ACERCAMIENTOS Breve estudio sobre la oda número XV de Fray Luis de León | Andrés Galindo


Sin duda son muchos y variados los tropos en ésta y otras poesías de fray Luis de León. No es de extrañar si apelamos al contexto histórico: siglo de oro español. A esto habrá que añadir toda la carga simbólica que implica la escritura sacra de un hombre como fray Luis. Ya en esta oda es bien evidente la carga semántico-religiosa de palabras como “tigre”, “basilisco” y “sierpe”. Por supuesto, no son escasas las metáforas. Atreviendo una interpretación un tanto apresurada, y tomando en cuenta el contexto del autor, he querido leer la oda como una alegoría a la libertad; del cuerpo y del espíritu en este caso. En cuando a las metáforas, sólo por mostrar un ejemplo rápido, retomamos las palabras antes citadas (tigre, basilisco y sierpe). Para el bestiario cristiano estos símbolos tienen un significado negativo, puesto que se identifican con el mal; la sierpe, específicamente está emparentada directamente con el demonio.

Ahora bien, lo que debe llamar la atención en el uso que fray Luis hace de estos símbolos puede ir más allá de una interpretación religiosa. La oda, presumiblemente, es anterior a 1574. Por esas fechas fray Luis tenía problemas con el santo oficio, y sus enemigos eran algunos de sus propios compañeros de celda en el monasterio. Bien se puede conjeturar que la oda alude a la libertad que el fraile consigue tras algún tiempo de encarcelamiento por juicio inquisitorial. Quiere decir que “el hombre justo y bueno” al final saldrá victorioso sobre los hombres injustos y malos, representantes del mal en esta tierra.

Así, tigre, basilisco y sierpe poseen una doble significación: además de la ya mencionada semántico-religiosa, también es una clara alusión a sus detractores. Se trata, como vemos, de una metáfora pura, ya que el plano real está totalmente eliminado, al menos al interior del discurso del poema. La nota personal es que resulta interesante descifrar el significado de estos símbolos, y de la oda completa, a partir de una investigación teológica e histórica. Sin embargo, me ha parecido más interesante ver la forma total de la oda. Es mi propósito, pues, definir la forma de la oda XV como una canción ligera estructurada por estancias de endecasílabos y heptasílabos simétricamente dispuestos.


La oda de nuestro estudio es una combinación de siete versos, endecasílabos y heptasílabos. Siguiendo a Tomás Navarro, esta forma de combinación pertenece “al tipo de estancia de extensión variable” (“Estrofas Fijas”. 116). Desgraciadamente Tomás Navarro no agrega algo más sobre la estancia. Rudolf Baehr nos ha dado la pista para continuar con la lectura de la oda. Si entiendo bien, Baehr asume la estancia como una derivación de la canción petrarquista [1] (“Formas y derivaciones de…” 343 – 344). Este tipo de canción regularmente oscila entre cuatro y doce estrofas (estancias). En el caso de la oda XV de fray Luis tenemos siete estancias de siete versos cada una.

“En España –nos dice Baehr– como versos de esta canción se usan sólo endecasílabos y heptasílabos; y su mezcla es obligatoria” (Op. cit. 344). Además, en nuestra oda existe un predominio del heptasílabo sobre el endecasílabo. Para Baehr esta disposición “expresa una intención estilística menos elevada propia para evocar ambientes elegíacos y bucólicos (canción ligera)” (ídem).

Tras la lectura de Baehr, creo que si bien no son claras (por inexistentes, conjeturo) las referencias a ambientes bucólicos en la oda que nos ocupa, la dedicatoria –que es de sobrada importancia– a Portocarrero alude a una expresión más bien ligera. Aunque en realidad esta pretendida liviandad se puede relativizar si tomamos en cuenta, otra vez, el contexto autoral. O quizá no sea necesario referirnos a elementos extratextuales; ya el contenido mismo de la oda nos marca una expresión si no plenamente grave, sí de un tomo serio alejado de un bucolismo lúdico. Cito la cuarta estancia por parecerme la que mejor expresa el sentido total de la oda; tal estancia es, de forma y fondo, central para la disposición del poema:

No pudo ser vencida,
ni lo será jamás, ni la llaneza,
ni la inocente vida,
ni la fe sin error, ni la pureza,
por más que la fiereza
del tigre ciña un lado,
y el otro el basilisco emponcoñado (vv. 22 – 28).

Líneas arriba señalaba también la disposición simétrica de la oda. Por motivos de espacio no reproduzco más que la parte ya citada, pero cabe señalar que esa misma disposición (heptasílabo – endecasílabo – heptasílabo - endecasílabo – heptasílabo - heptasílabo – endecasílabo) se repite a lo largo de todas y cada una de las siete estancias. La rima –consonante en todo el poema– está dispuesta de la siguiente manera: el primer verso (heptasílabo) rima con el tercero (también heptasílabo); el segundo verso tiene rima con el cuarto (endecasílabos ambos) y con el quinto, que es un heptasílabo; los últimos dos versos de cada estrofa, uno heptasílabo y otro endecasílabo, forman un pareado, también consonante. La formula sería la siguiente:

a
B
a
B
b
c
C

La disposición para el resto de las estancias sigue el mismo esquema, pero con cambio de rima tras cada una de ellas. Como conclusión, se puede observar que fray Luis ha dado un giro importante en el uso de la estancia con predominio del heptasílabo, quien lejos de usar tal disposición para un tema relajado como lo sería el de índole pastoril, ha decidido tratar un asunto de mayor gravedad como lo es el hablar de la libertad, si se quiere ya no corporal, sí espiritual. La oda a Don Pedro Portocarrero [II], desde una atrevida interpretación personal, es una alegoría a la libertad, un canto a la libertad.

No siempre es poderosa,
Carrero, la maldad, ni siempre atina
la envidia ponzoñosa,
y la fuerza sin ley que más se empina
al fin la frente inclina;
que quien se opone al cielo,
cuando más alto sube, viene al suelo.

Testigo es manifiesto
el parto de la Tierra mal osado,
que, cuando tuvo puesto
un monte encima de otro, y levantado,
al hondo derrocado,
sin esperanza gime
debajo su edificio que le oprime.

Si ya la niebla fría
al rayo que amanece odiosa ofende
y contra el claro día
las alas oscurísimas estiende,
no alcanza lo que emprende,
al fin y desparece,
y el sol puro en el cielo resplandece.

No pudo ser vencida,
ni la será jamás, ni la llaneza
ni la inocente vida
ni la fe sin error ni la pureza,
por más que la fiereza
del Tigre ciña un lado,
y el otro el Basilisco emponzoñado;

por más que se conjuren
el odio y el poder y el falso engaño,
y ciegos de ira apuren
lo propio y lo diverso, ajeno, estraño,
jamás le harán daño;
antes, cual fino oro,
recobra del crisol nuevo tesoro.

El ánimo constante,
armado de verdad, mil aceradas,
mil puntas de diamante
embota y enflaquece y, desplegadas
las fuerzas encerradas,
sobre el opuesto bando
con poderoso pie se ensalza hollando;

y con cien voces suena
la Fama, que a la Sierpe, al Tigre fiero
vencidos los condena
a daño no jamás perecedero;
y, con vuelo ligero
veniendo, la Vitoria
corona al vencedor de gozo y gloria[2].


Bibliografía
1. Baehr, Rudolf. “Formas y derivaciones de la canción petrarquista”. En Manual de versificación española. Gredos. Madrid. 1970. pp.343 – 354.
2. León, Luis de. “Oda XV”. Poesía. Edición de Juan Francisco Alcina. 6ª ed. 3. Letras hispánicas 184. Cátedra. Madrid. 1995. pp.149 – 152.
4. Navarro Tomás, Tomás. “Estrofas fijas”. Métrica española. Reseña histórica y descriptiva. Labor. Barcelona. 1986. pp.95 – 135.


[1] Bien conocida es la emblemática presencia de Petrarca como parte de la influencia italiana en las letras españolas del Renacimiento.
[2] Oda XV, a Don Pedro Portocarrero


ANDRÉS GALINDO. Hispanista por la Universidad Autónoma de México. Autor de Veinte poemas de la furia (Endora, 2010) y La oficina del olvido (Ediciones y Punto, 2015). En 2011 conoce el formato Slam Poetry y, desde entonces ha participado en el mismo, bien como poeta o como espectador. Actualmente escribe cuentos fantásticos, minificciónes y es aficionado a la fotografía.


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