Adán Echeverría |
Hay un lugar justo para la Palabra, y un lugar indispensable para que surja el silencio. La literatura es un discurso único y propio, con sus reglas injustas y ornamentales de todos los días, que estarán dibujadas siempre desde el pensamiento y formación de cada autor, y evolucionan con base en el intelecto y la connotación de la sociedad de cada época. Luego de las batallas diarias en la era de la propaganda, de los mismos aspavientos en que siempre nos vertimos convertidos en palabra (hablada o escrita), la búsqueda seguirá siendo el silencio. Esa ruptura hacia el lenguaje en que nos hemos refugiado cotidianamente. De nada nos valió esbozar los primeros actos del lenguaje en nuestros balbuceos de la infancia, si la pureza del momento quedó atrás, al ser parte de nuestro propio idioma y recrearlo. No hay más que un resplandor constante en nuestros internos, y esa voz diminuta que nos acecha constantemente y que busca su expresión: la Palabra. Hubo un antes en que el pensamiento se encontraba detenido en los conventos y el pueblo no tenía acceso más que de oídas: oralidad y fe. Las personas no tenían libertad para las lecturas y retenían las ideas de la época por medio de la tradición, el dialogo, la conversación: “Los primeros documentos que muestran palabras escritas en nuestra lengua (…) se escribieron en la segunda mitad del s. X., o sea entre el año 950 y el año 1000, (Alatorre, 1995)”. La aparición de la Divina Comedia, en una lengua diferente (italiano) a la oficial (latín), permitió la apertura hacia nuevas oportunidades de la comunicación de ideas en ese otro sector de la sociedad que era el oprimido; la literatura comenzó su crecimiento: Los cuentos de Canterbury de Chaucer en inglés, la traducción de la Biblia por Lutero al alemán, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha por Cervantes en español. La palabra escrita escapó de los monasterios y cabalgo por la Europa formándonos la historia; y con los golpes de las conquistas, el empuje de un idioma sobre otros, las improntas, las mezclas se hicieron mayores, para llegar a nuestros días, mirándonos en el espejo, con ese espanto de que todo se repite una vez más, bien lo dice Vico.
A pesar
de que renombrados literatos insistan en que la literatura es para los
elegidos, para pequeños grupos tocados por la mano del entendimiento, es la
misma modernidad quien nos ha puesto en la justa capacidad (por no decir
oportunidad y limitarlo a los azares), de buscar el despunte de nuestras
propias intenciones en espera de que el otro (el lector en este caso), pueda
tener acceso a ellas. Cierto es que la literatura no es para elegidos, pero
tampoco es para los débiles, sino para aquellos que busquen domesticarla,
batallar con ella, y hacerla una herramienta. El crecimiento y evolución de las
plataformas y soportes de las comunicaciones, en tiempo, aire, espacio, pueden
alcanzarse con un parpadeo. Y con esa idea puedo afirmar que en estos momentos,
es mucho mayor mi biblioteca electrónica –más de 1000 libros–, que la impresa y
ordenada en los libreros de mi cuarto. La educación pública así como las
bibliotecas, los libros electrónicos, los múltiples programas tanto de cómputo,
como de las instituciones, junto con las oportunidades de reunión a las
lecturas de los compañeros, nos dan para esta época, esa garantía de la
expresión y sólo nos queda el hecho de intentarlo. Aunque se sepa que ningún programa
de lectura podrá funcionar sobre el ideal de conseguirse el alimento. Primero
curarse el hambre y luego poder leer, porque la lectura no es solo una forma de
obtener información, también es un medio para el esparcimiento.
La
creación literaria, lo mismo que la lectura, es un acto egoísta de soledad; y
es partiendo de ese reconocimiento que uno tiene que entender sólo la parte que
le pueda brindar su propia formación. Hay que pensar con el espíritu de
Vasconcelos con su: Libros que leo
sentado y libros que leo de pie; o en el libro de Harold Bloom: Cómo leer y por qué para protegernos
dentro de nuestra propia opinión; sólo para dar ejemplos del gusto que puede
tener cada lector. Sin embargo, y con todas las descalificaciones que pueda
tener un libro, cuanto más una antología o compilación de creación literaria,
es necesario dejar fluir, luego de la lectura, el pensamiento para que las
generaciones futuras realicen los análisis necesarios, y los lancen al olvido
mediante su punto de vista, dispuestas a perpetuar la literatura creada en
Yucatán.
Para
hablar de literatura yucateca habría que reducirse a tocar el tema de los
creadores literarios y dejar a los investigadores la historicidad. En Yucatán es
de agradecer la presencia de las escuelas de formación creativa y de escritores
que hace poco más de un lustro vieron luz en la ciudad de Mérida, donde ya se
habían asentado sendas carreras de investigación literaria tanto en la
Universidad Autónoma de Yucatán como en la Universidad Modelo, y habrá que
reconocer el trabajo anterior que se hacía en el Instituto de Estudios de la
Comunicación en Yucatán (IECY), desde años atrás. Estas generaciones de
estudiantes bien o mal han estado desarrollando el proceso metodológico de la
investigación literaria, con sus congresos, revistas, posgrados, proyectos
financiados, becas, salidas al extranjero, y algunos etcéteras. Bien por ellos.
Sabedores, entonces, de que el nicho de la investigación en literatura está
cubierto, habría que preguntarse el dónde poder revisar el trabajo de dichos
estudiantes, para leerlos, y poder discutir acerca de sus investigaciones y
donde las publican. La Enciclopedia
Yucatanense fue publicada en 1977, yo contaba apenas con dos años de
edad (nací en 1975). También es importante reconocer que las décadas de mediados del siglo XX fueron
escenario para el desarrollo del Urbanismo, el llamado Boom Latinoamericano, el
Realismo Mágico, así como el Estridentismo; todos movimientos literarios que
correspondieron a la modernización e internacionalización de nuestro México
(Almazán, 2005).
En cuanto
a la creación literaria, habría que sopesar las obras que van siendo
desarrolladas en cada espacio de tiempo sobre el que nos queramos detener y
mirar. Antonio Mediz Bolio ya menciona que la literatura yucateca nace a
mediados del s. XIX en torno a la figura de Justo Sierra O’Reilly, con quien se
permitieron la creación de espacios para la publicación de sus ideas y
creaciones, mediante la impresión de periódicos, aprovechando que la imprenta
llegó a Yucatán desde 1813, procedente de La Habana, a través de los hermanos
López (Manuel y José Tiburcio), misma que fue adquirida por Juan Francisco
Bates para dar luz a los pensamientos del grupo conocido como sanjuanistas, que publicaron el 1 de
marzo de 1813 el primer periódico en tierras yucatecas al que nombraron El Misceláneo (un periódico de índole mercantil),
que junto con 71 publicaciones periódicas mas, amenizaron e informaron, convirtiéndose
en un medio para la expresión de las ideas y la creación desde 1813 y hasta
1845 (Almazán, 2005; Zacatenco González, 2009; Rosado Avilés, 2010). En total
72 periódicos estuvieron circulando en Yucatán, aparecieron y desaparecieron,
formaron agrupaciones, vertieron propuestas, y generaron el debate y la discusión
de ideas, dejando un legado que a nuestras fechas modernas no hemos vuelto a
tener.
Ya en
1967, el poeta y comentarista literario Clemente López Trujillo aventura una
serie de nombres que ha dado Yucatán a la literatura, y lo hace aludiendo a su migración:
“Casi todos nuestros escritores se marchan a residir en la ciudad de México,
como se decía hace algún tiempo, "en busca de más amplios horizontes".
Mencionemos algunos nombres: Ermilo Abreu Gómez, académico de la Española y de
la Mexicana; José Esquivel Pren, Filiberto Burgos Jiménez, Ricardo López
Méndez, Antonio Magaña Esquivel, Carlos A. Echánove Trujillo, Luis Augusto
Rosado Ojeda, Miguel Ángel Menéndez, Carlos Duarte Moreno, Roque Armando Sosa
Ferreiro, Gilberto Cantón, Esteban Durán Rosado, Bernardo Ponce, Ernesto Río
Amora, entre los mayores, y que ponen muy en alto el prestigio literario de
Yucatán. Distinguidos historiadores, como Silvio A. Zavala, de renombre
continental, actualmente embajador de México en Francia, y J. Ignacio Rubio
Mañé, director del Archivo General de la Nación. De las nuevas promociones,
imposible citarlos a todos, pero van aquí algunos nombres: Fernando Espejo Méndez,
Raúl Cáceres Carenzo, Juan García Ponce, Carlos Duarte Moreno hijo, Raúl Renán
González, Joaquín Bestard, Miguel Civeira Taboada (López Trujillo, 1967)”.
Al leer
podemos darnos cuenta que siempre se han formado grupos en Yucatán en distintos
órdenes, respondiendo a sus propios tiempos, que mirados desde este presente,
fueron, son y serán los actores que nos han dejado (dejan y dejarán) la
tradición y nos han hecho aparecer en el mapa mundial de la creación literaria;
nombres como Peón Contreras, Antonio Mediz Bolio, Eligio Ancona, Ermilo Abreu,
Eduardo Urzaiz, siempre marcarán nuestras rutas; seguidos de personajes que en
su momento fueron el palmarés de otra época muy diferente Carlos Moreno Medina,
Juan García Ponce, Joaquín Bestard, Álvaro Ruz, José Díaz Bolio, Felipe Ruz,
Fernando Espejo, Juan Duch Collel, Nidia Esther Rosado, Humberto Lara, que
continuaron irradiando la tradición de un Yucatán colmado de historias y
poemas; hasta llegar a esta época, dividida por las generaciones mayores y las
que apenas despuntan; separada por reconocimientos y dudas (deudas en
ocasiones), por la academia y la formación tallerista, en distintas facciones,
como el crecimiento de una ciudad puede permitírnoslo. En esta, cada vez más
creciente, ciudad de Mérida, habitada ya por un millón de habitantes, aún
pueden leerse los nombres de: Irene Duch, Rubén Reyes, Roldán Peniche, Campos
Munguía, Díaz Cervera, Indalecio Cardeña, Manuel Calero, Luis Alcocer, Jorge
Lara, Melba Alfaro, Óscar Sauri, Miguel Ángel II, Carolina Luna, Will
Rodríguez, Saulo de Rode por nombrar algunos. Habrá que estar conscientes de
que la presencia de escuelas de educación superior en el área de letras, de la
existencia de un programa de “doctorado en literatura” en esta capital
yucateca, nos permitirá mirar desde otra perspectiva el conocimiento de la
literatura en Yucatán. Ya no sólo serán El
faisán y el venado, Canek, Eugenia, El gato, La cita, Viejo cocodrilo llora, Ayeres en desorden, Licantra, El sueño, La voz ante el espejo, Prefiero los funerales, Círculos de sangre las obras que estarán
puestas bajo el análisis del ojo crítico, sino se deberá buscar la posibilidad
de establecer contacto con esos otros momentos del tiempo: Cuaderno de los sueños, Siete.
Obra poética, Muerte de Catulo, Cruóris o la rabia que fuimos, en poesía,
y en narrativa Arimathea o la ciudad perfecta, Caída libre, El nido del cuervo, Disparados a la luna entre muchos más que forman parte del gran
aporte de las publicaciones que van apareciendo en estas tierras.
Por eso
es que en el Yucatán del 2015 (en que redacto estas notas) es necesario
reconocer que son al menos seis las instancias que dedican parte de su
presupuesto a la publicación de obras literarias de creación, dos de ellas tienen
presupuesto público, y recaen en la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de
Mérida, y en la Dirección de Literatura y Promoción Editorial (si es que aún
conserva dicho nombre) de la ahora Secretaría de la Cultura de Yucatán. Otros
tres son la Editorial Dante, Maldonado Editores y aquel proyecto de Unas Letras
(ULE) que tenía a bien dirigir la periodista Eugenia Montalván. El sexto
espacio encargado de publicar libros de creación literaria es el Departamento
Editorial de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), que si bien cada año
tiene a bien intentar por una o dos obras de creación, su mayor empeño está en
obras de investigación en cualesquiera de los temas que aborden los investigadores
de sus diferentes institutos y facultades. Los que conocen del tema sabrán que
la búsqueda de la publicación de un libro en Yucatán pasa por estos mencionados
espacios. Aunado a ellos se encuentran varios procesos: Convocatorias del
Ayuntamiento de Mérida para publicación de obras. El Consejo Editorial
permanente de la UADY y en recientes años de la Sedeculta, así como alguna beca
que puede ser utilizada para publicación de obras que coordina y otorga la Dirección
General de Culturas Populares con la beca de su Programa de Apoyo a las
Culturas Municipales y Culturales (PACMYC). Uno puede acercarse a Maldonado
Editores, pero privilegian la investigación sobre la creación literaria. Y la
Editorial Dante en casi quince años solo ha sacado dos convocatorias para
publicar a Creadores Literarios, en una primera convocatoria publicaron libros
de narrativa como el Juan Esteban Chávez Trava, de ensayo, y de poesía como el mío
y el de José Diaz Cervera, y en una convocatoria más reciente títulos firmados
por Ivi May, Fernando de la Cruz, Rigel Solís, entre otros. Esto es más o menos
lo que tenemos en Mérida, la de Yucatán. Se puede hablar de algunos sellos más que
publican plaquetas o libros artesanales, o de alguna cartonera y hasta libros electrónicos
en formato de documento portátil (PDF, por sus siglas en inglés), pero no son
las más. El presupuesto del Ayuntamiento y de la Sedeculta en materia de
publicar creación literaria no es inagotable, y por esa razón se encuentran
convocatorias y consejos editoriales que den validez a los trabajos que son
presentados con miras de llegar a los lectores.
En los
últimos diez años, dos grupos con algún tipo de organización, se disputan los
presupuestos literarios. Uno, más veterano, tuvo sus inicios en los años noventa
(1993), conocido como Centro Yucateco de Escritores, A.C. (CYE) integrado
(entre otros muchos que quizá no pueda nombrar) por los poetas Jorge Lara
Rivera, Roger Metri Duarte, Luis Alcocer Martínez, Óscar Sauri, Saulo de Rode,
Luis Ortega, Armando Pacheco, además de Patricia Garma e Ileana Garma; los
narradores Manuel Calero, Arnaldo Ávila, Adolfo Fernández Gárate, Víctor
Garduño, Carlos Martín Briceño, Roberto Azcorra, Will Rodríguez, Raúl
Ferrera-Balanquet, además de Carolina Luna, Reyna Echeverría, Brenda Alcocer
(qepd), Melba Alfaro, Verónica García, Nadia Us y Patricia Garfias; los dramaturgos
Santos Piste, Luis Alcocer guerrero e Ivi May; los ensayistas Cristina Leirana,
Celia Pedrero, Claudia Sosa, Aura Loza, Sergio Salazar Vadillo y José Juan
Cervera; y el tallerista Francisco Lope Ávila, entre otros.
Y en los
primeros años del año 2000 surgió otra agrupación denominada Red Literaria del
Sureste (la Red), que comenzaría a desarrollar sus procesos formativos desde
los salones de la academia, dentro de la Universidad Modelo, y la licenciatura
en literatura hispanoamericana de la UADY, junto a los maestros José Díaz
Cervera, Jorge Cortés Ancona y Rubén Reyes Ramírez. Algunos de sus integrantes
son: Agustín Abreu, Carlos Bojórquez Urzaiz ex director de la facultad de
antropología, Carlos Castillo Novelo, Miguel Ángel Civeira, Jorge Cortés
Ancona, Manuel Iris, Tomás Ramos, Manuel Tejada, Rodrigo Ordóñez Sosa (actual
presidente de la Red), Jorge Pech Casanova (ex integrante del CYE), Rodrigo
Quijano Arjona, Rosely Quijano León, Nadia Escalante, Karla Marrufo, Marco
Antonio Rodríguez Murillo, Mario Carrillo, Joaquín Tamayo, Joaquín Peón, Ricardo
E. Tatto, entre otros.
Pero esa división
que en ocasiones puede parecer notoria no marca la totalidad, existen otros
autores que a fechas recientes ven en el desarrollo individual el motivo de su creación,
y bien tienen compañeros y amistades en una u otra de esas agrupaciones; ya que
no es necesario el gremio para la aportación de sus ideas, ni la comunicación
de sus pensamientos, menos en una ciudad como Mérida que no para de crecer.
Entre estos autores podemos citar a los narradores Miguel II Hernández, Alejandro
Pulido, Alegría Agosto, Álvaro Chanona Yza, Rigel Solís, Iván Noé Espadas Sosa,
Daniel Ferrera, Violeta Azcona Mazun, como a los poetas Fernando de la Cruz, Ricardo
Romero, León de Almeida, Karín Mijangos, María José Pasos, Mario Pineda
Quintal, Ángel Fuentes Balam, Jorge Manzanilla Pérez, Esaú Cituk Andueza, Andrea
Domínguez, Alejandra Ake Sustersick y Katia Rejón, entre muchos otros que van
surgiendo y surgirán con el paso de los años.
Un poco
de triste historia
Para
poder reconocer la historia desde los años noventa hasta este 2015, necesario será
mirar que la hegemonía de los dos grupos que en su mayoría arropan a los escritores
yucatecos de actualidad tuvieron un mismo inicio: Jorge Cortés Ancona,
principal crítico del CYE, e impulsor de los compañeros que dieron lugar a la
Red, también fue miembro fundador del Centro Yucateco de Escritores, A.C. (CYE),
y sabedor de que toda historia tiene al menos dos versiones, alguna de ellas da
cuenta del distanciamiento de Cortés Ancona respecto de miembros fundadores del
CYE. Las razones solo ellos deben saberlas. Lo real es que el CYE tuvo a bien
asentar su bastión desde el El Juglar,
suplemento cultural del desaparecido Diario
del Sureste, y dentro de las hordas burocrático culturales impulsadas por
Jorge Esma Bazán, en el Instituto de Cultura de Yucatán, que diera lugar a lo
que es hoy la Secretaria de Cultura, poniendo al frente del área de literatura
a Roger Metri, y después a Jorge Lara. Cuando el Partido Acción Nacional llegó
al poder, Óscar Sauri Bazán dejó el disfraz de rojito que siempre ha querido
vestir, y se lanzó para dirigir la Dirección de Literatura. Esta le fue
entregada por la dupla Roger Metri-Jorge Lara, quienes siempre han consentido
en tener ahí junto a ellos a Melba Alfaro en una especie de triunvirato.
Llegado
Sauri al poder, bajo el escudo de todo el
poder a los soviets, en que siempre ha intentado manifestarse, sostuvo a su
lado a Melba Alfaro y acercó al excelente ensayista e investigador José Juan
Cervera, de esta forma todo comenzó muy bien, aún hoy algunos no quieren
considerar la apertura que tuvo Sauri con personajes de lo que posteriormente formarían
la Red Literaria del Sureste, puesto que su oficina era a diario visitada por
Tomás Ramos, Manuel Tejada, Juan Esteban Chávez Trava, Rodrigo Ordoñez, Nelly
Rincón Pedrero, entre otros (nadie me lo tiene que contar yo mismo los miré
muchas veces ahí, y los saludé), y en eso ires y venires tuvieron sus
desacuerdos. No hay que olvidar que fue el mismo Óscar Sauri quien comenzó la
creación de la revista Camino Blanco,
que aún permanece en la dirección de literatura, y sacó al menos dos antologías
para mostrar plumas emergentes: Venturas,
Nubes y Estridencias con los ganadores y menciones de honor del Primer
Premio de Poesía Joven Jorge Lara 2002, y Nuevas
voces en el Laberinto, novísimos escritores yucatecos nacidos a partir de 1975,
dos obras que retratan los inicios del milenio y que muestran las plumas de
autores jóvenes de todas las extracciones, y sus quehaceres poéticos,
narrativos y hasta ensayísticos. Sauri también dio salida a una amplia variedad
de títulos incluso de escritores que jamás formaron parte de alguna agrupación
como Winston Tamayo.
Pero fue
con la aparición del libro Nuevas voces
en el laberinto: Novísimos escritores yucatecos nacidos a partir de 1975
(Instituto de Cultura de Yucatán, 2007), que Sauri presento una oportunidad de
mirar un momento exacto de la sociedad yucateca (en particular de la ciudad de
Mérida del año 2004) en el que una treintena de jóvenes formados en Yucatán
tuvo la oportunidad ser leída. Tres años pasaron desde que se gestó el proyecto
para obtener la impresión del documento. Ese fue el punto de partida de una
generación que trajo a esta ciudad de Mérida, una nueva voluntad en la
expresión para transformar (si cabe el argumento) su sociedad. Sabemos que la
obra literaria es la construcción de un mundo imaginario, ficticio por medio de
palabras en la que el lector tiene la oportunidad de mirar el momento justo, la
conjunción de intenciones artísticas en los textos poéticos, narrativos e
incluso expresiones críticas y de análisis literario que confluyen en este
documento. Habrá quienes sospechen del punto culminante de esta generación
agrupada a partir de 1975. Los libros no deben escribirse para complacer ni
entretener a una parte de la sociedad en una región indistinta sobre el mapa sino
para la posteridad, para que en el año 2040, uno pueda siquiera conocer la
mentalidad y el trabajo artístico de aquellos jóvenes que fueron Ivi May,
Rodrigo Ordoñez, Nelly Rincón, Nadia Escalante, Rosely León, Manuel Iris, Juan
Esteban Chávez Trava, Patricia Garfias, Manuel Tejada, Mario Pineda, Nelson
Ibarra, Karín Mijangos, Tomás Ramos, Roberto Azcorra, Verónica García, entre
otros, habitantes de un mismo espacio, un pedazo de tiempo al que los futuros
lectores mirarán, si se les presenta la oportunidad. Nuevas voces en el laberinto se divide en tres apartados: Poesía
(12 autores), Narrativa (14 autores) y Ensayo (6 autores). Abarcando un rango
de edad que va desde los nacidos en 1975 hasta los nacidos en 1986. Sana
iniciativa impulsada por Óscar Sauri en su momento.
Mientras
todo aquello iba ocurriendo desde 1993 hasta el 2004, Jorge Cortés Ancona, dejó
el CYE, y comenzó una búsqueda diferente que lo llevó a validar su amplio
conocimiento cultural desde las páginas del periódico Por Esto!, que lo
condujeron a las actividades académicas en la Universidad Modelo, y desde ahí,
con el apoyo a sus ideas por parte del poeta José Diaz Cervera que regresara a
vivir a Mérida desde Chiapas, así como de Rubén Reyes Ramírez quien dirige la
Escuela de Humanidades de la Universidad Modelo donde se ubica la Licenciatura
en Lengua y Literatura Modernas, apoyados además por la comunicadora Virginia
Carrillo, trazaron proyectos integradores para una propuesta cultural y
literaria distinta a la que pretendía el CYE. El motivo existía, los gestores
se habían encontrado en la Universidad Modelo, en la Licenciatura en Literatura
Latinoamericana de la UADY, y en las páginas del periódico Por Esto!; era
necesario contar con jóvenes que tuvieran esa disposición y entrega. Jóvenes
creativos, que mostraran capacidad. Para ello Manuel Iris nos aclara, en uno de
sus apuntes que tuve a bien encontrar: “Durante mis años de bachillerato, que
cursé en la escuela Preparatoria No 2 de la UADY (1997-2000) tuve, junto con un
grupo de gente de mi edad o de edades muy cercanas, intenciones de hacer
literatura y, muy específicamente, poesía. El asunto no era fácil y, si no
hubiera sido por dos profesores de esa preparatoria a los cuales recuerdo con
mucho cariño, Jesús Aranda y Rafael Pinto, no se hubiera formado el colectivo
literario Palabras de mentes ni la
preparatoria hubiera conocido su periódico mural-literario de aquel momento, La bizarra lo cura, en el cual los
integrantes del colectivo (no quisimos nunca llamarnos taller) publicábamos,
muchas veces con seudónimos, nuestros textos. Las reuniones de Palabras de mentes se llevaban a cabo
los sábados, muy cerca del edificio central de la UADY, y a ellas asistíamos,
entre otros, Nadia Escalante, Omar Góngora, Manuel Tejada, Luz Elena Herrero,
Roberto Fitzmaurice y algunos otros amigos que ahora forman parte de la vida
cultural yucateca y hasta nacional. Para este momento, sin embargo, no existía
una sola revista literaria a la cual pudiéramos tener acceso. Es decir que, si
bien existían algunas publicaciones locales, estas parecían imposibles de
penetrar y era, por tanto, necesario gestar nuestros propios medios de
producción cultural. Pero esto era demasiado pedir para unos muchachos que no
desarrollaban una propuesta conjunta, sino apenas un cúmulo de muy incipientes
poéticas simultáneas (Iris, 2013)”.
Vale la
pena apuntar, contra lo que menciona Iris en su párrafo, que desde 1993 se
contaba con Navegaciones Zur, y que
el CYE, de igual forma tenia espacios de publicación en El Juglar del Diario del Sureste, e intentar comprender el por qué
no tenían acceso a participar de dichos medios: “La revista Navegaciones Zur
es hoy en día un referente obligado en la literatura yucateca
contemporánea. Con 1204 escritos literarios en su haber, y 53 números que
vieron su inicio un dos de octubre de 1993, esta revista da una muestra de las
principales expresiones artísticas en el municipio, pero también difunde el
oficio literario de otras regiones geográficas, sean éstas nacionales o
internacionales (Leyva, 2011).” También se puede anotar que desde 1982,
trabajos de escritores jóvenes que se reunían en el edificio central de la UADY,
presentaron sus propuestas literarias en libros colectivos como Cuadernos del Taller Literario que
publicara a muchos de los hoy integrantes del CYE, en una primera época, y Kuuxeb, en una época posterior donde
participa la generación que cita Iris en su documento. Y cuando en 2004 se gesta
el proyecto de Nuevas voces en el
laberinto, se convoca a todos los jóvenes que escribían en Mérida, dando
continuidad a una tradición que puede servir para releer compilaciones o
trabajos anteriores de agrupamientos de obra literaria como: 6 poetas jóvenes de Yucatán, La sed del fuego donde destaca Reyna
Echeverría, Luna posible que incluye
a Fernando de la Cruz y al mismo Roberto Fitzmaurice que también cita Iris. Otras
compilaciones son: La voz ante el espejo,
Litoral del relámpago: imágenes y
ficciones, La otredad coordinada
por Melba Alfaro, y el Venturas, nubes y
estridencias que arriba hemos apuntado.
Los jóvenes
que terminarían formando la Red, siempre vieron la literatura no solo como el
oficio que es, sino que apostaron por la metodología científica, académica, y
desde ahí la proyectaron con mucho tino, aunque quizá con cierto menosprecio
del grupo del que se sentían antagónicos, como también lo deja entrever Iris en
este párrafo: “Tristemente, varias de estas lecturas y algunas interacciones
personales con escritores casi siempre pertenecientes al Centro Yucateco de
Escritores, grupo literario local y asociación civil que concentra todavía
diversas generaciones, y que tiene un su seno varios creadores de valía como,
por ejemplo, Carlos Martin Briceño, y que por un conjunto de coyunturas tanto
escriturales como políticas tenía en ese momento la hegemonía incuestionable
del campo literario local, acabaron por distanciarnos: el afán de algunos
miembros de este grupo por conservar su poder institucional y su protagonismo
en el campo cultural, para poder lograr con ello prebendas económicas que se
manifestaban en premios, becas y publicaciones locales que, además, no
necesariamente traían consigo la garantía de calidad de la obra, nos pareció
demasiado evidente. Sin adoptar una actitud contestataria, los que en ese
momento éramos muy jóvenes decidimos, sin decidirlo en bloque, no enfrentarnos
frontalmente con nadie y hacer nuestras carreras por otros lados tanto en lo
estético como en lo institucional, y las condiciones para ello comenzaban a
darse. (Iris, 2013)”.
Necesario
me es, ante este comentario de Manuel Iris, presentar otra idea que se venía gestando
en una escritora de la misma generación de Iris (los dos nacidos en los 80’s),
quien explica de esta forma sus primeros caminos en las letras: “Así los años,
poco a poco coincidí con los suplementos y las revistas culturales que
circulaban en Yucatán, las antologías y los rostros, esos poetas que formaban
parte del Centro Yucateco de Escritores. Estos encuentros se dieron en el 2003,
y a la par, con varios compañeros jóvenes, (camaradas de la preparatoria)
coordinados por el poeta Adán Echeverría, nos dimos a la tarea de formar un
taller literario independiente a todos los círculos existentes en nuestra
región. Empezamos a reunirnos todos los viernes, leíamos a nuestros autores
favoritos, leíamos poetas desconocidos, intercambiábamos libros, perdíamos para
siempre libros amados, ganamos grandes lecturas, escribíamos, y nos
criticábamos arduamente. Cada sesión era un ejercicio crítico constante que
duraba horas y se alargaba hasta más no poder con la ventaja que nos permitía
la Biblioteca Pública Central, donde nos abrían las puertas. Años después, ya
en la ciudad de México, conocí muchos talleres literarios, pero ninguno logró
enseñarme tanto como aquel primero, de donde surgió: la Catarsis Literaria el
Drenaje. (Garma, 2012).”
Podemos
mirar entonces que los jóvenes nacidos en la década de los ochenta, con
intenciones literarias comenzaron una búsqueda diferente, mirándose sin
desearlo dentro de una batalla que jamás fue ideológica ni estética, sino
banalmente por prebendas presupuestarias. Iris comenta que venían de la
preparatoria numero dos, mientras que Ileana Garma se refiere a sus compañeros
de la preparatoria uno, ambas de la Universidad Autónoma de Yucatán: “A
iniciativa de los jóvenes Nelson Ibarra y Patricia Garfias, quienes hablaron
con el Ing. Pedro Álvarez Castilla solicitándole la realización de un taller de
expresión literaria en donde pudieran desarrollar sus inquietudes artísticas,
el Ing. Álvarez los puso en contacto conmigo y se decidió comenzar a trabajar,
siempre y cuando, los jóvenes mencionados contactaran a más personas. Una vez
que se contó con al menos 10 muchachos, la mayoría de ellos estudiantes de la
preparatoria 1, el Ing. Álvarez nos ofreció un espacio en la Sala de Lectura
que el INJUVY tenía, y comenzamos a sesionar los sábados de 5 de la tarde a 8
de la noche (Echeverría, 2005)”. Yo coordiné el taller de creación literaria
del Injuvy (2003-2004) y el Taller Literario Grietas (2004-2005), que mudo para
conocerse como un proyecto mayor dentro de la Catarsis Literaria El Drenaje,
desde 2005 hasta este 2015: “Y es en el 2008 cuando la Catarsis Literaria – El
Drenaje regresa a la vida en forma de un embrionario proyecto editorial con la
idea de emprender la creación de un mapa poético que reuniera a una buena
cantidad de poetas jóvenes de nuestro país, este proyecto se consolidó y se dio
a conocer con el nombre de Mapa Poético de México en agosto del 2008.
(Almazan-Ramos et al, 2012)”.
Como
señala Iris, todo estaba dado para que en el 2003 surgiera la Red Literaria del
Sureste, y los enfrentamientos que habían comenzando entre Cortés Ancona y
personajes del CYE, fueron heredándose hacia los integrantes de ambas agrupaciones
(lo mismo ocurría en las juventudes que se acercaban al CYE, para descalificar
el trabajo de Cortés y los suyos; como entre los de la Red, para descalificar a
Sauri, Lara, Metri y otros).
Mención
aparte merece, dado que es la historia que mas conozco, el que algunos
personajes del CYE sean renuentes, aun hoy, a que otros jóvenes entren a
engrosar sus filas; los últimos fueron alumnos míos Patricia Garfias, Nelson
Ibarra, Ileana Garma, pero los del CYE nunca permitieron la total inclusión ni
de Jorge Manzanilla ni de Mario Pineda o el Dr Eduardo Suárez; y fue esa misma renuencia
de algunos de sus integrantes, rayando en la negación rotunda, lo que me
impulso a renunciar al CYE en el 2013.
Decía ya
que estas descalificaciones entre uno y otro bando de escritores nunca fueron
acerca del proceso creativo, ni para el análisis de textos, ni de sus obras, ya
que hasta ahora es difícil encontrar literatura especializada que analice alguna
obra literaria publicada en los últimos 30 años, considerando el año 1993 como
el nacimiento del CYE. Apenas el excelente trabajo sobre la revista Navegaciones Zur, desarrollado por
Damiana Leyva (curiosamente perteneciente a la Red) que por acá hemos citado. Las
descalificaciones de uno y otro lado son sobre el presupuesto para los premios,
becas, viajes a encuentros, el pago por lecturas o talleres y publicaciones.
Pero uno quisiera ya poder encontrar artículos académicos sobre la obra
literaria de los narradores yucatecos, el material es vasto entre Manuel
Calero, Víctor Garduño, Carlos Martin Briceño, Roberto Azcorra, Carolina Luna,
Eduardo Suárez e incluso el reciente libro de cuentos de Ileana Garma, como
para la poesía como el libro recientemente aparecido de Rodrigo Quijano, el de
Jorge Manzanilla, o la antología de nacidos en los ochenta que han compilado
Murillo y Manzanilla, llamada Casi una
isla. Pero no, todo queda en algún texto de presentación de libro, quizá alguna
reseña, y nada más.
Arriba
comenté que Sauri Bazán tuvo que entregar la dirección de literatura, a
regañadientes, porque ya había enloquecido con ese poquito de poder que tenía, y
tuvo que dejarla en manos de Jorge Cortés Ancona, cosa que caló profundamente
en personajes del CYE, y entonces la batalla se hizo más ruda. Se comenzó la
publicación de obra y obtención de becas, presupuesto para viajar a encuentros
y congresos entre personas afines a la Red Literaria del Sureste, (o eso han afirmado
los del CYE) pero como dichas afirmaciones terminan siendo intrascendentes si no
se demandan por las vías legales, o se establecen las pruebas, solo quedan en
acusación pública, siendo un risible chisme al que nadie le presta atención. En
mi caso puedo afirmar que antes de que terminara su gestión dejé de ser apoyado
por Óscar Sauri, y que desde que se dio el cambio siempre he sido apoyado por
Jorge Cortés Ancona, cuando presento proyectos; por eso no miro con ojos de fanático
aquellos golpeteos de los que algunos hablan. En el intermedio entre Sauri y Cortes
Ancona, el CYE tuvo otro bastión, la presencia de Celia Pedrero y sus dotes de
apertura dentro de la Dirección de Literatura del Ayuntamiento, quien dio
cabida a ambas agrupaciones (todos los que participaron tuvieron aceptación y
cabida), lo mismo ocurrió –a mi juicio- cuando Roger Metri llegó a la dirección
de cultura del Ayuntamiento, el proceso continuó en la apertura. Sin embargo otros
no estuvieron conformes y se recrudeció la división, y muchos han acusado a
Metri de favorecer a algunos pocos. Nuevamente sin pruebas ni denuncias reales.
Tristes los intelectuales que se sirven solo de la prensa al sentirse
violentados en sus derechos y que al no conseguir lo que quieren, no acuden a
instancias legales, dejando todo en un berrinche. Antes de que Roger Metri fuera
nombrado Secretario de Cultura, se decía que estaban cerrándose las puertas al
CYE en la dirección de literatura del Gobierno, mientras tanto no se veía
apertura a la Red Literaria del Sureste en el Ayuntamiento de Mérida por unos
años. A la Dirección de Cultura arribó Irving Berlín Villafaña, desde la
Universidad Modelo, con los antecedentes arriba expuestos el CYE vio cerrado el
camino, hasta que Metri fue nombrado Secretario de Cultura.
El conejo
volvió a saltar y los reacomodos ocurrieron de nuevo. Trasladados los dos
grupos al gobierno Roger Metri y Jorge Lara liderando Sedeculta, a donde
pertenece la dirección de literatura que continúa a cargo de Jorge Cortés
Ancona, y Berlín Villafaña en el Ayuntamiento. Muchos integrantes del CYE
pidieron la cabeza de Jorge Cortés Ancona, pero esto hasta ahora no ha ocurrido,
y han tenido que trabajar en conjunto. Yo creo que hay espacio para ambas
agrupaciones, y para los que no pertenecen a ninguna de ellas, lo cual ahora es
mi caso. Es bueno escuchar desde la voz del actual presidente de la Red
Literaria del Sureste, Rodrigo Ordóñez, el hartazgo de este tipo de
descalificaciones entre unos y otros y abogar por la inclusión. Lo mismo sucede
con el CYE, ahora presidido por alguien como el Dr. Luis Alcocer Martínez,
quien siempre ha tenido a bien no ser de esa idea de gregarismo ni de la discordia,
y sí de la apertura y diálogo.
Pero aun así
en octubre de 2015, la Sedeculta presentó un Congreso al que denominó “Estética,
discurso y entorno: 200 años de literatura yucateca”; pero lo organizó como una
nueva idea de mantener la batalla tonta de siempre. Melba Alfaro apareció como
principal motor para el evento, lo cual vuelve a mover los cimientos del
descontento. El evento se construyó al vapor y sin publicar convocatoria para
los interesados, aun siendo una fecha tan importante como el considerar lo que
arriba he señalado como el nacimiento de las publicaciones en esta tierra
(1815), y para los 200 años de celebración literaria, decidieron dejar de lado
a investigadores y creadores de la Red Literaria del Sureste. No es de esperar
y ver los pobrísimos resultados, 200 años de celebración que pasaron sin pena
ni gloria para la historia de la literatura. Con estas actitudes lo único que
logran es mostrar de nuevo una innecesaria batalla gestada por integrantes del
CYE, ¿acaso no logran darse cuenta de ello? Lo real es que cuando se trate de
tu propio dinero invita a tus amiguitos, pero si se usa dinero de los
contribuyentes, hay que tener una apertura total y buscar la integración en pro
de un bien social
Espero
que estos pequeños apuntes ayuden a conocer la raíz de este tipo de disputas
entre los personajes de la literatura de Yucatán, para darnos cuenta que los
autores no son la búsqueda necesaria, que lo real tienen que ser siempre las
obras que estos producen, para leerlas, disfrutarlas, analizarlas y pasarlas de
mano en mano, de boca en boca. Yo los invito a que discutamos sobre las obras
literarias y no únicamente sobre los personajes que las escriben. Yo saludo a
los creadores que siguen vigentes: Carlos Martín Briceño, el principal entre
todos, que sigue leyéndose a nivel nacional haciendo que el centro del país
mire hacia estas regiones del sureste, y espero que siga manteniendo el
reconocimiento de unos y otros dentro de los que somos realmente lectores.
Manuel Iris, Nadia Escalante, Ileana Garma que siguen ganando becas y premios
nacionales por sus trabajos de poesía. Will Rodríguez por su excelente prosa
que sigue publicándose, además de sus otros proyectos de cocina. Arnaldo Ávila,
Jorge Manzanilla, Mario Carrillo, Marco Antonio Murillo, Rodrigo Quijano, Irma
Torregrosa por sus premios estatales y regionales; Rígel Solís por su novela
que ha cruzado el charco llamado Atlántico. Iván Noé Espadas por su terquedad y
constancia. Saulo de Rode por su vigencia. Roberto Azcorra por su calidad
literaria. Ángel Fuentes Balam por su atrevimiento. Fernando de la Cruz, por
sus ideales. Mario Pineda por su desenfado. Autores que ahí mantienen vigente
la tradición de la literatura yucateca hacia el afuera, más allá de lo
yucateco. Y abramos los ojos para recibir las propuestas de Violeta Azcona Mazún,
Esaú Cituk Andueza, Cristian Celis, Roberto Cardozo, Ariel López, Javier
Paredes Chi, entre otros. Y espero que todos aquellos que se dicen escritores y
que siempre se presentan en las mesas de lecturas y debates literarios, se
pongan a escribir un poco y construyan una obra y dejen de vivir de los dos
poemitas o dos cuentitos que publicaron en sus años mozos, que siempre tienen
listos para meter en toda antología que tenga presupuesto. Esto es lo literario
verdadero, y quienes quieran pueden apuntarle más, para seguir discutiendo.
Literatura
consultada
1. Alatorre, A. (1995). Los 1,001 años de la lengua española. El Colegio de México, A.C. 342 pp.
2. Almazán Ramos, María Dolores, David Anuar González Vázquez Mónica Quintal Cortés (2011). Más allá de la literatura. Por Esto! http://goo.gl/QqQFcG
3. Almazán Ramos, María Dolores (2005). REPRESENTACIÓN LITERARIA DE LA IDENTIDAD YUCATECA
EN EL DISCURSO ENSAYÍSTICO DE YUCATÁN, 1910 – 1960. Tesis Doctoral.
4. Echeverría, A. (2005). Sobre el taller literario INJUVY. Publicado en http://goo.gl/fQA51H, el 7 de febrero de
2005 a las 12.30
5. Echeverría, Adán e Ivi May, comps. (2007) Nuevas voces en el laberinto: novísimos escritores yucatecos
nacidos a partir de 1975, Instituto de Cultura de Yucatán. 426 pp.
6. Garma, I. (2012). INAMOVIBLES SUEÑOS - LITERATURA MEXICANA http://goo.gl/QAby6t enero 8 de
2012.
7. Garma, I. (2012). PRIMER ENCUENTRO DE REVISTAS CULTURALES EN QUERÉTARO
(MÉXICO); http://goo.gl/AUcfPD4 de junio de 2012.
8. Iris, M. (2013) ¿Decíamos ayer?: Mirada retrospectiva a la última década de poesía escrita en Yucatán.
Octubre 23 de 2013. http://goo.gl/1cZKUp
9. Leyva, D. (2011). Origen, presente y perspectivas del centro yucateco de escritores, a través de la
revista Navegaciones Zur. Revista de literatura mexicana contemporánea, ISSN 1405-2687, Nº. 50, 2011, págs. 101-107.
10.López Trujillo, C. (1967). El clima literario yucateco en el siglo XIX. Determinación de las Circunstancias que lo Favorecieron. Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán. No. 237, 2006. pp.: 49-54.
=
Adán Echeverría. Mérida, Yucatán, (1975). Premio Nacional El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva 2008, Nacional de Poesía Rosario Castellanos, (2007), Estatal de Poesía Joven Jorge Lara (2002). Becario del FONCA en Novela (2005-2006). Poemarios El ropero del suicida (2002), Delirios de hombre ave (2004), Xenankó (2005), La sonrisa del insecto (2008) y Tremévolo (2009); Cuentos Fuga de memorias (2006) y la novela Arena (2009). Compiló en Disco Compacto Del silencio hacia la luz: Mapa poético de México. Autores nacidos en el período 1960-1989 (2008).
1. Alatorre, A. (1995). Los 1,001 años de la lengua española. El Colegio de México, A.C. 342 pp.
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EN EL DISCURSO ENSAYÍSTICO DE YUCATÁN, 1910 – 1960. Tesis Doctoral.
4. Echeverría, A. (2005). Sobre el taller literario INJUVY. Publicado en http://goo.gl/fQA51H, el 7 de febrero de
2005 a las 12.30
5. Echeverría, Adán e Ivi May, comps. (2007) Nuevas voces en el laberinto: novísimos escritores yucatecos
nacidos a partir de 1975, Instituto de Cultura de Yucatán. 426 pp.
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10.López Trujillo, C. (1967). El clima literario yucateco en el siglo XIX. Determinación de las Circunstancias que lo Favorecieron. Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán. No. 237, 2006. pp.: 49-54.
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Adán Echeverría. Mérida, Yucatán, (1975). Premio Nacional El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva 2008, Nacional de Poesía Rosario Castellanos, (2007), Estatal de Poesía Joven Jorge Lara (2002). Becario del FONCA en Novela (2005-2006). Poemarios El ropero del suicida (2002), Delirios de hombre ave (2004), Xenankó (2005), La sonrisa del insecto (2008) y Tremévolo (2009); Cuentos Fuga de memorias (2006) y la novela Arena (2009). Compiló en Disco Compacto Del silencio hacia la luz: Mapa poético de México. Autores nacidos en el período 1960-1989 (2008).
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