DI(VAGACIONES) Apuntes para construir un poema | Marisol Vera Guerra



Una de las recomendaciones más valiosas a la hora de hacer poesía la encuentro en el “Arte poética” de Vicente Huidobro: “Por qué cantáis la rosa, ¡oh, poetas! Hacedla florecer en el poema”. Podrá parecernos lugar común, claro –como si hubiera lugares que no fueran comunes dentro de la literatura y develáramos con nuestra grandiosa inspiración el hilo negro del arte–, pero hacer que una rosa florezca en un poema requiere que le abonemos una buena dosis de imaginación a las letras.

La posmodernidad, más que ninguna otra época, ha hecho flexibles las fronteras entre los distintos géneros literarios. El poema contemporáneo coquetea a menudo con el aforismo, con el ensayo, con la narrativa, pero bueno, no deja de ser “poema”, y posee elementos que lo sustenten como tal. Quizá alguien muy conceptual pueda argumentarme –y tendrá una vasta justificación teórica– que todo puede ser un poema… sí, sí, el habla cotidiana, un anuncio de refrescos o un diagnóstico médico, todo es ficción, todo es literatura, todo es lo que ustedes quieran –ya lo dijo Bécquer, “poesía eres tú”–, pero en un plano formal sigue habiendo algo específico que consideremos, per se, como poema.


No tengo una fórmula, pero sí una serie de opiniones:

1. El poema debe sentirse, no explicarse; pongo un ejemplo, para escribir sobre un tema amoroso no necesariamente tenemos que usar la palabra “amor”, debe haber algo que nos haga sentir ese pulso amoroso. Algunos sustentan todo el peso de su texto en esa minúscula y manoseada palabra, y no es que no se deba usar, usémosla, pero resignificándola, y que el texto preferentemente no dependa de ella.

2. El poema ofrece varios niveles de lectura, que dependerán no solo del talento del poeta, sino del bagaje conceptual y de la sensibilidad de cada lector; pero a mi juicio, un buen poema –al menos el ideal– siempre deja “algo” al lector que le pone atención, así sea mucha o poca su “cultura literaria”; ya la forma, ya la imagen, ya el juego onomatopéyico, algo tocará sus fibras; raramente se irá el otro con la mirada vacía.

3. El poema no tiene como finalidad la comunicación. El sentido de la comunicación es transmitir un mensaje, y este mensaje idealmente debe ser interpretado del mismo modo por todos los receptores. Un buen comunicador (por ejemplo, un periodista) se destaca por no dar lugar a ambigüedades. Un poema que dice lo mismo a todos los lectores, a mi punto de vista, ha fracasado.

Mucho habrá qué decir al respecto, si algún día hallo la fórmula del poema perfecto, seguro la compartiré con ustedes.


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Marisol Vera Guerra. Escritora, editora y dibujante empírica. Su obra abarca los géneros de poesía, ensayo, narrativa y dramaturgia. Además experimenta con el videopoema y el performance. Coordinadora de talleres de escritura creativa y de fomento a la lectura. Ha publicado seis poemarios; sus libros más actuales son Canciones de espinas, Poetazos (2014) y Gasterópodo, Ediciones El Humo (2014), incluidos en la Enciclopedia de la Literatura en México, ELEM. Obra suya aparece en siete antologías, la más reciente: LA LUNA E I SERPENTI, prima antologia di landai ispanoamericani, Progetto 7Lune (2015). Becaria del ITCA en 2010 con la investigación literaria sobre la Huasteca: Imágenes de la fertilidad: canciones al hijo del viento. Su columna “Páginas de tierra” se publica en el periódico La Razón, de Tampico.

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