RESEÑA Algo roto, algo quemado y algo negro ** El poemario abre los caminos para encontrarse con el lector que es participe de la observación del mundo | Josué Osorio Estrada

En tiempos de incertidumbre, los seres humanos buscan un refugio. Un hogar que les permita sentir el sosiego en sus paredes. Las horas se respiran por los poros, los vellos se enchinan calmando al corazón. La poesía un hogar que nos abraza en intimidad. El poema, un objeto único, que perdura en instantes. El poeta un creador de palabras, que forman una realidad y nos embriaga de luz.

El poemario, Algo roto, algo quemado y algo negro  (Bitácora de vuelos ediciones, ebook, 2021), de la escritora, Alma Karla Sandoval, nos invita a la búsqueda de la certeza a través de los versos, a contemplar los objetos y las situaciones que detonan “algo”. ¿Qué es algo? Una melancolía que impregna los lugares y las personas. Palabras enérgicas que forman auténticas líneas y dan vida a poemas; narraciones de la realidad donde las mujeres están al centro de la lírica. Según, la escritora, Ethel Krauze, “la poesía más que conocimiento de mundo, es experiencia entrañable, visceral, una manera de estar en mundo”. La poeta feminista, Sandoval, lo describe muy bien:

Más allá de la metáfora hay algo tangible,

Pesa: un diploma, un anillo, una cuna.
Y sin embargo todo es frágil,
Quizá más que un poema a la deriva
Cuyo único mérito fue salvar el instante
Decir que los perros que ladraban eran negros,
Que tú llegas a este cuarto en una hora

El poemario, Algo roto, algo quemado y algo negro, abre los caminos para encontrarse con el lector que es participe de la observación del mundo, en las imágenes creadoras de poemas, en un ritmo que da confort a la muerte, en las reiteraciones que obligan a aprender, las interrogaciones que rompen la cotidianeidad, la critica que, al final, recrea momentos de paz. Los recuerdos son llamas que trascienden a través del libro.

Borges, diría que “la poesía es el encuentro del lector con el libro, el descubrimiento del libro. Hay otra experiencia estética que es el momento, muy extraño también, en el cual el poeta concibe la obra, en el cual va descubriendo o inventando la obra”. Hay que reconocernos en lo roto, en lo quemado, en lo negro, en lo que no tiene explicación, en las preguntas. La poesía que apuesta a otro discurso crea una estética radical. Hay que reconocernos en los infinitos cambios del día.

Quién realiza poesía ayuda a los otros a disfrutar el sosiego en palabras, anestesian el tiempo y desaceleren el corazón. ¿Sentimos la poesía como un hogar? Hay que permitirnos que sea parte de nosotros, como aquellas construcciones religiosas o espacios que sostienen intimidad con los humanos. Borges, sugiere “sentimos la poesía como sentimos la cercanía de una mujer o como sentimos una montaña o una bahía. Si la sentimos inmediatamente, ¿a qué diluirla en otras palabras, que sin duda serán más débiles que nuestros sentimientos?”.

En algo roto, algo quemado, algo negro, los sentimientos estallan, son perceptibles, son un vicio o más que eso. La búsqueda de la verdad a partir de la confrontación de los argumentos literarios con la realidad; es la especialidad de la autora de Cartas a una joven feminista, Cementerio de pequeñas cosas y Para mirar a los arcángeles, entre decenas de libros que ha publicado y ha obtenido grandes reconocimientos: el Premio Nacional de Periodismo en 2011, el Premio Nacional Ignacio Manuel Altamirano en 2013 y el Premio Dolores Castro de Narrativa en 2015, sólo por mencionar algunos.

Un poema perdura en el recuerdo del lector, la creación solo queda en instantes. En algo roto, algo quemado y algo negro, quedará en la memoria de sus lectores e insistirá sobre la condición melancólica de la feminidad. Un campo del cual seguimos aprendiendo las personas que no pertenecemos a ese lugar. Los espacios que van teniendo voz a través del arte, se disfrutan en demasía.

¡A disfrutar su lectura!


JOSUÉ OSORIO ESTRADA. Maestrante en la especialidad de Intervención Docente, estudiante de la Escuela de Escritores Ricardo Garybay de Cuernavaca, Morelos. 

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