NINGÚN HOMBRE
Ningún hombre
(aunque tú lo invoques
Robert Lowell)
es amigo,
Los amigos vienen del infierno
solamente pasean y saludan
con las manos llenas de gracia
y de pan
porque saludan ante ti
y no ven:
El vidrio que construye
el pronto prometer con agostos
que se quiebran porque no son amables
no son amables
Vaya que es el ¡miau! del gato eterno, eterno, eterno
y que el pleonasmo aduce al canario
o su trino o sus muchos trinos, quien lo elimina…
Ningún hombre
(aunque tú lo invoques
Robert Lowell)
es amigo
No es amigo
Llegan a ser acaso
Catedrales con musgo relamidas y piedras carcomidas
cruzando las piernas porque el instinto lo implora
y porque así, el Coyote, con su olfato, los recuerda
haciendo gestos y antes dejarlos en las llanuras
mordisqueados, jadeando ante esos filos
Y algún día
Planeando una nube que se esfuma de las manos
esparciendo el arcoíris de fuego y de alcohol
reclamarán con dulce saliva
una verdad oscura y tibia
***
Y saberse
en la mañana
despierto (vivo o casi)
Es un momento heroico
Leer las propias venas
henchidas de alcohol
como las avenidas constipadas
de esta ciudad
Es un momento heroico
Mirar en un espejo el rostro descompuesto por
la cirugía del sol
ante la voz abstracta de la imagen contenida
(allí, el aleteo del cisne moribundo)
Es un momento heroico
Tener la boca abierta para decir palabras
que dibujen los pasados/
los pasos cortados:
las miradas extraviadas hacia
el paraíso
[…y el paraíso no es más que mantener la poca conciencia
que aún nos circunda y que nos marca]
Es un momento heroico
Rastrear en los bolsillos las ruinas del olvido
Con los dedos agotados de tomar la vida en
un minuto destaparla y reventar la cabeza en el asfalto
para luego sonreír y coronar la noche
Es un momento heroico
Ver caer la cortina de la tarde
mientras suenan las voces que imperan jadeantes en la calle
y los perros en su andar unos con otros
orquestando el caos de la coherencia
oyéndolos ladrar y confundir la realidad
Es un momento heroico
Por eso digo que hacen falta cigarrillos
Y que la noche me da una palmada y…
Bendito sea el sillón que me recibe
Bendito el techo que me cubre de la lluvia
Bendita la mesita donde se coloca el vino
Y mañana
despierto (o casi)
entre palabras
espejos
perros y los cisnes de este vertedero
Será acaso ese momento heroico.
JUAN CARLOS DE LEÓN (Ciudad de México, 1981) Periodista, narrador y boxeador amateur; tiene algunos poemas, cuentos y entrevistas publicados en revistas y portales web nacionales y extranjeros. Escribe el poemario
Las horas rabia que posteriormente será lanzado al mar. Tuitea en @maesselyon
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