Foto tomada de El Universal |
OLVIDAR
Aquí están los nervios
que envuelven, como un papel fragante,
las melodías obtusas
del rencor.
Y aquí la risa
como un pájaro ebrio
Escuchar. Olvidar. Dos neblinas.
La espuma del sufrimiento
cala en el encaje náufrago
de mi silbido matinal.
Aquí están los sonidos
olvidadizos, las crepitaciones
que amarillean.
Una vez más,
todo será escuchar
u olvidar.
Olvidaré estos doblados
enigmas, estos relojes
rectilíneos de esperas, este cuerpo
ajeno
en la llama de sándalo.
LA NOCHE DEL CUERPO
En la noche del cuerpo se preparan
los alimentos de Dios,
la cena carmesí de los esclavos, el místico bocado
de los turbios amantes-
sudor, lágrimas, mierda-
el humus lento, el óvalo marchito,
el resto náufrago del visionario,
el regalo sedente
que se posa en la tierra-
un vapor de Demonios
rodea los Testimonios.
En la noche del cuerpo
se preparan de nuevo
para sus explosiones
diurnas, para el momento
en que habrán de salir
entre el humo feroz de su estallido.
DAVID HUERTA, el poeta que murió justo un día después de conmemorarse el 54 aniversario de la matanza del 2 de octubre, era uno de los poetas vivos más queridos y un ser apasionado. Decía que al 68 le debía “una porción cardinal de lo que soy, de lo que quisiera conseguir, de lo que pienso, de mis convicciones, de lo que no tengo más remedio que llamar: mis ideales”. Más información en El Universal.
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