Escribí diarios desde pequeña hasta mi primer parto. A pesar de que hubo un tiempo que lo que plasmaba en ellos eran cosas como: “querido diario, lo vi, me vio, nos miramos”; la mayor parte de lo escrito fueron poemas, cuentos, ideas que tenía miedo de contar por considerar que nadie a mi alrededor podría entender, sino al contrario, ocasionarían regaños y censura al momento de externarlas.
La mayoría de esos diarios fueron robados,
mutilados o quemados por un ser violento cuyo acompañamiento durante un periodo
de mi vida resultó en censura de ideas y sentimientos. Los cuadernos que logré
rescatar a escondidas, perdieron lo interesante al serles sustraídos esos
textos en donde la creación era reina y señora.
Textos eróticos muchos de ellos; otros donde
me preguntaba sobre la realidad de ser mujer a la par que me respondía con
infinidad de posibilidades. Después de la violenta experiencia de ser despojada
de mi intimidad, dejé de escribir diarios de vida y me dediqué solo a la
literatura de ficción.
Lo anterior lo recuerdo porque existen otras
escritoras que han podido publicar sus diarios y, a pesar del escándalo que eso
pueda suponer, se siguen leyendo y, más importante, se siguen publicando más
allá de una posible censura.
Anaïs Nin (Francia, 1903) es una escritora a
quien conocí primero leyendo sus Diarios, no todos, solo conseguí acceder a cinco
de ellos. Luego me encontré en una librería de viejo en la Ciudad de México su
libro de cuentos Pájaros de fuego. Ese
libro, después de la experiencia con mis escritos, lo oculté muy bien, lo leí a
escondidas, me hizo sentir identificada, supe que mi escritura no era
pornográfica, sino erótica y tenía un valor, y al final, Anaïs se volvió
hermana de creación.
Los diarios de Nin se volvieron referente
por varias cosas: su relato de un erotismo visto desde el lado femenino, de
manera desparpajada, escandalosa, pero siempre real; también son un referente
histórico del momento que le tocó vivir, habla de muchos personajes literarios,
de los intelectuales de la época y del mundo de la psicología.
Durante algún tiempo, pensé que esos diarios
eran mero ejercicio de imaginación. Sin embargo, uno sabe, sobre todo, cuando
se ha hecho el mismo ejercicio en el pasado, que se puede escribir desde una
realidad y transformarla en creación literaria, confundiendo los dos universos,
y es ahí donde la pericia del autor y la complicidad del lector se hermanan
Anaïs Nin comenzó a escribir sus diarios a
los 11 años, se contabilizan más de cuarenta mil páginas, y se publicaron en
siete volúmenes. En ellos relata, como lo mencioné antes, las relaciones que
tuvo a lo largo de su vida: Henry Miller, Antonin Artaud, Otto Rank, Salvador Dalí, Edmund Wilson, Gore Vidal, James Agee y Lawrence Durrell.
Nin fue una
de las primeras mujeres occidentales que realmente exploró el mundo de la literatura
erótica femenina, la cual era escasa, escondida, censurada, con algunas pocas
excepciones.
Se cuenta que
inició la escritura de sus diarios como una forma de conservar el recuerdo de
su padre, que la dejó cuando era muy pequeña, también pueden ser vistos como
documento histórico. Yo prefiero leerlos como testimonio de lo que es ser
mujer, los cambios, los alcances, las limitaciones, los conocimientos que se van
obteniendo a lo largo de la vida. La transformación de la niña que pasa por el
misterio de la adolescencia y la negación o aceptación de volverse mujer.
Sus diarios son frescos, y sus cuentos están escritos desde la alegría de una sexualidad ejercida con derecho propio. No hay dolor o lágrimas en esos Pájaros de fuego, sino un placer que va más allá de la simple mirada masculina, se encuentran llenos de la complejidad del goce que merece tener toda mujer.
Vale la pena adentrarse al mundo de Anaïs Nin, una mujer que también supo escribir por encargo “cuentos picantes” como los llamaba burlonamente en la correspondencia que tuvo con su amigo Henry.
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