Sólo
hay mundo donde hay lenguaje.
Martin Heidegger
Somos
lenguaje, siempre, siempre que interactuamos y transmitimos nuestro sentir o
nuestro pensamiento; por él nos comunicamos y tratamos de comprender a quienes
nos rodean; es nuestra brújula para interpretar este mundo en el que
convivimos. Es un elemento primordial y que se ha visto por mucho tiempo
dirigido en una sola dirección: la visión patriarcal de la existencia.
No crean que
exagero, Judith Butler[1]
expone que el lenguaje en su dimensión performativa (de acto que produce
efectos) juega un papel central en la constitución subjetiva (en la producción
de la identidad), y cómo de este modo está implicado en la reproducción y la subversión
de las relaciones de poder. Por eso se ha estado trabajando en la
sensibilización y en la aceptación del lenguaje incluyente. No son caprichos de
mujeres, es el resultado de un análisis lingüístico visto desde el género y que
no se constriñe a cambiar la letra final de una palabra por una a, se pretende sí nombrar a las
mujeres; recordemos que nada que no es dicho existe, pero no se limita a ello,
el desdoblamiento[2]
es importante al emplear palabras que requieran nombrar al ser en ambos géneros
(Arquitecto, Arquitecta) pero también lo es la concientización de un lenguaje
incluyente que revire el lenguaje machista con el que hemos crecido.
¿El lenguaje
hiere, excluye? Pensemos por un momento alguna palabra que nos ha sido dicha y
que aún guardamos en la memoria, o bien, aquellas palabras que hemos
normalizado en el lenguaje y que creemos que no son discriminatorias.
Y en
realidad la lengua no es la machista, no, es el uso que se ha hecho de ella,
las connotaciones que les hemos proferido a nuestros usos lingüísticos; el
lenguaje no nació neutro, lo construimos, y ese lenguaje masculino no nos
representa, si lo seguimos empleando continua perpetuando la invisibilización
de lo femenino.
El lenguaje
permea nuestras vidas porque somos seres lingüísticos y es por mucho un
elemento político que establece nuestras roles o estereotipos, es por ello que
podemos analizarlo y entender que los privilegios de unas personas no pueden
obnubilar los de aquellas que buscan ser nombradas. Si queremos que exista un
cambio en nuestra manera de comunicarnos, tendremos que generar cambios que se
reflejen en condiciones más igualitarias; si no hubiera una inequidad no se
estaría reflexionando sobre la importancia del lenguaje inclusivo.
Pensemos lo
que externamos, aquello que nombramos al hablar o escribir debe llevar consigo
una reflexión, porque cada palabra trae significaciones y muchas de ellas velan,
subordinan, minimizan o excluyen. Nuestra lengua no es lo cubre el pensamiento,
es el pensamiento mismo. Los límites de
mi lenguaje son los límites de mi mente[3].
¿O ustedes qué opinan?
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__________________
[1]
Judith Butler, filósofa post estructuralista estadounidense. Autora de Deshacer
el Género y Género en disputa.
[2]
El desdoblamiento léxico se realiza cuando se hace la mención expresa de los
dos géneros. Por ejemplo si decimos Día del niño tendríamos que incluir del
Niño y de la Niña. Mencionar géneros.
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