McCarthy y pueblo |
«En México están locos por la sociedad y por la
política y son muy malos en ambas cosas».
Cormac McCarthy
Hace
unos años leí un ensayo de Roger Bartra sobre la anatomía psicológica e
intelectual del mexicano, una compilación de escritores mexicanos —entre ellos
Octavio Paz, Carlos Fuentes, José Revueltas y Luis Villoro— que hablan con
desenfado y ejecutando licencias literarias sobre qué diablos piensa un
mexicano contemporáneo. Intelectuales mexicanos hablando de mexicanos. Había
reacciones variopintas y aunque me gustaron algunos puntos de vista, no pude
sacar en claro casi nada de entre la mezcolanza que nos presentaba Bartra.
Algunas cosas ya las sabemos por antonomasia, pero las características que
definen al mexicano tendían a repetirse y regresar a los mismos tópicos:
sentimiento de inferioridad, celebración a la muerte y la atracción al
populismo y la barbarie.
Acabo de terminar un libro de Cormac McCarthy, Todos los hermosos caballos, que forma
parte de su conocida Trilogía de la
frontera, novelas desarrolladas entre Estados Unidos y México. Lo que no
esperaba de esta primera entrega era una historia netamente mexicana, con
amplia investigación y análisis del escritor estadounidense sobre las áridas
tierras del norte. McCarthy encauza la novela en el modo de vida del mexicano
de mitad de siglo XX y bebe de los rescoldos del pensamiento posrevolucionario
que dieron grandísima literatura a México.
Aunque Todos los
hermosos caballos fue publicado en 1992, con su prosa exacta y contundente,
McCarthy nos da la sensación de estar leyendo extractos de esa narrativa que
nos marcó con Rulfo, Fuentes y Revueltas: pueblos miserables alfombrados de
tierra y barro, gente de mirada oscura, nebulosa, infancia que se extingue al
cumplir los once, hacendados que rigen los destinos de la pobreza al modo
feudal; McCarthy hizo un reconocimiento de la cultura mexicana y el sentimiento
de desesperanza y marginalidad que había dejado una dictadura fosilizada y una
Revolución que se rehusaba a abandonar a la memoria colectiva en 1949, todo
esto enlazando la historia de un tejano apátrida que buscaba su propio mundo. John
Grady Cole, el protagonista, se estrelló con la realidad de una cultura
diferente, adicta a las costumbres agonizantes y de opresión a la mujer, y
sufrió terribles consecuencias en sus propias carnes. Le llaman mojado inverso por la forma en que cruza
el río Bravo desde Texas, un suceso poco común y que provocaba curiosidad en
los vaqueros mexicanos de Coahuila.
No es un libro en el que se pueda avanzar muy rápido:
McCarthy nos quiere dejar en claro la tierra que pisan sus personajes, los
paisajes y los cielos que los cubren —una delicia narrativa debo decir—, así
como sus extensos y parcos diálogos y pensamientos, trozos de tiempo que van
dejando a sus espaldas, a lomos de sus caballos, en la inmensidad del desierto.
Se suceden las acciones lentamente, sí, pero en un párrafo —o en una frase—
pueden concluir muchas acciones; esto solo se puede lograr con una maestría
narrativa, una maestría que solo escritores como McCarthy poseen.
Sin duda, la mejor parte de la novela ocurre sobre el
final. El diálogo de John Grady con la hacendada, una anciana que había nacido
en plena dictadura porfirista y vivió de cerca el inicio de la Revolución y conoció
a Francisco I. Madero y fue novia de Gustavo A. Madero: «En mi propia vida he
visto estos hilos de orígenes infinitos representar las muertes de grandes hombres
con violencia y locura. Representar la ruina de una nación. Te diré cómo era
México. Cómo era y cómo volverá a ser.»
La historia de la abuela bien vale esta novela. Hay
una buena investigación de la Decena Trágica, del actuar del mexicano en la
dictadura porfirista y el proceso de la Revolución y la democracia; la
explicación de la anciana sobre el pensamiento mexicano en la conversación con
el protagonista tejano y apátrida es algo que McCarthy nos regala como una
catarsis inversa, el punto de vista norteamericano de la evolución
sociocultural de nuestro país, que a partir del río Bravo se deja ver y sentir
de una forma brutal hacia el extranjero.
Por otra parte, con el título de la novela se cierra
en el capítulo final del periplo de John Grady Cole: McCarthy demuestra que las
novelas pueden cerrarse llegando hasta las últimas consecuencias, y ello
incluye el título, con Todos los hermosos
caballos gravitando en su destino, presentes en la vida y la muerte, en el
fuerte erotismo que desencadenan y el vínculo que une estos destinos.
Todos los hermosos caballos
McCarthy,
Cormac
1992,
336 pág.
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MAURO BAREA (Cancún, 1981). Estudió la Maestría en Creación y Apreciación Literaria en el IEU Puebla. Finalista en el I Premio Hispania de Novela Histórica de Madrid y consultor del documental sobre Gonzalo Guerrero Entre dos mundos; publicado en la antología infantil Mi mejor amigo (Editorial Verbum, Madrid, 2015). Fue articulista para la Revista Pioneros, publicación historiográfica de Quintana Roo (2011-2015). Estuvo a cargo de la columna Desde Ninguna Parte para el periódico Quintana Roo Hoy, con temas culturales y sociopolíticos (2015-2016). Finalista y antologado en el Certamen Relats d' amor del Adjuntament de Constantí (Tarragona, 2017) y finalista del V Concurso de Microrrelatos del Ateneo de Mairena (Sevilla, 2017).
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