En manos de Mario Galván R., así sea serio o impredecible, toda historia de origen tiene un grado de estupidez humana. Ya sea en un cortometraje Bola negra (2018) o en un documental Kotz Kaal Pato (2020), esa su búsqueda por lo insurrecto y lo juzgado hacen que su narrativa sea una lectura agridulce de la vida en una ciudad tan “perfecta” como “hipócrita”, tal y como se sospecha es Mérida actualmente.
LO INTERDISCIPLINARIO Y LA FRAGILIDAD MASCULINA
La vida de Mario Galván R. se desenvuelve entre su trabajo cinematográfico y el de muchas otras disciplinas artísticas, tales como la gráfica y el teatro, desempeñándose en el papel de actor o director. Esto ha llevado a que su narrativa luche por romper el mito del fracaso literario de los cineastas, o viceversa. Asimismo, hay un afán de interdisciplina en su trabajo, con la cual busca esos distintos soportes y de esa forma presentarse ante sus espectadores.
En sus doce relatos y un poema, la cuestión de lo absurdamente “masculino” refleja la necedad y la estulticia de la cultura con la que se crece en una ciudad “conservadora”, aislada, desinteresada por el cambio. Además, lo intercultural aparece de manera continua para (eso parece) solventar esos estigmas y esas etiquetas obligatorias. Así lo demuestra con las golpizas en Fumarolas, los amigos en viajes de exploración, repletas de drogas y alcohol como en El misterio de Margarita Chi, Tropical Rivera, o en PIPOPES. Sin embargo, ese otro lado de la inmadurez también se convierte en una cuestión a la fragilidad masculina y a sus barredas que parecieran ser indestructibles. Porque crecer en Mérida siempre ha sido una paliza, a mano limpia y sin preguntar.
En cada anécdota, hay del realismo sucio norteamericano ―a lo Raymond Carver― ese minimalismo. Apostar por lo sencillo no es casualidad, los personajes se desenvuelven por los diálogos coloquiales y jergas peninsulares, las que a su vez, construyen el perfecto perfil de un personaje grotesco e irregular (en ocasiones, antiheróicos; otras, villanos patanes). ¿Sus ambiciones? Probarse a sí mismos qué de la vida puede significar importancia, simbolismo, plenitud.
EL HUMOR MULTIFACÉTICO
Aquí los personajes son tragicómicos y contrarrestan a ese otro cliché de conversar sobre lo mítico de la Península. Aquí se cuestiona y se saca una sonrisa. Se evidencia. Lo comprobamos y nos reímos. Porque no hay mejor medicina que el humor y eso, como diría Pirandello, “consiste en el sentimiento de exponer lo contrario, reflexionando acerca de lo que no se oculta”; entonces, acudir a la sátira se convierte en el encuentro de uno mismo con su contrario. Y eso es lo que obtenemos en la obra de Mario Galván R.
El relato con más punch, y que ejemplifica todo lo anterior mencionado, sería Enlaces de América. Víctor Hugo, un joven común y corriente, durante su año sabático, decide entrar a trabajar a un call center en el cual tendrá que atender y solucionar un caso inusual de un usuario telefónico. En ese ambiente laboral tóxico, las peripecias del protagonista se verán contenidas en las decisiones de su acción ante su jefe y el reglamento de la empresa. ¿Cómo darle cabida al pie de un necesitado en una oficina tan competitiva como deshumanizada?, ¿qué objetivo egoísta es este, donde ayudar al cliente está prohibido y las vidas personales no son más que estadísticas de venta? Estas preguntas se resolverán poco a poco en la trama del texto.
La idiosincrasia y los problemas generacionales se observan en cada una de las ficciones planteadas durante sus páginas. Una época multifacética que emerge de los 2000 y que es testigo de los conflictos de una ciudad cansada de verse al espejo, de mirar sus imperfecciones y esconderlas.
A todo esto y finalizando, Fuimos Monos (Edición digital y física independiente, 2021) es publicado de manera autónoma y no se esperaría más, ni por exigencia, de una ópera prima. Mario Galván R., becario del PECDA Yucatán 2015 en la modalidad de Guionismo, contiene una narrativa dinámica y concreta; su lenguaje admite evidentemente esa relación con la cinematografía, de la cual ha sacado buen provecho.
Habrá que soltar la seriedad y dejar que aquellos “bufidos liminales” tomen rumbo hacia una narrativa más certera y arriesgada, distinta, menos solemne, de la cual nos tienen acostumbrados los tesoros vivientes de Yucatán; y yo creo, de manera personal, que este libro es una gran apuesta.
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