#BitácoraDeVuelosEdiciones Beso de lengüita (fragmento), de Julián Mitre | Yaazkal Ruiz



Bajo el sello de Bitácora de vuelos ediciones está en circulación en formato electrónico el libro El tiznado, de Julián Mitre. Una colección de cuentos en donde, parafraseando la sinopsis, el misticismo mexicano es un compendio de una amplia gama de leyendas, y el concepto de poderes mágicos, brujería y el milagro de los santos, hacen presencia de forma casi cotidiana.

En este ebook vamos a encontrar las historias de Anselmo, Barbosa, Alicia, Víctor, Pamela, entre otros. El fragmento que ahora los invito a leer es propiamente el que protagoniza Víctor, que no puede compartir su vida con alguna mujer sin matarla con un solo beso. 

Un libro excelente en donde predomina el manejo de las emociones humanas y su naturaleza retorcida. 

JULIÁN MITRE. San Luis Potosí, SLP, 1983. Fue integrante del taller literario Miguel Donoso Pareja, coordinado por el escritor David Ojeda. Ganador de la segunda edición del Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila, con el cuento "Los Tres Grandes Milagros de la Santa Niña de los Alfileres", en 2016. Forma parte de las antologías Motivos de sobra para inquietarse (Libros Pimienta) y Territorio de ficción (de la DGESPE) ambas del 2017. Ha publicado los libros de cuento De hombre a hombre no me ganas (Bitácora de vuelos, 2019) y El hijo deseado (Ediciones Camelot América, 2021).

1

Víctor tenía dos problemas: era eyaculador precoz y las mujeres morían si las besaba. Lo primero, por consecuencia de lo segundo; lo segundo por no ceder a los caprichos de una niña de siete años.

Sucedió en la primaria. Una compañera llamada Berenice aterrorizaba a todos en el salón con la historia de que su madre era una poderosa bruja. Según la niña, su progenitora podía hechizarlos si estos se negaban a hacer lo que ella deseaba. Un día en que la maestra se ausentó del aula, a Berenice le dieron ganas de tener novio. Obligó a todos los niños a besarla para elegir al afortunado. Víctor y Manuel, su mejor amigo, se negaron a hacerlo. Berenice les dijo que su madre los embrujaría y entonces no podrían besar en la boca a ninguna mujer jamás. Manuel se asustó y le dio un beso de trompita a Berenice, el cual le gustó tanto que lo declaró su novio suplente. Víctor, a pesar de la amenaza, no la besó. Días antes había conocido a la mamá de la niña y no parecía una bruja.

El berrinche de la chiquilla fue épico. Golpeó a varios compañeros, arrojó mochilas y útiles escolares contra el piso y las paredes. El escándalo llamó la atención de los profesores de las aulas vecinas, quienes intentaron controlarla. También ellos recibieron golpes y patadas. Berenice sólo se calmó cuando su madre, avisada por alguna maestra, llegó a la escuela y le ordenó detenerse. Le preguntó qué había sucedido y tras enterarse, observó a Víctor unos segundos, después tomó a su hija de la mano y salieron del aula. El incidente quedó en el olvido luego de unas semanas. Berenice no volvió a amenazar a sus compañeros ni a mencionar los poderes sobrenaturales de su madre. Pero los dos años que siguió en la misma escuela que Víctor, nunca dejó de mirarlo con resentimiento. 

2

Víctor dio su primer beso a los nueve años. Fue en el patio trasero de la casa de una tía, con Paula, su prima. Más que un beso fue juntar los labios. Ambos sintieron mucho asco. Se separaron de inmediato y juraron no hacerlo de nuevo. Decidieron regresar al interior de la casa. Mientras avanzaban de la entrada del patio hacia la sala, Paula comenzó a toser al tiempo que su piel se tornaba de color rojo y el rostro se le hinchaba. La madre de la niña, al verla, imaginó que se debía a alguna de las alergias que padecía. La mujer siempre cargaba con ella el medicamento necesario. Hizo tragar a su hija un par de pastillas, pero no sirvieron. La hinchazón se expandió por el cuerpo de la pequeña y la piel comenzó a llenársele de ampollas purulentas que reventaban con el mínimo roce. El padre de Paula cargó a la niña mientras le ordenaba a su esposa llamar una ambulancia. El papá de Víctor dijo que sería mejor ir al hospital en su auto. Corrieron a la calle. Para cuando llegaron al coche, el padre de Paula estaba cubierto por la pus que chorreaba de la piel de su hija y resbaló. El hombre cayó de frente contra el piso, aplastando con su cuerpo a la niña. Cuando se levantó, la pequeña era tan sólo una masa sin forma y maloliente.

La imagen de Paula convertida en una bola de pus se quedó grabada en la mente de Víctor por años, pero nunca lo relacionó con el incidente de la primaria, hasta que sucedió lo de Clara, su primera novia.

3

Llevaban dos semanas saliendo, ninguno de los dos se había atrevido a hacer nada más allá de tomarse de la mano, acariciarse el brazo, el hombro o las mejillas. Esa tarde en la casa de la chica sólo se encontraban ellos dos, sentados en el sillón de la sala. Bastó una mirada para saber que era el momento.

Fue un mal beso. Ninguno tenía gran experiencia. Ella usaba frenos y salivaba demasiado, él había olvidado lavarse la boca. Terminaron pronto. Evitaron mirarse. Ni siquiera hablaron. Estuvieron así unos minutos hasta que Clara comenzó a toser. Tenía la cara roja y tan hinchada que era imposible ver sus ojos. Además, se iba llenando de ámpulas no sólo en el rostro si no en todo el cuerpo. Las ampollas crecían con rapidez y luego explotaban arrojando un líquido amarillo y viscoso. Víctor recordó lo sucedido a su prima, y después pensó en aquella mimada compañera de primaria que juraba tener una bruja por madre. Un miedo indescriptible se apoderó de su cuerpo y salió huyendo de ahí sin prestar oídos a los gritos guturales de su novia.

Acosado por la culpa, el miedo y la vergüenza de haber abandonado a Clara, juró no volver a besar a alguien otra vez. Lo cual pudo cumplir con relativa facilidad hasta antes de conocer a Lourdes, hacía cinco años ya.

[...]

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