiento
mágico que no es común para el albanés, pero no hay modo de ocultar dónde
estás. Si vemos los últimos ganadores del Premio Aguascalientes (una guía, una
referencia…), escondes el nombre y no sabes quién es o de dónde es.
IB:
No existe entonces una raigambre…
XB:
Me gusta que cada generación de poesía española interroga a la anterior y se queda
con la mejor parte. No hay broncas entre ellos. Aquí, en cambio, con escritores
comprometidos políticamente no hicieron esa revolución en sus libros.
IB:
Al menos de manera explícita…
XB:
Como si fueran dos cosas distintas. Desembocó el río y me llevó. Llegué a
México con la poesía. Tal vez suena como incierto, pero me encantaría tener un
bar sin necesidad de haber escrito un poema nunca. Dormiría más feliz. Soy un
don nadie en alas de poesía que está supervisando el mundo para convivir con
cada maldad.
IGNACIO BALLESTER PARDO (Villena, Alicante, 1990). Es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Alicante, con una tesis sobre poesía mexicana que dirige Carmen Alemany Bay. Es miembro del Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos Mario Benedetti y del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea. Con Alejandro Higashi coordina el número 23 de la revista América sin Nombre (2018), dedicado a la «Madurez de la joven poesía mexicana». Actualmente lleva a cabo una estancia posdoctoral sobre experimentalidad poética con Alejandro Palma Castro en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Comparte sus líneas de investigación en el blog Poesía mexicana contemporánea.
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