BLANCO Contrapoema: Música para destruir una ciudad, de Leonarda Rivera | Daniel Medina


Los poemas de Música para destruir una ciudad (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2015) tienen que ver, curiosamente, con una construcción: Leonarda Rivera nos presenta una ciudad –la suya– que se cae, que va destruyéndose porque nunca hubo nadie con palabras lo suficientemente fuertes como para nombrarla.; sí, pero antes de hablar de una caída hay que hablar de ese algo que se desploma y que, en este caso, se va configurando y describiendo con el pasar de las páginas. Esa es, en sí, la parte más interesante y a la vez compleja.
 
Este libro aborda el arduo trabajo de la escritura a través de una metafórica ciudad que habita algún pliego de papel marcado con letra ilegible. La imposibilidad reina el volumen. Leonarda Rivera termina trazando un compendio de poemas gracias a que este, todo desastre, terminó siendo testigo de la caída de otro: el poema es devorado sin consideración alguna por uno más poderoso.
 
El apartado primero “Multiplicidad de fuga de voces”, contiene cinco poemas que funcionan, en realidad, como uno solo. Aquí inicia la construcción o, más bien, la confesión, el leitmotiv del libro: yo descubro que el nombre de la ciudad / ha sido borrado / y en su lugar / sólo queda un cúmulo de palabras vacías. Más adelante: Debo confesarles que nombré cientos de veces esta ciudad cuando no lo conocía. En estos primeros poemas, Rivera confiesa todo: una ciudad que prometía edificarse se ha desplomado y ella sigue dentro, tuvo que ser testigo y ahora nos da su testimonio. Existe, más que la ciudad –el poema esperado–, la idea de esta y no su materialización. También este verso: la fuerza que destruirá la ciudad emana de ella misma resulta básico para entender lo que sucede, el enfrentamiento ciudad derrumbada contra ciudad en gestación, poema contra poema.
 
Este libro se construye gracias a la polifonía, y el segundo apartado “Punto contra punto” es una bellísima forma de exponerlo. En este caso de contrapunto, el nota contra nota es reemplazado por la relación entre dos ciudades –poemas–. El poema Angelus Novus hace referencia a Caín y la fundación de la ciudad primera del mundo: Enoc. Esto según el Génesis. Y nuevamente, la poeta nos refiere la ciudad-poema que habita y en la que ve un derrumbe: Esto debería ser sólo un poema y no a las del ángel… Después, en Declaración por escrito, la imposibilidad reaparece no en la construcción sino en la deconstrucción: Esta ciudad me sedujo / y no pude destruirla. Hasta este punto, Leonarda Rivera ha construido la contemplación de la caída, la bitácora de un desgarramiento.
 
En “Trece versiones para un estudio” inicia el verdadero discurso del libro; digamos que, anteriormente, teníamos una serie de poemas escritos por la añoranza de otros, ahora, en estas trece versiones, la voz cambia de tono por momentos, lo poético se extiende y elementos extraliterarios comienzan a nutrir la obra. La versión 2 ocupa la figura de Els Rijerse y su famosa escultura Belle; en este poema hallamos una intervención a la ciudad, pues es una clara referencia al acto de esculpir en un sitio público, es decir, de agregar algo que no forma parte de la estructura general de un espacio. Esta intervención, como señala el título del poema, puede trazar o destruir la ciudad. Las versiones 3 y 4 guardan una estrecha relación de sentido: en la versión 4 tenemos una pregunta: ¿era / necesario escribir trece versiones de una ciudad que se destruye en tu interior? Y justo en la versión 3 habita la respuesta: Lo ideal habría sido detonar la ciudad desde lejos / Pero tuviste que volver para destruirla, es decir, existe una relación estrecha entre el habitante y el espacio, un sentido de obligación por destruir con manos propias lo que con manos propias se ha gestado. La versión 5, por su parte, refuerza el intento de escribir el poema imposible: Cómo pude sentarme a escribir sobre una ciudad que no conocía / de la que sólo había escuchado hablar. En la versión 9 El Paseo de la Reforma sale a relucir en lo que parece ser el proceso, en plena marcha, de independización de la voz poética frente a su ciudad amada; es, pues, la transición de un poema, el olvido y el dejar que un texto sea devorado por otro. En la versión 11, aparece el acto creador y su antecedente: Camino sobre mis palabras como antes caminé por ciudades ajenas, esto en clara referencia al acto de leer a los otros y, con ello, comenzar una ciudad o una escritura propia con el riesgo de un desplome. Finalmente, en las versiones 12 y 13 hay un desprendimiento, una aceptación amarga: En el fondo esta ciudad me es ajena y después: (…) he decidido colapsar la ciudad / incendiarla en el interior de mi derrota. Evidentemente, quien escribe declara su alejamiento y admite la derrota. La ciudad fue devorada por un poema nuevo y, a la vez, la poeta fue devorada por la ciudad. Ambos yacen insertos en una tregua.
 
Y tenemos “La noche del armadillo” como apartado final. Aquí, la ciudad no pertenece a Leonarda Rivera sino al armadillo del pintor mexicano Arturo Rivera. Hay un cambio claro en el registro de escritura, inician poemas breves y con metáforas contundentes, poemas veloces e independientes de la enorme carga que habita en la ciudad que conocimos antes.
 
Música para destruir una ciudad es, verdaderamente, un libro hermoso y a la vez terrible: hermoso porque surge, claramente, de una necesidad humana, es una exploración compleja de lo más profundo del Ser; terrible porque su complejidad genera un caos que plaga su poética, la luminosidad se mancha y se pudre, regresa y el ciclo continúa. Su carácter personalísimo no permite descifrarlo completamente, pero no es menester hacerlo: Leonarda Rivera procuró abrir las puertas de una ciudad muerta y fotografiarla, tomarle la medida y con ella, trazar una música armoniosa con materiales explosivos como instrumentos.
 


DANIEL MEDINA (Mérida, Yucatán, 1996) es autor de Mímesis para gusanos (2015) y Casa de las flores (2016). Poemas suyos figuran en la antología Karst. Escritores de la península yucateca en 2016, compilada por Adán Echeverría y Mario Pineda; así como en diversos medios digitales e impresos como Blanco Móvil, La Gualdra (Suplemento cultural de La Jornada Zacatecas) y Parteaguas. Recibió el Premio Nacional de Poesía Joven Jorge Lara 2014 y una Mención de Honor en el Premio Internacional Caribe-Isla Mujeres de Poesía 2015. Escribe en el blog ensayoprimitivo.blogspot.com

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