ESCAFANDRA Miradas en tiempos de pandemia | Blanca Vázquez


Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación.
Proverbio árabe

Me encerré en mi escafandra, me guardé un tanto porque los dedos pesaban y el corazón volaba de ansiedad y algunos miedos. Se ha ido sosegando mi cuerpo y mis derredores, me he volcado otra vez sobre el teclado y los lápices de colores me acompañan en varios momentos del día. No ha sido fácil transitar este confinamiento obligado, no sólo por las autoridades, sino también por decisión personal. Mentiría si les comento que no salí nunca, sí lo hice, y más cuando sabía que las calles lucían vacías y podía ir a la farmacia o a comprar algo de fruta o alguna planta. Ahora con un color de semáforo naranja en mi ciudad (que no existe en los objetos que custodian las esquinas), salgo con otras reglas, y una de ellas como sabemos es el vilipendiado, olvidado y a veces costoso “cubrebocas”.
Cuando he salido y llevo lentes, gorra y cubrebocas me ha tocado que algunas personas no me reconocen y claro, yo tampoco a ellas, sí, me ha resultado cómico y hasta increíble; pero también me he dado cuenta de las miradas, veo a mi paso bocas cubiertas con una multiplicidad de colores y texturas, que van desde los confeccionados caseros hasta los quirúrgicos y de importación. Y ahora sí he comenzado mi laboratorio de ideas, camino a distancia recomendada y al otro lado de la acera sólo miradas, ojos que ojean como si fueran scanner y que arrojan en quienes les rodean de infinidad de sensaciones. He pensado que las miradas nos hablan, nos dicen tanto de cada uno de nosotros que sí se pueden ver preocupaciones, enfados, molestias, miedos, prisas, alegrías, cansancios y hasta enamoramientos.

¡Qué blanco tu corazón
y qué blanco tu mirar![1]

Entonces me interrogo ¿Qué miro y cómo miro? Pero además, ¿cómo me miran y que miran de mí? Y aunque creemos que son los ojos los que llevan a cabo la acción en realidad son las miradas las que producen una infinidad de sensaciones. Recuerdo que en algún momento leí sobre John Koenig[2] quien ha creado neologismos para nombrar aquellas cosas que no aún no podemos definir, y él mencionaba que la emoción que sentimos cuando alguien nos ve y nos hace sentir vulnerables se llama Opia, sí, es esa sensación  (cuando no usábamos cubrebocas) que genera la mirada de otra persona y que provoca que uno se voltee o que logra una incomodidad reaccionando de diferentes formas.

En llorar conviertan
mis ojos de hoy más
el sabroso oficio
del dulce mirar,[3]

Jaques Lacan[4] opinaba que cuando nosotros nos sabemos “objeto” porque somos mirados por los otros vamos generando una ansiedad que nos deja claro que no tenemos poder sobre aquel otro que nos mira y nos volvemos vulnerables. Me gusta cuando expone que ese otro está más allá del yo, por ello, es que pierde el ser humano estabilidad y control sobre lo que puede sentir y decidir.
¿Ustedes que han mirado en estos tiempos de pandemia? ¿Creen que sus miradas tienen otros niveles de intensidad o quizá hay una vulnerabilidad que no habían detectado sin ese trozo de material que cubre nuestras bocas y que obstruye la posibilidad (no sólo del contagio) sino también de la sonrisa, la mueca o hasta el insulto?

Sus grandes ojos de mirar inquieto
ahora vagar parecen, sin objeto
donde puedan posar, en el vacío.[5]

Ahora con varios meses de afinar el mirar, el ver, el observar me siento más centrada, pero también más sensible, porque yo he posado mi mirada no sólo en quienes andan a mi lado, sino en aquello minúsculo, inobservable como lo es la naturaleza y créanme que han venido un sinfín de ideas y pensamientos, o quizá es que como bien expresaba Ingmar Berman[6]: “Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena; así que mirémonos, tal vez podamos decirnos tantas cosas”.

Recomendamos que lean:

Hustvedt, Siri. Vivir, pensar, mirar. Anagrama, Barcelona, 2013.
Lenguajes. Revista de la Universidad de México. México, 2019.

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[1] Poema La niña que se va al mar de Rafael Alberti.
[2] John Koening es el creador del Diccionario de las emociones oscuras.
[3] Poema La más bella niña de Luis de Góngora y Argote.
[4] Jacques Lacan, psiquiatra y psicoanalista francés, realizó importantes aportes teóricos al psicoanálisis, centrándose en conceptos de la filosofía, Estructuralismo, Lingüística estructural y Matemáticas.
[5] Sonetos de Antonio Machado.
[6] Ingmar Bergman fue un director cinematográfico sueco, de quien les recomiendo El séptimo sello, Fanny y Alexander y Gritos y Susurros. 

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