Mis padres suelen decir que de pequeño yo apoyaba a los villanos,
mi maestra de literatura en la preparatoria reforzó la intriga detrás de esta
situación al comentar, casi de paso, que los “buenos” de las historias nos
aburren porque son muy simplones. En realidad, mi apreciable maestra no estaba
descubriendo el hilo negro, un protagonista netamente “bueno” ya no suele
aparecer en la historias que se ganan los corazones de los lectores o los
televidentes, empero, seguimos recibiendo nuestra dosis de heroísmo a través de
justicieros disfrazados de serpientes egoístas que solo velan sus intereses, se
les ha llamado antihéroes, apelando al hecho de que son antitéticos al héroe
tradicional, sin embargo, veremos que hay una especie que solo lo es de manera
superficial; podría llamarse “el falso antihéroe hollywoodense” (aunque no
necesariamente tiene que tener su origen en este reiterativo lugar). Examinemos
la estructura de este personaje:
Aparecerá casi rayando en lo irritante. El
autor juega con pasear al protagonista por el sendero de lo aversivo: es
egoísta, poco hablador, agresivo o todas las anteriores y aún así logra
consagrarse como nuestro favorito. ¿Por qué ni de broma lo confundimos con el
villano? Porque está rodeado de pistas que dan a entender su posición en la
historia. Estas claves, cuando están constituidas por elementos asociados de
manera poco novedosa, pueden captarse por nuestra parte más automática. No nos
damos cuenta de que ver a A, el obstinado y arrogante, acompañado de un B,
bonachón y casi sumiso, nos hace creer que A oculta algo bueno porque, conexión
usual, un sujeto bonachón no se vincula con un desgraciado a menos de que haya
un algo agradable detrás del aparente desbalance de poder (ya que el buen tipo
seguro recibirá constantes ataques del engreído pero no responderá de manera
negativa). Una pista que es procesada de manera aún más automática es el tiempo
que un personaje aparece en la historia o en escena y su presencia en momentos
cruciales de la obra (introducción, conflicto, clímax, etc.), dato útil para el
que desee formular predicciones mesiánicas e impresionar a sus amigos.
Pero también están las claves no tan
automáticas, los sucesos que provocan un monólogo interno tal que nos es
imposible no apoyar al aparente antihéroe. Dentro de estas tenemos, por
ejemplo, la revelación, después de un largo lapso de suspenso, del pasado
traumático que dejó gravemente herido (física y/o psicológicamente) al valiente
individuo que, no obstante, logró sobreponerse gracias a su férrea voluntad.
Elemento básico de cualquier héroe, la diferencia aquí es que este tipo de
personaje puede salirse con la suya al pasarse de impertinente porque los
traumas que carga se lo justifican. Incluso resulta benéfico ya que uno puede
vivir a través de ellos el gozo de ser un cretino y no tiene que sentirse
culpable. Otra estrategia que surge: disimular con una arborización de
personajes el protagonismo de uno de ellos. La maestra de esta técnica es
cierta saga de libros convertida en serie que está luciendo su lujosa séptima
temporada.
La señal central del heroísmo, que es al mismo
tiempo la prueba definitiva de que en estos personajes el núcleo heroico no
sufre modificaciones, no es otra que el altruismo en su más alta forma. ¿Qué
sería un héroe si desapareciera su deseo de sacrificarse por los demás? Un
antihéroe cuando al personaje le es indiferente la salvación o el perjuicio que
sufren los inocentes, o un villano, cuando el sufrimiento ajeno es lo que
desea.
Al hacer énfasis en estos detalles, que se
muestran frente a nuestras narices y por eso mismo suelen obviarse, podemos
afirmar que quienes están detrás de estos héroes soberbios no desean quitarles
el estrellato ni la moral que le subyacen al “muchacho chicho de la película
gacha”. En lo más íntimo de estos héroes yace el anhelo de un escritor que
conoce su sociedad y sabe que el avance de la racionalidad (véase Max Weber)
fría (eso lo agrego yo) le impide exaltar la bondad inocente ya que no existen
referentes en la realidad actual que el lector/público pueda usar para
vincularse a ese tipo de historia, pero que no desea que fácilmente se le
escapen a él, a la narrativa y a su público, elementos como el compañerismo o
la abnegación. El que está detrás de un falso antihéroe es un soñador, su
creación es la fantasía concretada, pese a toda apariencia que induzca a pensar
lo opuesto. Gregory
House, Marcel Detaze, Tyrion Lannister… ¿les queda el saco?
LORENZO SHELLEY. Nació en el Ciudad de México, creció en sus
alrededores. Es estudiante de tiempo completo en la Facultad de Psicología,
Ciudad Universitaria, UNAM. Cursa la licenciatura en las
áreas de Psicobiología y Neurociencias y Procesos Psicosociales y Culturales.
También se considera apasionado de la filosofía, la vida cotidiana, el amor, la
literatura y los videojuegos, además de ser aficionado del cine, la televisión,
la música (como escucha o como pésimo pianista) y el anime. Ocasional
merodeador de museos. Ferviente creyente de que el aprendizaje puede surgir de
diversas fuentes.
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