“Suelo ser muy poca respetuosa de las fórmulas, y el carácter fragmentario de la literatura contemporánea (al igual que la de los románticos alemanes; Jean-Paul, Brentano, Ricter) me parece que corresponde a la pérdida de unidad, de la integración que caracteriza a la modernidad. Todo está fracturado꞉ el yo no es más que un mosaico. ¡Enhorabuena! La ilusión del tiempo y del espacio cada vez es más relativa, y este contexto de desintegración debe corresponderse en las formas literarias.” Cristina Peri Rossi: Contar para descubrir
¿Qué define a este
siglo? ¿Qué eventos o circunstancias históricas lo caracterizan? ¿Será cierto
que está marcado por el inicio de la globalización o como postulan algunos
investigadores, por los fundamentos de la posmodernidad? Si bien este no es un
trabajo que pretende ahondar en los hechos que lo determinan, sí es necesario
empezar por describir cómo se articulan sus elementos con las propiedades y
construcción de los textos literarios.
En 1986 el filósofo francés Jean Francois Lyotard publica
el libro La posmodernidad explicada a los
niños. En él, formula el derrumbe de los cuatro grandes relatos que la
humanidad ha inventado para narrar su historia. Estos relatos tienen la
peculiaridad de contar con una visión de propósito o finalidad. Es decir, el
hombre está determinado por su devenir histórico. El primero de ellos es el
Cristianismo, en el cual el ser humano encuentra la salvación de su espíritu a
través de la creencia en dios. El segundo, el discurso Ilustrado, viene a proponer
un estado de plenitud y progreso a partir del uso de la razón, la Diosa Razón como herramienta civilizatoria.
El Marxismo, a su vez, facilita la emancipación obrera a través de la lucha de
clases. Por último, el Capitalismo otorga la oportunidad de un bienestar social
por la obtención de riquezas.
Es
en esta línea donde se inscribe parte fundamental de la obra del escritor Jorge
Volpi, pues, el capitalino retoma, sobre todo en su Trilogía del Siglo XX, la
idea de la caída de los grandes relatos; señalando, además, la aparición de
nuevos géneros discursivos[1] -en el sentido que le otorga Mijaíl Bajtín en su Estética de la creación verbal- como lo son el Psicoanálisis, la
Mecánica Cuántica y el Genoma Humano.
Jorge Volpi nace en la Ciudad de México en el año de
1968. Desde temprana edad, a los dieciséis, participa en el Concurso de Cuento
del Centro Universitario de México, certamen al que igual acuden, los que
tiempo después serían sus compañeros de oficio, Ignacio Padilla y Eloy Urroz, y
del que se rumoraba había ganado el escritor Carlos Fuentes. Continúa su
carrera licenciándose en Derecho por la Universidad de Salamanca con una tesis
sobre las relaciones del subcomandante Marcos y los intelectuales en 1994. En
esa misma fecha escribe El Magisterio de
Jorge Cuesta, trabajo que le merece el Premio Vuelta de Ensayo, y publica
su primer libro de cuentos Pieza en forma
de Sonata, para flauta, oboe, cello y arpa, op. A partir de 1993 produce su
primera serie de novelas que consta de A
pesar del oscuro silencio, Días de ira, La paz de los sepulcros, El
temperamento melancólico, Sanar tu piel amarga y El juego del Apocalipsis.
En 1999 inicia la que para algunos es
considerada su obra cumbre: La Trilogía del Siglo XX.
ME PROPONGO CONTAR, PUES, LA TRAMA DEL SIGLO
Publicada en el 2003
por la casa editorial Seix Barral, El Fin
de la locura posiblemente sea la novela más ambiciosa de Jorge Volpi. En
ella, nos narra la historia del psicoanalista mexicano Aníbal Quevedo quien
tras aparecer en París misteriosamente, conoce a una joven llamada Claire de la
cual se siente profundamente atraído y en su persecución amorosa le tocará
presenciar algunos de los momentos más importantes del Siglo XX: El Mayo
Francés, La Revolución Cubana, El Gobierno de Allende, La Masacre en la Plaza
de las Tres Culturas, El levantamiento armado del EZLN.
La novela está dividida en tres partes, cada una con
igual número de capítulos, en donde el primero se desarrolla principalmente en
París y Aníbal Quevedo conoce a las grandes figuras del pensamiento francés
tales como Jacques Lacan, Roland Barthes, Michael Foucalt, Derrida, Althusser,
Sartre, entre otros. Es a partir de este momento donde Jorge Volpi, tanto en
términos formales como de recursos narrativos, empieza a establecer ese juego
con la caída de los grandes relatos, pues, desde la estructura como en las
técnicas, va incorporando multiplicidad de voces y registros. Pareciera un
despropósito que Volpi elija un género tan extenso, como el de la novela, para
relatar el fin de las ideologías del Siglo XX, de las utopías revolucionarias,
pero es también una novela hecha de informes, cartas, entrevistas, anotaciones
de diarios, recortes de prensa, demostrando así su habilidad como escritor y
las preocupaciones de la novela.
Por otra parte, en lo referente al contenido, es una
revisión de algunos de los acontecimientos más significativos del Siglo XX,
pero desde la perspectiva del que será ahora el nuevo gran relato: la
Psicología. ¿Qué importancia tiene en el panorama social los planteamientos de
esta disciplina? ¿Qué significa que el inconsciente
esté estructurado como un lenguaje?
A mediados del siglo, después de la segunda guerra
mundial, Europa se encuentra en un profundo estado de pesimismo, aún no se cree
el horror y la devastación de la que fue capaz de generar el hombre. Novelas
existencialistas como la Naúsea, de
Jean Paul Sartre y Niebla, de Albert
Camus, escarban muy hondo en los sentimientos de la gente; incluso filósofos de
la escuela de Frankfurth, como Adorno y Horkhaimer, aseguran que es la razón al
servicio del hombre, la que causa episodios tan desoladores como Auschwitz. Por
ello, cuando Sigmund Freud y Jacques Lacan aseguran que no somos completamente conscientes de nuestros actos, las bases de
la civilización occidental se tambalean ¿En quién o qué confiar ahora si la
Razón no es suficiente para habitar el mundo, si ya no es posible estar seguros
de nosotros mismos? No es casual que Volpi elija contar el Mayo Francés, y
otros hechos, desde la óptica de la psicología; si Volpi se empeña en este
cometido es porque sabe también que la psicología es fruto y heredera de la
posmodernidad. Es decir, la empresa de
Volpi y creo que esta es la mayor aportación de El Fin de la locura es, al igual que el Lacan de la novela, hacer una
relectura de las ideologías revolucionarias, de los motivos inconscientes del
Siglo XX; es más como bien apunta Roberto González Echeverría en La Razón recobrada[2]:
“El libro toma así del psicoanálisis que critica su idea fundamental: que la
manera de exorcizar los demonios de la psiquis es expresarlos, darles realidad
en el lenguaje.” De este modo, la novela se transforma en una muestra, a través
de la voz de sus personajes, de los deseos reprimidos, de la memoria colectiva
de aquellos años siendo analizada.
La segunda novela de la Trilogía del Siglo XX, aunque no
en un orden cronológico[3],
es En Busca de Klingsor. Ganadora del
Premio Biblioteca Breve en 1999, la historia aborda las pericias del teniente
general Francis Bacon y el matemático Gustave Links para hallar al responsable
de la aprobación durante la segunda guerra mundial de la bomba atómica en
Alemania. La novela, es un compendio de los avances y la carrera científica de
aquel período. Con la habitual síntesis que lo caracteriza, Jorge Volpi nos va
desentrañando las vidas de físicos notables como Johannes Stark, Werner,
Shoring, Heisenberg, Borh, Godel, Von Neumann, Planck hasta llegar al mismo
Einstein. Quizás, como señala Christopher Domínguez Michael, en La Patología de la recepción[4],
los posibles defectos de En busca de
Klingsor están en la intención didáctica y hasta un poco cansina de Volpi
cuando explica el origen del mito de Parsifal
y esa obstinación por condescender a las exigencias de las novelas de
intriga o los recursos propios del triller, de las peores películas de
Hollywood, pero la obra es magnífica en lo referente al contenido porque si en El fin de la locura el propósito era
hacer una relectura de las ideologías revolucionarias, de los motivos
inconscientes del Siglo XX, ahora el objetivo será demostrar que el motor del
rumbo de la historia son (como en los mejores cuentos de Borges) los otros
universos del azar, la incertidumbre y el caos. Por ello, la novela explora
desde el comienzo las consecuencias de que el mundo sea determinado por estos
principios: “A diferencia de otras épocas, la nuestra ha sido decidida con
mayor fuerza que nunca por estos guiños, por estas muestras del ingobernable
reino del caos. Me propongo contar, pues, la trama del siglo. De mi siglo. Mi
versión sobre cómo el azar ha gobernado el mundo y sobre cómo los hombres de
ciencia tratamos en vano de domesticar su furia.”[5] Pero ¿Qué influencia tuvo los nuevos descubrimientos de la ciencia, la
publicación, por ejemplo, de la Teoría de la relatividad?
DE LAS PREPOSICIONES FORMALMENTE INDECIDIBLES DE GÖDEL A
LOS ESCRITOS DE LACAN (LA PRIMACÍA DE LO NO DICHO)
Dos de los personajes
principales de la Trilogía del Siglo XX de Jorge Volpi son el matemático Kurt
Gödel y el psicoanalista Jacques Lacan. Del primero sabemos que nace en la
ciudad de Brno, el 28 de abril de 1906, en la actual República Checa. Desde muy
pequeño su talento y carácter indagatorio se inclinan por el estudio de la
física, pero su fascinación por la verdad y la exactitud lo vuelcan pronto por el
campo de las matemáticas. Así, en 1924 ingresa en la Universidad de Viena donde
finaliza sus estudios con la tesis doctoral La
suficiencia de los axiomas del cálculo lógico de primer orden y en 1931
publica el teorema que lo catapultará como uno de los matemáticos más
brillantes y que culmina con más de un siglo de investigaciones en el terreno
de la lógica: Sobre sentencias
formalmente indecidibles de Principia Mathematica y Sistemas afines. Para
entender mejor cuál es la relevancia de este hecho, habrá que describir
brevemente el contexto de aquellos días.
Corre la década de 1930 y los estudios por completar el
Programa de Hilbert acaparan los esfuerzos de la comunidad matemática. El
proyecto consiste en dotar de solidez lógica a los métodos de análisis, las
formas de aproximación a la verdad por parte de ésta. En otras palabras, que
las matemáticas no presentaran paradojas o contradicciones. Pues bien, como
reacción a ello entre 1910 y 1913 Bertrand Russell y Alfred Whitehead publican
el tratado de Principia Mathematica,
el cual contiene la totalidad de los razonamientos matemáticos y que por otra
parte, contribuye con la Teoría de
Conjuntos, de George Cantor, al entorno de bienestar y formalización. Sin
embargo, faltaba probar si estos sistemas eran consistentes.
La llave llegaría en 1931. Escrito con sencillez y
elegancia asombrosa, de tan sólo veinticinco páginas, el Teorema de incompletitud -como mejor se le conoce a la tesis- pone
fin a más de un siglo de nociones sobre la verdad y la exactitud de las
matemáticas, pero mejor veamos cómo lo resuelve el propio Gödel:
“Como es sabido, el progreso de la matemática hacia una exactitud cada vez mayor ha llevado a la formalización de amplias partes de ella, de tal modo que las deducciones pueden llevarse a cabo según unas pocas reglas mecánicas. Los sistemas formales amplios construidos hasta ahora son el sistema Principia Mathematica (PM) y la teoría de conjuntos de Zermelo-Fraenkel (desarrollada aún más por J. Von Neumann).’
'Estos dos sistemas son tan amplios que todos los métodos usados hoy en día en la matemática pueden ser formalizados en ellos, es decir, pueden ser reducidos a unos pocos axiomas y reglas de inferencia. Resultan por lo tanto natural la conjetura de que estos axiomas y reglas basten para decidir todas las cuestiones matemáticas que puedan ser formuladas en dichos sistemas. En lo que sigue se muestra que esto no es así, sino que por el contrario, en ambos sistemas hay problemas relativamente simples de la teoría de números naturales que no pueden ser decididos con sus axiomas (y reglas).”[6]
De lo anterior se desprenden al menos dos aspectos importantes para el ámbito de las matemáticas: el primero, la estandarización de los métodos de análisis para evitar contradicciones y el segundo, no tan evidente, la depuración de un lenguaje que se apegue a la realidad, que se despoje de toda vestidura que lo vuelva impenetrable. En este sentido, la preocupación de Gödel se asemeja más a la de Wittgestein -que a la del propio Lacan- al atender la arbitrariedad y denotación del lenguaje, mientras que a Lacan le interesan esas cadenas o estructuras que producen la noción de realidad. Como se puede entrever, ambos son estudiosos del lenguaje, pero desde distintas áreas o perspectivas.
PALABRAS INDECIDIBLES…
Otro de los personajes
más representativos de la Trilogía del Siglo XX es el psicoanalista francés
Jacques Lacan. Discípulo y renovador de las teorías de Sigmund Freud, en sus Escritos publicados en 1956, realiza un
diagnóstico en torno a la formación psicoanalítica de aquel entonces y postula
un retorno al valor de la Transferencia
por medio del lenguaje durante las sesiones. Es decir, al momento en que el
inconsciente se refleja a través de éste. Para ello, Lacan pone énfasis en esos
conjuntos de significantes[7] que provocan la noción de verdad y que determinan la idea del mundo que se
puebla y la personalidad del hablante. Pero a Lacan no es lo único que le
preocupa, sino también ese terreno de Lo
no dicho, aquellos intervalos del saber que fallan al transmitir, la
imposibilidad del lenguaje de poder atrapar la realidad. De hecho, como muchos
estudiosos afirman, el estilo de Los
Escritos (léase los adjetivos, su sintaxis, la superposición de conceptos,
su estructura misma…) es un intento definitivo por demostrar los límites del
lenguaje, pero al mismo tiempo, sus virtudes. En este sentido, el interés de
Lacan se acerca al de Gödel al buscar un lenguaje- escrito, en el caso del
matemático, numérico- que reproduzca fielmente la totalidad. Cabe señalar que las
excelentes aportaciones de Jacques, al campo del psicoanálisis, no hubieran
sido posibles sin la incorporación de conocimientos de otras ciencias y
disciplinas. En parte porque en eso consiste la extraordinaria significación de
Los Escritos: en la manera en que
Lacan dialoga con los pensadores de su época. Lacan reinterpreta a Ferdinand de
Saussure, Claude Lévi-Strauss, Heidegger, Sartre, asiste a seminarios y
conferencias y es partícipe de los principales movimientos artísticos como el
surrealismo; en suma, es un intelectual comprometido con su tiempo.
Por
último, la tercera novela de esta asombrosa trilogía es No será la tierra. Publicada en el 2006 por el sello de Alfaguara,
la historia examina los eventos principales de la segunda mitad del siglo a partir
de la vida de tres mujeres: Irina Nikoláivena, bióloga rusa que atestigua el
desplome del Imperio y cuya hija muerta (Oksana) representa el éxito del
capitalismo; Jennifer Moore, funcionaria del Fondo Monetario Internacional
encargada de monitorear la libertad de mercados y distribuir las riquezas a los
países en vías de desarrollo; y Éva Halász, subjefa de bioinformática de
Celera, matemática brillante e investigadora del genoma humano. Al igual que en
las otras dos entregas, Volpi recupera los discursos hegemónicos de la Historia (El martes negro, la Hungría del cincuenta y seis, el
Afganistán de los ochenta, el accidente
de Chernobil, la caída del Muro, la desintegración de la URSS y el ascenso de
Yetlsin), pero entre todos ellos, sobresale uno que pretendo abordar: el Genoma
humano.
El
Genoma humano es el otro gran relato que Jorge Volpi aterriza. La idea de que
los movimientos sociales estén condicionados por nuestro material genético y el
rumbo de la historia sea una lucha de especies (no de clases) suena
sencillamente aterrador. Por ello, desde el inicio la novela plantea la tensión
de que la vida pueda ser de este modo o estar delineada por factores externos:
“¿Qué determinaba el carácter de las personas?, se preguntaba. ¿Por qué algunas
están preparadas para enfrentarse a las dificultades exteriores, como Olga,
mientras que otras parecen condenadas a errar sin fin? ¿Era el medio, la
voluntad, la educación? ¿O allí, en el interior del cuerpo, en las células, se
inscribía la verdad de cada uno?”[8]
Pero la obra no solo señala estas cuestiones, sino que también en el tema del
amor se ven plasmadas y traducidas en la voz del personaje de Eva Hálasz: “Eva
me dijo que los sentimientos eran un rescoldo evolutivo, una patología de la
inteligencia, en el mejor de los casos un manual de conservación [...] el amor
es el engrudo de la reproducción, la ira un detonador frente al peligro, el
miedo un sucedáneo del dolor y acaso de la muerte.[9] Y más adelante dice “A Eva el amor (no había palabra más empalagosa) le tenía
sin cuidado, era una máscara para disfrazar una necesidad evolutiva: el deseo
de atrapar un hombre para siempre o al menos durante unos años, a fin de
convertirlo en proveedor de genes y alimentos.”[10]
De
esta forma, con la publicación de su última novela de la Trilogía, Jorge Volpi
termina por trazar un amplio proyecto narrativo que comprende los
acontecimientos más importantes del Siglo XXI -vistos desde la perspectiva de
la historia oficial y de occidente- pero que también señala la irrupción de los
nuevos relatos que moldean y definen las corrientes de pensamiento actuales,
como lo son la Psicología, la Mecánica Cuántica y el Genoma Humano. Creo que la
obra de Volpi es interesante no sólo por los temas que aborda y su sencillez
estilística, diferenciada a conciencia de la gran plasticidad del boom latinoamericano, sino porque además
es de los pocos escritores que se arriesga, que tiene una preocupación genuina,
por relatar de nuevo los eventos centrales de la historia, por urdir la trama del siglo, de nuestro siglo. En
ese contexto, pienso que el trabajo de Volpi debe ser leído y revalorado en su
justa dimensión.
____________
JORGE DANIEL FERRERA MONTALVO
(Mérida, Yucatán, 1989). Escritor, narrador y ensayista. Estudiante de
literatura latinoamericana por parte de la Universidad Autónoma de Yucatán. Ha
sido traducido y publicado en la revista Opium
Philosophie, de Francia; en la revista Cronopio
de Colombia y Experimental Lunch, de
Chile. También, en la revista Punto en
Línea y Sinfín de la Universidad
Nacional Autónoma de México. Así mismo, en la revista electrónica de
literatura, Círculo de poesía; en El Búho, del escritor René Avilés
Fabila; en Letralia; Tierra de letras;
Palabras Diversas; Bistró y la gaceta Río
Arriba. Por otra parte, ha sido incluido en la Antología Virtual de
Minificción Mexicana, Karst,
escritores de la península yucateca en 2016 y en la antología de microficción Pluma, Tinta y Papel.
BIBLIOGRAFÍA
Bajtín,
Mijaíl. “El problema de los géneros discursivos.” En Estética de la creación verbal 248. México: Siglo XXI, 1982
Domínguez, Michael. “La
patología de la recepción.” En Letras
Libres, 31 marzo, 2004. Consultado 22 noviembre, 2016. HTTP://www.letraslibres.com/mexico-espana/la-patología-la-recepción
Gödel,
Kurt. Kurt
Gödel Obras Completas. Introducción y traducción de
Jesús Mosterín, Colección Ensayo, Madrid: alianza Editorial. 2006
Gónzález, Echeverría. “La
razón recobrada.” Letras Libres, 29
febrero, 2004. Consultado 22 noviembre, 2016. HTTP://www.letras
libres.com/mexico-espana/la-razon-recobrada
Volpi, Jorge. En busca de Klingsor. Barcelona: Seix
Barral, 1999
Volpi, Jorge. No será la tierra. México: Alfaguara,
2006
Saussure, Ferdinand.
“Lugar de la lengua en los hechos del lenguaje.” En Curso de lingüística general, traducción, prólogo y notas de Amado
Alonso, 38-39. Buenos Aires: Editorial Losada, 194
Imagen | Culturamas.es
[1] Bajtín, “El problema de los géneros discursivos”, 284.
[2] González Echeverría, “La razón recobrada,”
[3] En este punto decidí presentar el trabajo en un orden o sentido anacrónico para fines de análisis y conclusiones y porque pienso, al igual que Christopher Domínguez Michael, que la Trilogía de Jorge Volpi forma parte de un proyecto mucho más ambicioso, de una voluntad por narrar y hacer un estudio, una sociología del Siglo XX.
[4]Domínguez Michael, “La patología de la recepción”
[5] Volpi, En busca de Klingsor,18
[6] Gödel, “Sobre sentencias formalmente indecidibles de Principia Mathematica y Sistemas afines”, 53-54
[7] En el sentido que le otorga Ferdinand de Saussure en su Lingüística general. Para Sausser, el Significante es la representación o imagen acústica que se obtiene del significado. Saussure, ”Lugar de la lengua en los hechos del lenguaje”, 38-39
[8] Volpi, No será la tierra, 69
[9] Íbid, 40
[10] Íbid, 106
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