La hermana menor de mi mamá, Lupita, más que
una tía fue una compañera de juegos. Nuestra diferencia de edad, seis años, nos
dio la oportunidad de crecer compartiendo algunas experiencias y muchos
momentos de ocio, hasta que ella comenzó la etapa de los novios verdaderos y
dejó las historias de amor de fantasía que me gustaba actuarle a ella y a mi
abuela.
Además de inventar
tremebundas obras de teatro, a Lupita y a mí nos unía la lectura. Uno de los
libros que nos dio más plática por la divertida truculencia que para nosotras
tenía en ese entonces, fue La tía Julia y
el escribidor de Mario Vargas Llosa (Perú, 1936). La vida amorosa del
Vargas Llosa de ese entonces se mezcla con la presencia del escribidor quien a
su vez nos da ejemplos de su pasión por la escritura convertida en radio novela.
Para nosotros se volvió material ideal para hacer nuestros dramas todavía más
recargados.
Vargas Llosa se fue
convirtiendo en lectura obligada en la escuela, donde tuve el placer de leer Los jefes y Los cachorros en un librito que compramos precisamente como
material escolar, en esos tiempos en que la clase de español era para
leer. Disfrutables las dos, pero sin
superar las aventuras del escribidor a quien todavía tenía muy presente.
Muchos dicen que La tía Julia no es lo mejor de Mario,
pero son muchas las circunstancias las que determinan el gusto literario de
cada quién. No sé si son los recuerdos de largas charlas en torno a la manera
como las radionovelas se van enredando en sí mismas hasta convertirse en un
pastiche de historias que se complican tanto como la salud mental del autor. O la
jugosa y prohibida historia de joven que se enamora de la mujer mayor,
transformando la cotidianeidad familiar en un lío que los obliga a huir de las
reglas establecidas.
La vida real nos ha contado
la versión de uno y de otro, en torno a lo que fue del Varguitas y de la tía
Julia de la novela. En esos momentos de la infancia, lo que menos interesaba
era averiguar si era cierto que se casó con su tía, o no. Ya que, cuando
separamos al autor de la obra, lo que queda es el relato de cómo se hacían los
radioteatros, el impacto que tuvieron en una sociedad ávida de historias que
suplieran su carencia de imaginación. También tenemos esta doble visión del
creador: por un lado Marito y Julia viviendo un auténtico radioteatro con su
relación prohibida, viéndose a escondidas e inventando situaciones que les permitieran
estar juntos; por otro lado, el escribidor encerrado, inventándose personajes,
situaciones, disfrazándose para poder sentir el impulso creador, sin realmente
mirar al exterior, un escribidor ya que no un escritor de la realidad o de la
vida; o tal vez, un creador que disfruta ignorando el drama creado por los de
alrededor.
Y bueno a nosotras nos
tenía contentas, dándonos material para inventar melodramas con total libertad.
Vargas Llosa tiene
novelas para todos los gustos. Eróticas como Elogio de la madrastra, históricas como Historia de Mayta o La guerra
del fin del mundo, además de cuentos, ensayos e incluso dos textos
infantiles.
Con el tiempo encontré Pantaleón y las visitadoras, una novela erótico-cómica
que narra las vicisitudes de un capitán del ejército peruano empeñado en sanear
la amazonia a donde fue enviado en misión secreta por sus dotes como administrador.
El capitán termina organizando un servicio de prostitución que resulta ejemplar
en su funcionalidad, lo que resulta una parodia, ya que el capitán es un hombre que cumple con sus
obligaciones de manera metódica y sin dudar, es decir, es el subordinado ideal;
pero el encargo asignado dista mucho de lo que se espera del ejército. Novela
de la picaresca: las aventuras y desventuras de Pantaleón tratando de organizar
las necesidades sexuales del grupo de soldados, para evitar más violaciones
dentro de la zona donde están asignados; a pesar de la seriedad del motivo, el
relato no deja de ser irónico.
Vargas Llosa ha basado
muchas de sus novelas en situaciones reales, pero, ante los ojos de lectores
novatos son simplemente historias de la condición humana que pueden suceder en
cualquier espacio donde las relaciones entre seres se vayan complicando por las
pasiones que nos dan vitalidad.
TERESA MUÑOZ. Actriz con formación teatral desde 1986 con Rogelio Luévano, Nora Mannek, Jorge Méndez, Jorge Castillo, entre otros. Trabajó con Abraham Oceransky en 1994 en gira por el Estado de Veracruz con La maravillosa historia de Chiquito Pingüica. Diversas puestas en escena, comerciales y cortometrajes de 1986 a la fecha. Directora de la Escuela de Escritores de la Laguna, de agosto de 2004 a diciembre 2014. Lic. en Idiomas, con especialidad como intérprete traductor. (Centro Universitario Angloamericano de Torreón). Profesora de diversas materias: literatura, gramática, traducción, interpretación, inglés y francés. Escritora y directora de monólogos teatrales.
Fotografía: El país
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