RESEÑA Jorge Contreras en el rincón de una cantina... llamada “Humo Sólido 12” | Uriel Reyes Deloya

 
Cuando el poeta escribe sobre las cosas 
más dolorosas transforma el sufrimiento
en alegría.
José Ribamar Ferreira

Leer de corrido los poemas seleccionados en esta hoja de poesía (misma que, por cierto cierra el proyecto Humo Sólido en su Primera Época) nos da la impresión de estar ante un bohemio en su más pura dimensión. He aquí un hombre que desgrana su dolor a través de las palabras; algo así como un José Alfredo Jiménez, el máximo exponente de la canción del amor desahuciado. Repartidos en varios de estos textos, es posible advertir chispazos de una sensibilidad aproximada, si no con palabras literales, sí al menos con ciertas situaciones. La de Jorge Contreras (Tizayuca, Hidalgo, 1978) deviene entonces en una poesía del desencanto en la que el personaje casi se regodea en el dolor que la vida le provoca. La imagen obvia y complementaria nos sitúa alrededor de una fogata, donde, sobre notas de guitarra, el poeta lee sus textos al ritmo de su voz grave y acompasada, utilizando los acordes sólo como telón de fondo.
          Para ilustrar esta temática, el último poema, “En la cantina” es a mi parecer el más redondo. En éste —con transparencia casi cinematográfica— vemos al personaje en una esquina, instalado en su soledad, y doliéndose de su pasado. “Tomo mezcal en la cantina/ travesía que versa/ de la mesa de la nostalgia”. Clásica imagen donde el poeta llora por los tiempos idos y por la vida que avanza de manera inexorable y que inevitablemente nos reporta una pérdida constante.
          En el discurso, por otra parte, hay algo más que coherencia y una atinada solución en el uso de imágenes, y nos acerca a conocer los entresijos de un alma solitaria y anhelante, la cual busca acomodarse por entre las limitantes de su propio mundo con no mucha fortuna. Logra así que el lector se siente identificado con ese amigo que sufre y que da cuerpo a lo que en algún momento se ha sentido.
          Pero en la propuesta del poeta Contreras tenemos además versos fraguados a altas temperaturas junto con hallazgos afortunados, como en “Aquí en esta silla”: “Escribo el poema como una gota/ en la gruta/ escribe estalactita”. Imagen que se vuelve poderosa por el sentido que nos da del tiempo y su constancia, capaz de cohesionar elementos milimétricos que conforman una criatura nueva.
          Y no es de extrañar tampoco el tono irreverente que permea casi todo el cuerpo de la obra de este bardo que habla obsesivamente en primera persona como si casi todos sus poemas fueran en realidad un monólogo en el que plasma su vida interior. Excepto en “Imprudencial”, un poema dispuesto a manera de diálogo, donde toda la atención recae en la segunda persona y la vuelve transitoria (aunque también “falsamente”), sujeto del poema. Nunca sabemos el nombre del receptor del apasionado discurso, pero por la vehemencia sabemos que hay una historia entre ambos y lo corroboramos con los últimos versos: “No dejes que el pavoroso silencio te cubra/ si en él pronuncio/ como tácito relámpago/ el auto sacramental de los amantes”.
         Y por lo demás, es este también un poeta que cita lo mismo a Sabines que a Bukowski; a Robert Graves que a Juan Valentín Andrade, y rescata de ellos también sentimientos universales más allá de los versos de desamor, o de la imposible realización de los amantes. Así, en una escala más alta, en “Sacerdote de la palabra” hay un desdoblamiento interesante en el que el vate se convierte en padre e hijo de sí mismo: “Soy mi padre y también soy mi propio hijo/ poeta que se escribe a sí mismo… Te conozco/soy los otros ¿Quién soy otro sino tú?”. Un interesante juego en el que el enunciador se convierte en varios personajes sin dejar de ser él mismo, es decir, se desdobla solamente para confirmarse. Un atinado recurso en el que Jorge se describe y se reinventa a través de la poesía, y al crear, es creado también por su obra.
          La poesía es vehículo de expresión para todos los temas humanos. Lo que la caracteriza es que arroja luz sobre los misterios del espíritu y específicamente sobre la persona que la escribe; de esta manera, las palabras toman el timón para develar misterios que permanecen transitoriamente ocultos incluso para el propio creador. En un juego de espejos el poeta es diseccionado por las palabras que plasma en el papel. Tal y como lo hace este juglar moderno, cuyos cantos nos remiten al desamor y la perdida.

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Humo Sólido Sólido Humo
Coordinación: Mario Guzmán / Daniel Olivares
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