Josué fue el único de los hijos que se opuso a la venta del taller de carpintería de su padre, meses después de que este partiera al camino "de toda carne" como dicen los cuentistas Israelíes.
Siendo el mayor, tuvo que hacerse cargo de sus hermanos y de su madre Mariah, tal vez por eso era aún soltero a sus 30, y se podría decir que hasta solitario.
Su taller no era de aquellos delicados artesanales que hacían muebles finos para las familias ricas, era más bien un aserradero doméstico que se dedicaba a facilitar la madera pulida y preparada para los ganaderos y agricultores de aquella región. Que una posta aquí para terminar una cerca, que un portón de mezquite por allá para alguna posada del área.
Los clientes habían menguado en los últimos años debido a la violencia de su estado. Muy pocas familias se habían escapado ya de tener a alguien muerto o desaparecido o un pariente que se juntara a uno de estos grupos que de turno en turno asolaban aquella región. El que más tenía y el que menos debían de dar una pesada "cuota" para sobrevivir.
Josué recuerda muy bien aquella tarde de Marzo, cuando en medio de una tardía ventisca del norte, fría y polvorienta, se apareció un extraño. Por su aspecto parecía militar, pero por su actitud y su arrogancia se asemejaba más a un engendro del diablo.
El fulano le exigió que le mostrara el tronco más grande que tuviera. —Lo voy a necesitar—, le dijo —para un proyecto especial. Se lo dejaré pagado, y en mi viaje de regreso, cuando venga con mis hombres, nos lo llevaremos—.
Le mostró un árbol que no hacía muchos días había talado. Lo midió bien: 12 pies de largo. El tipo le dijo que se lo mantuviera intacto aunque no importaba si lo tenía que cortar en dos partes para que cupiera en su bodega. Le aventó de mala gana el dinero en el suelo, y se largó.
Josué trató de acomodarlo en su bodega para protegerlo del mal tiempo, pero había una punta que quedaba de fuera. Pensando en cómo hacer para guardarlo, recordó las instrucciones del hombre. Tomo su cuerda de medir, marcó y cortó justo una tercera parte del palo. Así que quedaron dos piezas una de 8 pies y otra de 4.
Acomodó primero la parte larga y con un sólo empujón lanzó la parte más corta encima, con el golpe, el tronco menor quedó atravesando al mayor en forma de cruz. La visión de aquella figura lo llevó de su realidad a un sueño flotante que había tenido desde niño, donde su mente era sustituida por una visión más amplia, etérea y eterna donde miraba y sabía todo. No recordó aquello, solo tuvo conciencia de algo que siempre había sabido:
"Es necesario que el prototipo humano sea ejecutado..."
Supo entonces con certeza quién era él, y que éste era su momento, ya no había duda, debía unirse al movimiento de liberación. Ese misma noche delegó su trabajo del taller a uno de sus hermanos, les dió instrucciones sobre el cuidado de su madre, y se fue al río donde su primo Juan había comenzado ya un movimiento de resistencia con unos métodos un tanto inusuales.
El resto es una historia ya trillada que apareció en los periódicos del tiempo.
Por eso hoy, después de haber sufrido unos "tablazos" que aquellos forajidos le propinaron en el patio de atrás de la oficina del fiscal y se preparaba para ser sacrificado, pudo ver lo que había pasado: Y es que ese día, el jefe de los cien que ahora estaban en el poder del lugar, envió a sus hombres a recoger un tronco que había dejado pagado en el taller de un carpintero, hacia como tres años y como ahora escaseaban los árboles, le era necesario. Así que sus hombres llegaron a la aldea, y a punta de amenazas y mentadas de madre hicieron que su hermano sacara el tronco del taller, lo armara en forma de cruz y lo subiera al vehículo para transportarlo a la ciudad.
November 2014
ABEL S. BADILLO es originario de Tamaulipas, México. Reside en la ciudad de Houston desde 1988. Tuvo sus incursiones en la literatura en la adolescencia participando en varios concursos de cuento y poesia. Regresó a las letras hasta hace algunos años y experimenta con el cuento, ensayos y poesia. Su narrativa se caracteriza por un estilo sencillo, campirano y primario, cargado de imágenes y con una buena descripción de paisajes, personajes y ambientes. Es casado y tiene cuatro hijos y cinco nietos. Está en el proceso de editar su primer libro El Hombre de Pet-Boo, que saldrá a la luz en los próximos meses.
Ilustración | Vincent Borrelli
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