CUENTO Así dice la gente ** Tan lindos que se veían cuando pasaban tomados de la mano por el pueblo. Yo lo veía sonriente | Nery Hernández Ortiz

Se le fue su mujer al Émerick. Así dice la gente: que se le fue su mujer. Yo lo he visto triste y con los ojos sumidos de tanto llanto. Dos veces lo he visto en esta semana. Las dos veces se aguantaba el coraje y el llanto, y eso que lo alcancé a mirar de lejos. Arrastraba el paso por lo atarantado que lo está dejando la tomadera. Porque eso sí, le está dando duro a la bebida. Pareciera que no tiene otra cosa más que hacer que tomar y tomar. La gente dice que tomando y cantando se le va yendo a uno un poco el recuerdo.

Se le fue su mujer al Émerick. Tan lindos que se veían cuando pasaban tomados de la mano por el pueblo. Yo lo veía sonriente. Pero así son ellas, traicioneras. No más ven a uno que les presta poca atención y se van haciendo de sizañas. Se les anida en su corazón un odio feo que les escarba y se les acomoda allá en su corazón. Perdone usté si hablo con redundancias. Así es aquí en el pueblo. Escribir bien no puedo, pero sí sé amar. Yo también amé a una ingrata, así como ama el Émerick a su Beatriz. Porque Beatriz se llamaba. Beatriz se llamaba y se llamará aún cuando se la coman los gusanos, cuando vaya quedándose polvo su cuerpo y su recuerdo. Así será. Así dice la gente que habla el Émerick. Déjelo que hable así. Yo sé que habla desde el rencor, después hablará bien de ella, que la quiso y que se le fue y que no quiso retenerla. Porque eso sí, no quiso retenerla. Hombre es el Émerick. Por eso dejó que se fuera con todo y la cría. Yo creo que llora más por la niña que por la vieja. Mujeres hay muchas, así le diría al Émerick. Así le diría. Déjelo también que llore. Así se le quitará el dolor. Tomando y cantando se le va quitando a uno el coraje de perder a su mujer. Yo también perdí a una, según me dicen, yo ya no la recuerdo. Dice la gente que estaba rechula la condenada. Yo ya no la recuerdo, aunque quisiera. Así está bien, que ya no la recuerde. Ha de ser feliz la ingrata, porque dicen que la bendije cuando se fue de mis días. Me abrazó una noche antes y lloró conmigo. Lloró por la lloradera que tendría yo porque se iría lunas después. Porque se fue y ya nunca supe de ella, ni su recuerdo me queda.

Deme dos tragos y repítame esa de “Rayando el sol”. Usté me entiende, a usté también lo han dejado. Lo han ilusionado y lo han abandonado. Usté ha de entenderme. Ella no me pudo entender. Yo le decía: mija, yo la quiero bien, bonito, espéreme tantito pa’ juntar el dinerito y casarnos como dios manda. Espéreme tantito, no más. Y ella me decía: sí, sí. Sí te espero. Pero a uno le gusta, también, la tomadera. No mucho, poquito, no más. Pero que la quería bien, ni se diga, porque yo la fui a pedir. Le dije a sus apás: Vengo por ella, suegros, yo la quiero bien y ella corresponde a mi amor. Vengo a pedirla. Y ellos me dijeron: llévatela tú, mi yerno. Ella te quiere y tú la quieres. ¿Tienes casa?, me preguntaron. Yo les dije que ahí tenía yo su humilde morada. Porque les dije que era pobre. Que no más amor tenía para su hija.

Por eso siento lo que siente el Émerick. Yo lo comprendo. Déjenlo que tome. Déjenlo que cure su alma. Tomando y cantando se le cura a uno el amor, porque es una enfermedad y uno sabe que está enfermo y no hace nada, hasta cuando se agrava el asunto, cuando ya nos está matando. Esta es la primera que se le va. Hay que maldecir esta primera vez, ya las demás veces como que ya no se siente tan feo. Sí le duele a uno, pues, pero nada como esta primera vez. Así dice la gente, que se le fue su mujer al Émerick. Yo ya no lo he visto después de esas dos veces. Ya mañana vendrá por su medecina. Ya le he dicho a las muchachas que vengan para que lo acompañen. Vendrán mañana. Que se agarre a la más frondosa. Otra mujer no arranca el recuerdo de la otra, pero se aligera, un poco, el alma. Deja uno un poco de una en la otra. Además, un cuerpo joven siempre ayuda.

Se le fue su mujer al Émerick, así dice la gente.


Fotografía tomada de Internet.


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