Siempre hay una cierta nostalgia cuando uno termina de leer el libro que te conquistó desde el principio. Uno inventa trucos para evitar llegar a ese momento: cuentas las páginas que te faltan deseando que se multipliquen con solo mirarlas para que la historia siga, se hace uno loco con la lectura dejándola de lado unos días, o se finge no recordar dónde está el libro, se comienza a leer otro; todo lo que se pueda idear para alargar ese inevitable final, ese momento en que uno se siente abandonado por los amigos que lo acompañaron durante la semana o el mes que duró el texto en tus manos.
Afortunadamente son pocos
los que te conquistan a ese nivel. Y en mi caso, son los que conservo para
releer y volver a sufrir al dejarlos. Dos de esos libros favoritos los escribió
gente de teatro.
Memorias
de Luisa Josefina Hernández, conversaciones con David Gaitán título
largo pero muy de acuerdo con la productiva vida de una mujer que se dedicó no
solo a la creación de su obra, sino a la enseñanza del arte de la escritura
teatral y renovó las formas y modos de expresarse en el escenario. Educadora de
generaciones de dramaturgos, actores, directores; heredera de la Cátedra de
Rodolfo Usigli, a la cual le dio una estructura tal que fue llamada a
impartirla en otros países.
¿Ya se dieron cuenta por
qué es de mis autores favoritos? ¿Por qué me atrapó su biografía, que además
está narrada desde su voz? Esto último es importante ya que una característica
de su obra es el uso de un lenguaje claro, preciso, expresivo, cargado de dosis
de humor y sarcasmo.
Leer su biografía es tal
vez envidiar un poco sus estudios con E. Bentley y con H. D. F. Kitto, teóricos
fundamentales del quehacer teatral, pero al mismo tiempo agradecer el que haya
compartido ese conocimiento durante todos los años que fue catedrática: a decir
de sus alumnos es una maestra entregada, preocupada, generosa. Nos podemos dar
cuenta de lo disciplinada que fue para dar esos pasos con los que consolidó su
obra literaria (novela, cuento, ensayo), y aprendemos a quererla, a apreciarla
como un eslabón muy importante en la formación de un arte teatral que, en sus
inicios como escritora, tenía todavía mucho de espectáculo al estilo del
musical español y poco de manifestación de los conflictos, problemas y
disyuntivas disfuncionales que son lo que nos hace humanos.
Los invito a conocerla,
incluyendo sus obras de teatro, aunque pueden pensar que es difícil hacer la
lectura de algo que se escribió pensado en representarse; en el caso de Luisa
Josefina la dramaturgia se vuelve amena, nos abre las puertas al mundo que
todos llevamos dentro, a las dudas que nos acosan en las noches de insomnio o
en nuestras relaciones diarias con los demás.
Luisa Josefina Hernández
(Ciudad de México, 1928) es autora también de varias novelas, entre las que
recuerdo con afecto Almeida: danzón y
La plaza de Puerto Santo, tal vez
porque son las que se pueden conseguir más fácilmente; es curioso ver que no se
han reeditado sus obras a pesar de ser una de las escritoras más importantes
tanto de nuestro país, como de la dramaturgia en lengua española. Además de su
labor creadora y docente, ha realizado una importante investigación teórica,
con aportaciones originales y fundamentales para el análisis y la comprensión
del drama; también conoce varios idiomas y ha sido traductora.
Un asunto interesante en
la literatura de Luisa Josefina es que, a diferencia de sus antecesoras, rompe
una tradición de temas femeninos propios del ámbito doméstico y comienza a volver
a las mujeres responsables de su destino, con personajes haciendo frente a situaciones
críticas aunque, a la manera del realismo en el drama, muchas veces no cumplen
sus deseos o son castigadas, de acuerdo a la tragedia, por el destino.
Recuerdo la primera vez
que escuché de ella, yo tenía diez y seis años y acababa de comenzar a hacer
teatro en el Seguro Social, donde me prestaron La calle de la gran ocasión, un libro escrito especialmente para
estudiantes de teatro, con pequeños diálogos que nos permitían comprender mucho
del arte teatral en general.
Podría seguir hablando de
la admiración que le tengo a Luisa Josefina Hernández, maestra a la distancia
gracias a los textos escritos por algunos de sus alumnos donde recogen sus
enseñanzas, gracias a sus ensayos de dramaturgia, gracias a sus entrevistas,
pero no terminaría. Este año estará festejando noventa y dos de una vida
fructífera, una vida que fue de dar y por la que sigue recibiendo nuestro
afecto y agradecimiento, larga vida a nuestra maestra.
TERESA MUÑOZ. Actriz con formación teatral desde 1986 con Rogelio Luévano, Nora Mannek, Jorge Méndez, Jorge Castillo, entre otros. Trabajó con Abraham Oceransky en 1994 en gira por el Estado de Veracruz con La maravillosa historia de Chiquito Pingüica. Diversas puestas en escena, comerciales y cortometrajes de 1986 a la fecha. Directora de la Escuela de Escritores de la Laguna, de agosto de 2004 a diciembre 2014. Lic. en Idiomas, con especialidad como intérprete traductor. (Centro Universitario Angloamericano de Torreón). Profesora de diversas materias: literatura, gramática, traducción, interpretación, inglés y francés. Escritora y directora de monólogos teatrales.
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