En los
trece cuentos que conforman En todos los
sentidos, como el amor (1999), Simona Vinci nos presenta la voz de personajes
que aman. Alejado de una postura moralista, nos habla del afecto por las cosas
que resultan desagradables, aquellas que se clasifican de horribles y deformes:
como lo estético en la contemplación de un cadáver, dentro del incesto, en el
acto de suicidio, en prácticas que nos negamos a ver como sinónimos de belleza
pero que, en la esfericidad del libro, tal como se sostiene en el cuento El patio, se plantean como escenarios
donde los sentimientos del amor se pueden volver más fuertes.
Vinci habla de las pasiones de la piel a partir de la
creación de personajes que tienen la particularidad de convertir sus obsesiones
en las directrices de sus destinos. El cuerpo se involucra como un elemento
importante que toma el papel de guía y objeto en el que se desarrolla cada
historia del libro: “El cuerpo recuerda las cosas –el amor, las personas, el
tiempo- mejor que el alma. Se lleva encima, y dentro, todo. La memoria del
cuerpo resiste todas las tempestades.” es uno de los fragmentos en los que se
habla de la relación íntima que sostiene lo físico con lo emocional.
Estas descripciones están ligadas de manera lineal a las
formas en que la autora italiana se refiere a la descripción del amor: “no
conozco definiciones del amor, no conozco ninguna forma de detectarlo con
seguridad. Al amor nos acercamos con símiles, puesto que no poseemos una
fisonomía clara de él. He intentado salir de mí misma para atisbar la verdad de
los otros. He intentado sentir las obsesiones que nos acompañan en los tiempos
que vivimos y en el fondo de todas, o casi, he encontrado el cuerpo. El cuerpo,
residuo último de la vitalidad y de la posesión; todos tenemos un cuerpo,
quizás el único poder que nos queda. Cuando ya no queda nada sobre lo que
actuar, siempre queda el cuerpo.”
La escritora italiana refleja la temática del amor ligado
al cuerpo de manera constante en su prosa. Un ejemplo de esto es De los niños nada se sabe (1997) -novela inquietante de juegos
prohibidos entre púberos en pleno despertar sexual- donde la autora lleva la
historia pendiendo en un hilo delicado entre lo bello y lo espeluznante. A
pesar de la crítica inducida a la censura que tuvo en Italia, la autora
permaneció en este hilo de prosa ejecutando un fino control entre lo narrado y
la narración, forjándose como una escritora fiel a su voz creativa y a los
temas que le inquietan explorar.
“La extraña dirección que adopta el amor algunos
días”—frase de Agosto Negro, cuento
con el que inicia En todos los sentidos,
como el amor—es una de las tantas que proponen una descripción única. “El
amor es una solución atmosférica, es potasio y yodo, es delirio” o “el amor sin
sentido es un vértigo” son otro par de momentáneas definiciones. Pero el propio
texto responde que no hay una sola forma de erotismo. Cada personaje lo vive de
modo diferente y lo lleva al precipicio de sus propios límites envainando los
cinco sentidos del cuerpo humano con historias que se dirigen al lector con el
fin de hacerlo oler, tocar, paladear o mirar de cerca situaciones que turban su
inconsciente.
Simona Vinci nos muestra todo el perverso poliformo
dentro escenas trabajadas con maestría en la estética y contención moral,
logrando impresiones naturalistas y poéticas. Su literatura sobresale no solo
por la complejidad psicológica de los personajes y los engranajes de cada
historia, sino, por los espacios en que decide contarlas: el olor de un
hospital, las paredes de una casa, los ingredientes de una sopa, son
componentes que coinciden con las sensaciones que enfrentan sus personajes. En
el transcurso de cada cuento el color ocre surge de manera fresca y luminosa,
nivela las percepciones amargas que pueden generar las historias como una forma
de decir: esto también es belleza, existe y es amor.
En todos los sentidos, como el amor
Simona Vinci
Anagrama, 2001
MERYVID PÉREZ (Mérida, Yucatán,1998) estudia la Licenciatura en Literatura Latinoamericana en la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Es egresada del Centro Estatal de Bellas Artes en el área de Creación Literaria en Lengua Española. Fue becaria del Festival Cultural Interfaz (2018) y beneficiaria de la primera edición del programa “Formación de Nuevos Creadores” de la Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán (2019). Ha impartido talleres de promoción lectora en instituciones educativas, públicas y privadas a nivel básico y ferias del libro. Forma parte del equipo editorial de la revista académica “Temas Antropológicos” de la UADY.
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