Mujer de convicciones, de gran talento también, adelantada a su época, sin duda fue Marie-Louise Gagneur, a quien la historia parece haber condenado al olvido, como se puede intuir por el hecho de que no se han vuelto a editar sus obras y a la poca información disponible sobre ella y sólo en francés, pese a ser una pionera en la pugna por la igualdad de las mujeres, cuando aún no existía la etiqueta feminista que se ha impuesto a autoras como Simone de Beauvoir o la propia Marguerite Yourcenar, máximas glorias de las letras en francés.
La justicia social fue una de sus banderas, pero también fue activista por la paz, y en más de una oportunidad se manifestó contra el clericalismo, ni qué decir del machismo; para ella, las mujeres no debían ser puestas bajo la tutela absoluta de los hombres y hacia 1867 expresaba que se debía asegurar a la trabajadora la independencia que ganara con el sudor de su frente, así lo consigna el crítico literario Yves Olivier-Martin, en uno de los pocos textos biográficos que pueden encontrarse en línea con traducción al español. Para el estudioso, las letras de Gagneur son un hallazgo por estar llenas “de ruido y furia, de ardor y proselitismo”.
Marie-Louise Mignerot nació el 25 de mayo de 1832, en Domblans, Francia; hija de Cesaríne Martin y Claude Corneille Mignerot, un notario que acabó siendo rentista. Cuentan sus biógrafos que creció en un convento, de ahí el odio que sintió por el ambiente clerical y de privaciones; en ese contexto, no es de extrañar que pronto se interesara por las clases trabajadoras, como lo plasma en Proyecto de asociación industrial y doméstica para las clases trabajadoras (1855).
En esa época, conoció a Wladimir Gagneur, autor de varios estudios sobre cooperativas de agricultores, quien se sintió atraído por sus revolucionarias ideas y la hizo su esposa pese a la diferencia de 25 años que tenían. Gagneur, destacan, fue uno de los pocos diputados de izquierda bajo el Segundo Imperio, un asiento que mantuvo hasta su muerte en 1889.
Al casarse, Marie-Louise adoptó el apellido de casada, Gagneur, con el que hizo campaña por la democracia, el socialismo fourierista y la causa de las mujeres, lo mismo en sus novelas que en folletos, textos o manifiestos. De esa época datan escritos como Jean Caboche a sus amigos los campesinos (1871) y su secuela Desgracia electoral del barón de Pirouëtt (1872), o Todavía La política en el pueblo (1874), en los cuales se manifiesta a favor de la república social.
Le critican que la mayoría de sus historias las publicó primero en la prensa burguesa, como en Le Siècle, antes de aparecer como volúmenes, a menudo en la editorial Dentu, pero también los dio a conocer en el diario El derecho de las mujeres y en La Biblioteca Democrática (colección creada por el editor republicano Victor Poupin), fundada en 1871 en el Círculo de Familias de París.
Aunque en 1864 fue admitida en la Sociedad de Gens de Lettres, en 1891 vuelve a generar polémica, ahora por contactar a la Academia Francesa para solicitar la feminización de los nombres comerciales, demanda que sería severamente criticada, especialmente por los académicos Leconte de Lisle y Charles de Mazade, quien usa argumentos engañosos e incluso sostiene que “No hay niña, ni mujer destinada a la carrera de escritor“, lo que merece una sarcástica respuesta de la autora.
Pero sus posturas no sólo le valieron críticas, también animadversiones desde el poder, como cuando en 1874 se prohibió la venta de sus libros en algunos sitios y se retiraron de algunas bibliotecas, a raíz de la publicación de La novela de un sacerdote. Dos años antes se había incautado un diario también por censura. Se sabe que incluso llegó a firmar bajo seudónimo algunos textos, tal es el caso de Breviario de la mujer elegante (1893) o Ser amado: consejos de una coqueta, secretos femeninos (1886), que fueron rubricados por la duquesa Lauriane.
Su trabajo seguirá reflejando sus convicciones de activista en toda la extensión de la palabra, de ahí que celebre la novela Work, de Zola, a la que considera "un logro glorioso y victorioso de nuestro movimiento literario, filosófico y social"; critique a las autoridades francesas por la campaña militar de 1870, en La carne de cañón, y se manifieste contra el anticlericalismo intransigente en novelas como The Black Crusade (1865), A Knight of Sacristy (1881), The Novel of a Priest (1882) y The Crime of Father Maufrac (1882).
La Cruzada Negra es su mayor éxito con 27 reediciones en pocos años, en ella sostiene que el clero de los conventos sólo sirve para perturbar las conciencias, exaltar la superstición, dividir a los ciudadanos, monopolizar la riqueza, obstaculizar a la humanidad en su marcha progresiva, incluso comprometer los intereses del cielo, que él dice servir. Pero contrario a lo que se piensa, la principal “cruzada” de Gagneur no es el anticlericalismo, sino la igualdad para las mujeres, como lo evidencian textos como The Calvary of Women (El Calvario de las Mujeres) y su suite The Forsaken, pues para ella, “es a través de las mujeres que se realizará la emancipación completa de las conciencias”.
En particular le preocupa la mujer trabajadora, a la que considera víctima de la indigencia, opresión, injusticia e ignorancia, por lo cual considera necesario “actuar, encontrar instituciones que le dé garantías contra todas las opresiones: la miseria, la competencia masculina y especialmente la corrupción", aunque reconoce que no sufren solo los pobres, siendo la falta de educación el mayor de los males, en cualquier estrato social. De hecho, varias de sus novelas son historias en las que aboga por el derecho al divorcio, como en El Divorcio (1872) y The Convicts of Marriage (1869), Derechos del Esposo (1876) y Los crímenes del amor (1874), en una clara utilización de la literatura como arma ideológica, de ahí que la acusaran de panfletaria.
Sin embargo, según sus biógrafos, son textos comprometidos, en los que siempre hay cabida para las notas, estadísticas, citas ensayísticas y políticas, lo que lleva a sus lectores a exóticos territorios, como cuando escribe Vírgenes rusas, pues va a Ginebra y se entrevista con el teórico anarquista Kropotkin, e investiga la búsqueda de revolucionarios por parte de las fuerzas rusas.
Y quizá ello le valió finalmente el reconocimiento literario, cuando en 1870, Pierre Larousse le dedica un elogio en El Gran Diccionario Universal, también es una de las pocas mujeres que tiene derecho a su retrato en la famosa publicación biográfica ilustrada Les Hommes d'aujourd'hui (1882), y el diario Le Figaro (8 de marzo de 1869) la considera una mujer con una mentalidad seria, una elevación de pensamiento y propósito y una profunda fe en ciertas teorías de reforma que le prohíben cualquier frivolidad literaria y toda broma galante.
El 21 de febrero de 1901 recibe La Legión de Honor, por considerársele una mujer de gran talento, que pertenece a la noble raza de escritores que piensan, según la alta expresión que se atribuye a Víctor Hugo. Casi un año después, el 17 de febrero de 1902, la autora muere en París, Francia, dejando un legado que se mueve en el marco ideológico de finales del siglo XIX, pero cuyas ideas y temas: familiares: democracia, libertad, igualdad social, feminismo, siguen vigentes.
En 1870, Pierre Larousse le dedica un elogio en El Gran Diccionario Universal, también es una de las pocas mujeres que tiene derecho a su retrato en la famosa publicación biográfica ilustrada Les Hommes d'aujourd'hui (1882), y el diario Le Figaro (8 de marzo de 1869) la considera una mujer con una mentalidad seria, una elevación de pensamiento y propósito y una profunda fe en ciertas teorías de reforma que le prohíben cualquier frivolidad literaria y toda broma galante.
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