RESEÑA Veintidós poetas de Colima. Parota de sal, antología | Miguel Ángel León Govea


Es una alegría presentar Veintidós poetas de Colima. Parota de sal, antología, porque significa celebrar a la poesía, a las palabras, a la importancia de la comunicación humana. Disfrutemos esta noche calurosa de julio en el centro de Colima, porque como bien dice Guillermina Cuevas, es un acto sin sentido sufrir en el trópico.
Tenemos en nuestras manos un libro que reúne las voces de veintidós poetas colimenses que han trabajado arduamente en expresar lo que significa estar en el mundo. El resultado es fructífero: ciento diez poemas para el deleite de nosotros, sus lectores.
            La compilación de los poemas y el prólogo corren a cargo de la doctora Ada Aurora Sánchez, quien hace un estudio profundo de la situación actual de la poesía colimense y de cómo esta antología es prueba de su vitalidad. En el prólogo, que es un estudio introductorio, Ada Aurora Sánchez hace un recorrido por las impresiones y descripciones de los viajeros que visitaron Colima en el siglo diecinueve y que resaltaron el paisaje del trópico, la vida a paso lento en la provincia y la falta de vías de comunicación.
Desde este punto, la también poeta analiza cómo las y los escritores han representado verbalmente a Colima, retomando un punto clave que sirve de parteaguas en nuestras letras: la generación de los cincuenta del siglo veinte, conformada por voces como la de Guillermina Cuevas, Efrén Rodríguez y Rafael Mesina; será esta generación la que “se abre a la sensibilidad poética hispanoamericana y adopta nuevos y renovados recursos para la poesía social”. Como afortunada consecuencia, las generaciones que van de los 60 a los 90 han dado muestra de una nueva dinámica cultural y de nuevos tópicos expresados en su literatura. Parota de Sal, antología, es uno de los resultados más notables de esta evolución.
Quiero resaltar la trascendencia del prólogo de este libro, porque nos hace ver, de forma sucinta, el panorama general de la poesía colimense; al mismo tiempo que se detiene en cada una de las voces que integran esta antología, descifrando sus poéticas y sus deliciosos enigmas.
Son muchas las razones por las que hoy, viernes cinco de julio de dos mil diecinueve, es un día especial. Esta mañana leí en las redes sociales una publicación del poeta Ángel Gaona que dice: “Hoy celebramos a Víctor, que como el Cid campeador, sigue ganando batallas desde el cielo. ¡Viva el poeta de Colima!”; y es que hoy es el cumpleaños de nuestro poeta Víctor Manuel Cárdenas y uno de los regalos más grandes que nos dejó tras su partida es la posibilidad de estas páginas que nos convocan, pues es él el fundador de la colección Parota de sal que reúne ya veintidós títulos bajo el sello editorial Puertabierta Editores.
Víctor Cárdenas siempre tuvo amistad y tiempo para compartir sus conocimientos de la historia y la literatura, y su presencia ha sido clave para el desarrollo de nuevas voces y la unión fraternal de éstas. “La Sal [escribe el poeta] es la evidencia más remota / de que el espíritu / se mueve”; y Parota de Sal es la evidencia tangible de que su espíritu sigue y seguirá vivo en nuestros actos y memorias.
El primer verso de esta antología es, precisamente, su título: Parota de sal, una metáfora que expresa en tan sólo tres palabras la mejor parte de la vida, las heridas y la muerte. El libro que hoy nos convoca es un recuento de los cuatro elementos básicos para la existencia, estos son: el amor, la soledad, el silencio y la muerte. Es bueno saber que estamos solos, muchas de estas páginas nos lo recuerdan; asimismo, es bueno saber que existe la posibilidad de la compañía, pero que siempre estamos solos.

“Solos, como una estufa sin cilindro”, dice Indira Torres.

“Porque de alguna forma todos somos huérfanos”, afirma Josué Solís.

“Y nacemos a pesar, a estar muriendo”, enuncia Gabriel Govea.

Es pertinente acordarnos de la muerte, porque siempre vamos a llorar a los padres, a los hermanos o al hijo ausente. Vamos a recordar, como lo hace nuestro maestro Efrén Rodríguez, el día que nunca fuimos con nuestro padre al mar: “mi tristeza es tan honda tan honda / mi tristeza es más honda que el mar”.
Aprenderemos, como lo dice Ángel Gaona, a “aderezar con lágrimas los alimentos”. A contar con palabras los infinitos patios interiores, como lo hace Carlos Ramírez, y el “sol de las pequeñas cosas”. Aprenderemos con Guillermo Clemente a alzar las palabras en las noches vulnerables en que una fisura se abre y el corazón se expone. A revelarnos y a rebelarnos, como Cristóbal Barreto. A escribir con minúsculas el caos, como nos enseña Adín Valencia.
Sabiamente lo dice Avelino Gómez: “es cansado estar vivo, pero cansa más escribir nada”. Escribámonos hoy la primera carta, David Luna. Seamos cipreses bajo el viento, Oscar Robles. Y que dios nos hable a la oreja, Armando Martínez.
También vamos a celebrar la música, la piel, el delicioso vino de la vida. Vamos a creer fielmente en Verónica Zamora, que nos dice que #dicen que uno tiene la edad de la piel que toca”. Juguemos al “yo te deseo y tú no me dejas nunca” que propone Zeydel Bernal. Porque hoy “Adán y Eva están de aniversario frente al espejo, ese lago profundo”, nos anuncia Ada Aurora Sánchez.
Emprendamos un viaje por la historia, vayamos con Víctor Cárdenas a atestiguar lo que sucedió un día en la plaza mayor de Valladolid en 1559, y no lo olvidemos nunca. No olvidemos, como nos recuerda Krishna Naranjo, que “los indios intentaron redimirse en 1526, según lo dictaban los franciscanos”.
Y de la misma forma vamos a llorar la partida de todos aquellos que se durmieron en la esperanza de un país digno de su propia historia, porque, como escribe Gloria Vergara, [mi país] “es un águila que se traga una serpiente / una serpiente que se muerde la cola / mientras cae del paraíso”.
Muchos de los y las poetas aquí reunidos alzan y han alzado su voz para denunciar la injusticia, la violencia en la que vivimos, y con ello han cumplido con una de las funciones centrales de la literatura: la denuncia. Es cierto, Nadia Contreras, como tú dices, “que la memoria es un animal de piel muy herida”. Es cierto, Sergio Briceño, que” ha crecido en tan poco elemento la alta violencia”. Por eso es importante la poesía, por eso es trascendente la palabra, nos hace estar en el mundo y con el mundo; es decir, nos hace mirarnos y reconocernos. Todo arte y ciencia aspira al encuentro de los seres humanos. Y esta noche que estamos aquí reunidos es una prueba de ello.
Es loable el esfuerzo que Puertabierta ha hecho y hace por el arte escrito colimense; estoy seguro de que esta antología es ya parte imprescindible de nuestra historia cultural, porque estas letras son también las credenciales de sus autores. Muchos de ellos y de ellas, la mayoría, han llevado su poesía por el mundo. Sus palabras han sonado en países que son nuestros hermanos de lengua, como España, Chile, Cuba, Guatemala, Uruguay, Argentina; y en otros hermanados culturalmente, como Francia, Canadá, Haití, Estados Unidos, Alemania. Asimismo, en países más lejanos como China y Macedonia. Quiero también resaltar la participación de varios de los aquí antologados en el Festival de Tres Ríos, en Quebec, Canadá. Vínculos como este y en otras partes del mundo son los que esperamos para la literatura colimense.
Para finalizar, debo mencionar que uno de los aspectos más agradables de esta antología es el hecho de que cada poeta haya elaborado su visión acerca de la poesía; por lo que este libro es también una especie de manifiesto o declaración de principios poéticos. Al leer todas estas visiones me di cuenta de que todas fluyen y confluyen armónicamente. Por lo que llevé a cabo un juego literario: tomé prestadas las palabras de sus autores y construí con ellas un solo poema, al que daré lectura. Recuerden que el autor de este poema son las veintidós voces aquí reunidas, yo solamente jugué con las palabras:

LA POESÍA

¿Es realmente definible la poesía?
Le hablo a la poesía,
tomo la pluma como una vena de agua
porque sólo mana agua del poema.

La poesía acomoda las palabras
que usamos todos los días,
es la forma de definir algo
con la menor cantidad de palabras
posibles.

Es una necesidad de nombrar,
de cantar el mundo,
sacarse la bestia de adentro
y entrar en la bestia.

La poesía nos busca a nosotros,
perro fiel que nos acompaña
hasta la muerte.

Es canto y adoración,
ejercito coral.
Código cifrado para dialogar con Dios.

Le hablo a la poesía:
Manifestación necesaria e irremediable
en otro idioma
y otra forma de fundar el mundo.

Objeto que reside en el espíritu,
la poesía es la íntima respiración
de la vida.

Es el poder de ser.
Espejo donde se mira el que cambia.
Espejo de la intimidad más desnuda.
Código cifrado para dialogar con Dios:

La poesía es Salvación.

Enhorabuena a todas y a todos por esta antología. Muchas gracias.

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Texto leído el viernes 05 de julio de 2019, en el Museo Fernando del Paso de la ciudad de Colima, México

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