Adriana Vargas, Teresa Muñoz y Alfredo Loera |
La obra narrativa de Teresa
Muñoz, que se consolida con el libro que hoy presentamos, es una de las más
innovadoras que ha dado la literatura contemporánea en México, pues el conjunto
de cuentos incluidos en el volumen El fin
de la inocencia está escrito bajo una mirada femenina muy alejada de lo que
hoy se llama lo políticamente correcto.
El hecho no es menor, porque no
se trata de narraciones que aprovechen falsamente alguna coyuntura, sino de
textos trabajados a lo largo de varios años, incluso décadas, las cuales
plantean historias y personajes desde una poética original. Por ello considero
que para más de un lector pueden ser cuentos incómodos (incluidos hombres y
mujeres). Son narraciones retadoras, no sólo en el estilo, del cual hablaré en
los siguientes párrafos, sino porque desentrañan prejuicios de la realidad. En
otro sentido, la gran mayoría de estos cuentos no concuerdan con la idea que
muchos lectores poseen de lo verosímil. No obstante, esto no es ninguna
imperfección. Muy por el contrario, Teresa Muñoz escribe con todo el propósito
de socavar maneras de leer historias, y de entender personajes.
El rasgo se manifiesta desde el primero de los diálogos que aparece en “Interpretación bajo un árbol de verano”, que abre el libro. ¿Quién habla? ¿Quién es la voz fuerte y quién la voz débil?
—Pero no te estoy pidiendo que hagamos nada, sólo quería verte para que me dijeras por qué ya no quieres verme.
—Por eso, si nos vemos, volvemos a caer en eso que no me gusta.
—Pues no parece que no te haya gustado todo este tiempo.
El lector acostumbrado a ciertos
estereotipos pensará que la mujer es la débil y el hombre el fuerte. Pero
conforme la narración despliega su mundo narrado, se observa lo contrario. La
mujer es la voz fuerte, y el hombre la voz débil.
Lo mismo podemos distinguir en los subsecuentes relatos. La mujer vista como ese ser abnegado incapaz de controlar a los hombres y disfrutar del sexo sin ninguna culpa, en estas páginas si no se ha desterrado por completo, al menos no habita de manera absoluta. La constante es más bien aquella que señala la existencia de mujeres bellas e inteligentes, pero no por eso censurables. Es la libertad simbólica de la mujer de un modo no restringido ni castigador. El cuento “Fantasía” es otro ejemplo de ello. El personaje narrador es una mujer muy hermosa, una prostituta, que posteriormente se vuelve actriz, y que gracias a sus encantos, se convierte en una señora respetada en alta sociedad, al cabo de asesinar a su marido.
La ironía y el sarcasmo, desarrollado en dicho texto, me recuerda mucho a la holgura y la frescura del Rimbaud de las Iluminaciones. La comparación no es exagerada. Pues, si algo posee la narrativa de Muñoz es esa espontaneidad donde lo poético toma el control de lo narrado. A final de cuentas lo que menos importa es la anécdota, sino la forma de expresarla. El hombre atrapado y lloroso en el rostro de la abuela Adelina, del cuento “Lucrecia”, es una muestra más de lo que digo. Sorprende cómo nuestra escritora desdobla las palabras para romper lo verosímil y dar una vuelta de tuerca al lenguaje y acercarlo a la poesía. Pero no me refiero a la poesía de verso cursi, sino a la verdadera, a aquella que puede ser escrita en prosa y ser capaz de develar intuiciones estéticas muy interesantes.
Por cuestiones de espacio no me será posible indagar en cada historia. Tampoco es mi intención develarles todo el libro. Eso quedará en ustedes, bajo el placer de la lectura. Sin embargo, sí voy a permitirme hablar de otros tres rasgos de la narrativa de Teresa Muñoz.
El primero de ellos es el sustrato onírico. Pero esto no sucede como una mera ocurrencia o como un salto en el tempo de la palabras, digamos en algo parecido a la escritura automática o en imágenes absurdas propias del surrealismo. Más bien lo onírico en Muñoz se da como la toma de conciencia sobre las cosas. En “Oscuro y hondo, como el rencor”, la manera en que el relato elabora la presencia de la palabra “allí”, vista en sueños, va connotando diferentes significados, se trata de una especie de profecía, de una interpretación hecha por una vidente, una bruja, en una atmósfera tropical de la laguna de Catemaco.
Lo mismo ocurre en “La pila y el pozo”. Sin duda es uno de los textos más logrados. Ahí una mujer recién llegada a Xalapa, al habitar una pensión en una casa antigua, tan comunes en dicha ciudad, comienza a soñar con un joven que años antes había muerto en la misma casa. La historia se disloca en los planos de la vigilia y el sueño. No es un cuento surrealista, ni tampoco uno fantástico. Se trata del estilo propio de nuestra narradora.
Así también podemos hablar de lo netamente fantástico. En particular en “Hojas secas de un árbol sin fruto”. Me parece que trabaja excelentemente la ambigüedad propia del género, con un final sorpresivo, donde un adolescente vive en una especie de mansión con su madre.
Y en tercer término, el cuestionamiento de la maternidad. Y no porque la maternidad tenga una connotación negativa, sino porque en nuestra sociedad está envuelta por un sinfín de idealizaciones. Teresa Muñoz nos presenta varias historias donde se desarrolla dicha temática de forma crítica. En lo particular yo prefiero aquella titulada “La playa”, donde una niña observa cómo su madre espera al marido en una combi mientras este se emborracha. El final me parece memorable:
En pocas palabras, El fin de la inocencia se trata de un
libro muy trabajado. Tuve la fortuna de leer algunos de sus cuentos hace al
menos quince años. Teresa los tenía arrumbados en un cajón y una buena tarde me
los mostró. La verdad quedé sorprendido desde el primer momento, y la conminé a
que los publicará. Ella no accedió. A la larga creo que tuvo razón. De otra
manera el volumen no habría quedado tan redondo como lo está ahora.
Fue publicado, finalmente en
Quintanilla Ediciones en plena pandemia, pero quisiera mencionar, para así
quizás comprobar lo que decía al inicio de estas líneas, que El fin de la inocencia quedó finalista
en el concurso para publicación convocado por la editorial Dharma Books, una de las más importantes de México. Según las
palabras de los editores, dentro de cientos de manuscritos, incluyendo uno de
mi autoría, el libro de Teresa Muñoz quedó en los 11 finalistas. Los editores
al no poder llegar a un acuerdo, y por la crisis editorial actual surgida del
encierro pandémico, decidieron no publicar ninguno de los manuscritos. En fin,
estas son cuestiones pragmáticas que también influyen en la aparición y la
promoción de los autores. No obstante, como ya he reiterado, el libro que hoy
presentamos sin duda es de los más interesantes dentro del cuento mexicano
actual.
Fotografía de Nadia Contreras
[Texto leído en la presentación
del libro realizada en el Teatro Isauro Martínez el 1 de diciembre de 2021.]
Ficha
bibliográfica: Teresa Muñoz. El fin de la
inocencia. (México: Quintanilla Ediciones, 2020).
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