CUENTO Principiantes | Ricardo Ovalle


Ayer murió David Bowie. Las redes sociales están saturadas con sus canciones y fotografías, así como de las frases que escribió antes de volver a su nave, eso dicen los románticos que se niegan a admitir que un cuerpo estelar también puede llenarse de tumores y de repente, apagarse como la estrella cansada de reflejar una luz que no le corresponde.
Recuerdo que te gustaba escuchar Space Oddity mientras te pintabas el cabello de colores en el cuarto de baño, manchando el lavabo de un melancólico magenta convirtiendo todo el panorama en un cuadro tan hermoso como terrible. Tus piernas firmes, engarzadas en una desnudez absoluta, eran los pilares que me mantenían en pie, como si fueras Atlas y yo un mundo que se caía a pedazos y que sólo podía ser sostenido por ti, por esa espalda estigmatizada por una serie de lunares que me recordaban a una horda de hormigas negras que se perdían justo debajo de tu cuello.
La botella casi vacía de Ballantine adornaba la mesa de centro junto al caballo de madera que me regalaste, tomé dos antihipertensivos con un vaso de whiskey, efecto vasodilatador, pienso, mientras observo en el espejo de la sala un manchón rojo que se extiende desde el iris hasta la conjuntiva de mi ojo izquierdo; eras mi mejor amiga Jenny.
Busco en la cocina algo para comer, desde el día de ayer que fui a Subway no he probado alimento, es como si mi cuerpo necesitara el mínimo de calorías para convertir en energía y moverse en una suerte de laberinto invisible: la ciudad y sus tripas.
Encuentro una caja de macarrones instantáneos con queso, la figura de un ratón adorna el empaque invitando a probar una mezcla de ingredientes que probablemente tardarán meses en salir de mi sistema. Vacío el contenido en un sartén que me regaló mi madre cuando me fui de casa, comienzo a mezclar la pasta, agua y un sobre de un polvo amarillo que se ofrece como queso. La cuchara girando dentro del recipiente formaba una serie de mandalas, el ciclo del hastío, volver contigo de nuevo, nuestro propio Ouróboros.
Tomo una silla para sentarme en la mesa y observo los macarrones que me acabo de servir, el ratón de la caja es un timador, ni el más incauto de los ciegos podría satisfacerse. Pruebo un poco con el tenedor que no quedó completamente limpio después de la última vez que se usó, percibo una salada pasta dura en mi boca que el agua tónica ablanda un poco. No sé a ciencia cierta si cabe más tristeza en el corazón de un hombre o en este plato de sopa Knorr.
Después de comer enciendo la computadora, lo primero que veo es tu foto como fondo de pantalla, apareces en un parque que está cerca de tu casa con tu pelo multicolor y una sonrisa que vale los mil quinientos pesos que le das a tu dentista mensualmente. Entro a Facebook, me tiemblan las manos, pero decido desbloquearte, me aparece un punzante mensaje al centro del monitor:

“La página a la que deseas acceder está restringida para ti”

Me has bloqueado, entro con mi antigua cuenta y rápidamente aparecen tus actualizaciones. En tu foto de perfil sales abrazando a alguien, tienes la playera de Misfits que me pediste el día que la lluvia nos quería arrancar de la tierra como brócolis maduros. Clic, clic, clic, clic. Fotografías con diálogos de películas que vimos juntos: Me conociste en una etapa extraña de mi vida/ Creo que este es el principio de una hermosa amistad/ Se está mejor en casa que en ningún sitio/.
Percibí una lluvia gástrica en el estómago, los minerales de mi cuerpo luchaban entre sí. Sentí celos de todo, de la persona que estaba contigo en las fotos, de mi camisa de Misfits, de los libros que te regalé, de tus amigos, de los perros que te observan en la calle, del médico que te revisa los hematomas que aparecen en tu cuerpo de la nada, de Brad Pitt en Fight Club.
Mi cabeza era como un globo que estaba siendo inflado por alguien que se rehusaba a parar hasta que no estallara.

Proceso vasodilatador.         

Bourbon de Kentuchy + inhibidor de la enzima convertidora de angiotensina (IECA)

Suena el teléfono:
-Hey, ¿sabes que murió Bowie?    
-Lo acabo de escuchar.       
-¿Por qué no tomamos un rato? Hice una playlist, se llama A boy’s life; watch the skies.     
-¿Es por la película de Gremlins?
-Si, uno nunca sabe cuándo va a engordar las cifras estadísticas de los hombres que no alcanzan sus sueños.                                 
- Ok, te veo en un rato.                                                                  

Observó un manchón de humedad que se extiende por la pared del departamento, carcomiendo la estética y dejando grandes burbujas de aire en la pintura, una de ellas tiene forma de mi perro muerto. Schopenhauer apuntaba que el domingo representa el aburrimiento y los otros días de la semana la miseria; no sé qué día es hoy.

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RICARDO OVALLE (Monterrey, 1985). Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL. Poemas suyos aparecen en diversas antologías y revistas literarias. Tiene dos libros publicados: Instantáneas del fin del mundo (Editorial Hedonistas Cansados, 2013) y El Hombre Menguante (Anatema, 2016). Actualmente es becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de Nuevo León.
  

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