EL CONDUCTOR
…toda la sabiduría humana
está contenida en dos palabras:
¡espera y confía!
ALEXANDRE DUMAS
Cuando el coche
gira
a dirección norte
el alma se serena
aliviándose de peso,
abriendo los pulmones
al aire aún cálido.
Habrá que
atravesar
territorios resecos,
desarbolados, estériles,
prueba para la paciencia
del viajero expectante.
A mitad de camino
las nubes aumentan
su volumen, ocupan
el espacio del cielo rojo,
alivian la mirada
con su gris entreverado.
A lo lejos cae agua
para los pequeños arbustos,
las solitarias plantaciones
que han ocupado la tierra
del desierto infecundo.
Plantas en lucha
con el calor,
la lluvia moja ávida
sarmientos antiguos,
lecciones de pervivencia.
Al ver la
cordillera
el ansia aumenta,
solo queda alcanzarla
y descender hacia el mar
que es refugio y metáfora.
La mar alcanzada será
alivio para el cansancio,
cúpula para los suspiros,
aire que limpia la mente,
líquido tono
verde agua
que se funde con el cuerpo
tras las primeras brazadas.
Un hogar, un recipiente,
un lugar en el mundo.
Si
es difícil vivir,
es aún mucho más penoso
explicar nuestra vida.
MARGUERITE
YOURCENAR
En la atalaya hay
un bar
con nombre extranjero
de navío centenario
que engaña al viajero.
Fantasea con leer
en paz
mientras acaso vigila
un temporal creciente,
un viento presuroso,
unas nubes alzándose
hacia la oscuridad
de un cielo solapado.
Mas la vida tiene
planes
y rituales absurdos:
golpear de las
cartas
contra un tapete verde
y debatir en voz alta
casa paso de la partida.
Entre el libro de
un poeta
y la mesa de jugadores
crece un vacío abismal
que les desvincula,
dos lenguajes para hablar y callar,
dos mundos van a contracorriente.
El viajero
abandona
derrotado el ámbito
del gesto recurrente
que tranquiliza quizás
al cliente cotidiano.
La lluvia impide
descubrir un refugio
sereno, silencioso
donde encontrar tal vez
esa clase de calma
necesaria para abstraerse
y entrar en otro mundo
propio, tenue, forastero.
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