NOSTALGIA PERPETUA
Quisiera decir que fui
engendrada por el olvido,
que mis pasos son apenas
murmullos,
que mis ojos no sienten y
no buscan,
que puedo vivir pensando
en la salvación y en amaneceres de esperanza.
Quisiera haber nacido
antes de la melancolía.
Mi patria se nutre de
recuerdos y fracasos.
Mi tierra escupe
laberintos de sangre en sus altas paredes
y del cielo llueven seres
condenados a andar caminos infinitos.
El reino que iza por mí
su bandera
gime a diario entre la
niebla;
yo pertenezco a las
cavernas,
a las heridas cíclicas,
a los absurdos.
Yo,
gigante desollada,
soy hija de la nostalgia
perpetua.
En la frente un estigma,
en los pies los pasos sin
propósito.
Yo tengo patria en el
reino del dolor;
todas las penas de mi
tierra se alzan en mi espalda,
todos los muros se
adhieren a mis huesos quebradizos
y levanto desiertos
dolientes para libarlos al rey de la miseria.
La saciedad de su
esqueleto nos nutre un día más,
el reino adormece en su
recompensa.
VOLVER A SER NIÑA
No quiero volver a ser
niña porque mi dios es un saltamontes
y no quiero que nadie me
lo quite.
No quiero volver a ser
niña porque me espantan los globos,
porque no me interesa
jugar a que tengo un hijo y debo darle de comer.
No quiero volver a ser
niña porque van a obligarme a hacer lo que no me gusta:
comulgar y vestirme de
blanco,
contestar preguntas sobre
un cielo que no es mío,
repetir oraciones sin
pensar.
No quiero volver a ser
niña porque la maestra no va a creer que no tengo amigas
y me regañará por estar
sola en el patio lejos de los demás.
No quiero volver a ser
niña porque quiero escribir sin que me digan que esas letras las hizo mi mamá,
porque no me entienden
que salir a correr no es diversión.
No quiero volver a ser
niña porque quiero mis lágrimas adentro,
porque no quiero saber la
verdad.
LA EXISTENCIA
Todo existe por la
cóncava distancia entre el silencio y el secreto:
un latido tenue posado
sobre los labios de la soledad.
Hombres sin brazos erigen
monumentos etéreos,
un palpitar abarca la
anchura de sus ojos,
reafirma la carencia de
su estirpe.
Trabajan por la riqueza
del subsuelo,
alzan ideales con la
fuerza de las rocas, pero sin tener cimientos.
Imaginación: retorno
inmediato al sueño.
La angustia se apacigua
cuando cantan —todos al mismo tiempo—
hacia el sonoro ardor que
abre sus cuencas a la luz.
Todo existe por la
cóncava distancia entre el silencio y el secreto.
Todo menos
los segundos en que los
hombres se reintegran a sí mismos,
se escuchan,
son,
rompen el mutismo.
La verdadera existencia
es, está siendo.
ADRIANA
DORANTES. Maestra en Literatura Hispanoamericana por la
Universidad de Guanajuato. Primer lugar del Certamen Internacional de Poesía Bernardo Ruiz, 2009. Ha
colaborado en algunas revistas (impresas y electrónicas) y suplementos
culturales con creación y artículos sobre literatura, como: Destiempos, Valenciana,
Mexicanísimo, Casa del Tiempo, Guardagujas,
Moria, Dos disparos, Revarena, Palabrerías, Ficticia, Cofibuk, entre otras.
Ha escrito los libros Quién Vive
(UAM, México, 2012); Vendrá la muerte y
tendrá tus ojos (Sediento, México, 2014); Entre mares alados (Ediciones y punto, México 2014); y ¿No habrá puerta de salida? (Casa
Editorial Abismos, 2016). Obtuvo el segundo lugar en el Torneo de Poesía
Adversario en el Cuadrilátero 2015, organizado por Editorial Verso Destierro.
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